Mis primeras impresiones de los resultados electorales. Por una nueva visión

Según las cifras hasta ahora conocidas, de un total de 21 millones de votantes, ejercieron su derecho unos ocho millones y un poco más. Es decir, hubo una abstención equivalente a 12.848.027, lo que sin duda es una cifra bastante alta, pese lo que se diga para justificarla, de lo que hablaremos más adelante.

Porcentualmente hablando, eso significa que votó el 41.80 y se abstuvo el 58.20 por ciento.

Cualquiera pudiera decir ante estas cifras lo que más le convenga. Un opositor, haya sido partidario o no de votar, pudiera calificar el acto electoral como un fracaso y decir lo que se sirva para justificar lo que desea y aspira.

Alguien, desde la visión del gobierno, se sentiría tentado a calificar todo lo acontecido como un éxito, dado que este obtuvo el triunfo en 20 de las gobernaciones y un número enorme de las alcaldías en disputa.

Incluso, personajes como Manuel Rosales, que con anterioridad llegó a aspirar la presidencia de la República, quien ahora ha ganado con una abrumadora ventaja al candidato del Psuv, 56.9 contra 36.03 por ciento, pudiera sentirse gozoso y hasta exitoso. El resultado fue así para él, tanto que salió electo gobernador de un Estado de tan significativa importancia, desde la perspectiva cuantitativa, económica y hasta de la posición geográfica, pero muy malo el resultado, considerándolo cuantitativamente, para todas para las fuerzas de la cual forma parte a escala nacional.

Y es por demás elocuente para los observadores, que, a un personaje como él, las cifras del sistema le hayan reconocido su triunfo.

Los opositores, como los pertenecientes al grupo de la derecha radical, esa misma que desea hacer lo necesario para, entre otras cosas, eludir sus cuentas con la justicia por los desmanes del pasado guarimbero y ahora por lo de Citgo y Monómeros, pudieran fundamentarse en esos resultados para atribuirse un triunfo, como que esos abstencionistas son de ellos y les están dando un voto de confianza para seguir en lo que venían y hasta presentarse ante quienes les utilizan como victoriosos y buenos para seguir en lo mismo.

Pudiera ser que buena parte de la oposición que participó, haciendo un ejercicio de optimismo y racionalidad, comprenda que, dadas las circunstancias, los antecedentes, sus debilidades organizativas y las derivadas de su claridad de miras, en cuanto al diseño de un proyecto o programa y la necesidad de encontrarse con sus iguales, tome conciencia de todo ello y, en lugar de caer en el pesimismo o tremendismo y por el retorno a las posiciones de antes, opte por repensarse y tomar la senda que le corresponde según el panorama, el futuro y hasta encontrarse en una nueva alianza, dadas sus cualidades nacionalistas, progresistas y sensibles ante los derechos de las mayorías y el interés nacional que sin duda, en muchos de ellos anidan.

He leído por allí que, desde el gobierno hay ya un pronunciamiento por demás optimista, fundamentado en la simplicidad de los números de cargos ganados en la contienda electoral, lo que pudiera ser una declaración rutinaria, un acto defensivo, convencional, pero también peligroso, si esas palabras, gestos, de verdad reflejan la visión que se tiene acerca de lo acontecido y el porvenir. Algo que pudiera incitar a seguir como se venía.

En este universo pudiera ser, no lo hemos oído o leído ahorita, pero ya algo de eso se venía diciendo, pudieran conformarse de verdad, con la idea que las elecciones regionales, por tradición, lo que algunos analistas llaman estructural en lugar de histórica o tradicional, acostumbrada, lo que no entiendo porque el uso de esa palabra en este caso, siempre tendrán esos resultados numéricos. Es decir, la abstención de ahora es natural, hasta como avisada y deseada.

Desde nuestra perspectiva, esta manera de percibir los resultados, lo relativo a la abstención, no parece satisfactoria ni conveniente para quienes están obligados a pensar en el porvenir y las particularidades de la actual coyuntura.

Sí, es verdad que, las elecciones regionales poco llaman la atención de los electores o, dicho de otra manera, suelen arrojar altas cifras de abstención. Pero también es cierto que, estas elecciones, desde el punto de vista político, por las particularidades de la coyuntura venezolana, la agresión imperial de EEUU y la UE, el interés despertado en el mundo todo, por puesta en duda de parte de los antes nombrados de la legitimidad misma del gobierno y la necesidad puestas en ella para recomponer nuestras relaciones con buena parte del universo, tanto como que hasta la UE envió una comisión observadora, hallar la forma de normalizar la vida venezolana y dejar aislada a la derecha violenta, partidaria de la guerra y de la injerencia extranjera, tienen o tuvieron una importancia, diría que descomunal y era de esperarse que los votantes así lo percibieran.

Lo más deseable para el gobierno y la Venezuela sensata y llena de buena fe, en esta oportunidad, dadas las circunstancias, es que el triunfo de aquél, aunque no fuese tan ventajoso en lo relativo al número de cargos, se hubiese dado con una muy alta participación.

En todo caso, las cifras de abstención, que si algo afectaron sobre manera fue la oposición, sin dejar de hacerlo al gobierno, de lo que hablaremos más adelante, no significan en ningún caso un aval o solidaridad a los llamados de la ultra derecha, sino a tres factores fundamentales.

En primer lugar, uno por experiencia sabe que, después de haber estado durante años llamando a la abstención y creando en el elector la falsa idea que el CNE y todo su sistema son tramposos, no es fácil, muy expedito, lograr que aquel universo de eso convencido cambie de parecer de la noche a la mañana. Segundo, en Venezuela, a raíz de aquella crisis que se tuvo como centro el Caracazo, los posteriores alzamientos militares, la defenestración de Pérez, las calamidades económicas de aquella época y la aparición del liderazgo de Chávez, los partidos tradicionales quedaron deshechos. Los nacidos posteriormente, como PJ, VP, UNT, terminaron en lo mismo por los persistentes y abundantes errores de su dirigencia que, optó por una forma de lucha, la violencia, que en la Venezuela moderna no ha sido exitosa y más bien rechazada por la determinante mayoría de la gente. La década del sesenta del siglo pasado es todo un cuadro, un inmenso mural que habla de esa experiencia y fenómeno.

Las cifras revelan además que, si esa oposición o para mejor decirlo, todas esas fuerzas o la mayoría de ellas, encuentran un mínimo punto de entendimiento podrían, con suma facilidad, derrotar al gobierno, el cual, por razones bastantes conocidas, pierde paulatinamente respaldo popular. Podría darse un alineamiento no necesariamente fatal y razonable, pero también fácilmente evitable desde otro ángulo, si se actúa con certeza, juicio y amplitud.

Pero uno mira con optimismo y percibe que, entre la mayoría de las fuerzas que hoy pugnan en Venezuela, hasta enfrentadas unas contra otras, como de quienes gobiernan y le hacen oposición, dada la coyuntura nacional y mundial y las aspiraciones que predominan de lograr un país soberano, liberado del control imperial, con democracia, libertad y la construcción de una economía con justicia social, dentro de un modelo que recoja eso, en las aspiraciones de ellas, hay un cúmulo de posibilidades de encontrarse, todo un abierto abanico para formar un frente que consolide lo bueno y hermoso hasta ahora conquistado desde hace unos cuantos años atrás y avance en la búsqueda de otros, como lo relativo a la materia salarial, excelentes servicios, salud, buena, mejor educación, crecimiento, desarrollo económico y, sobre todo, aislar a la ultraderecha, sus planes de guerra y pretensiones de abrirle o mejor escarrancharles las puertas al capital externo, no para que invierta en los términos justos y ventajosos para Venezuela, sino para que se apodere de nuestras riquezas y alcance el más absoluto control de la vida de todos.

Ayer en la mañana conversaba con un viejo amigo que vino a visitarme, dada la desgracia que el Covid entró a mi casa y se apoderó de mi compañera, por lo que estamos luchando, con fortuna que, en este combate comenzamos a ganarlo, y le recordaba como nosotros, la izquerida adeca, quienes luego fundamos el MIR en 1960, por un muy mal diagnóstico, obnubilados por experiencias ajenas y distintas a lo nuestro, declaramos como enemigo al maestro Luis B. Prieto. Ante ese planteamiento mío, el amigo, tantos años después, habiendo corrido tanta agua bajos los puentes, lo que nos hace recordar a Heráclito de Efeso, me respondió, como si estuviese anclado en el pasado:

- "No olvides que nosotros nos declaramos contrarios y, hasta enemigos, como dices del Dr. Prieto, porque entonces él era anticomunista".

Por ese argumento le respondí:

"Hasta en eso estuvimos equivocados. Eso fue totalmente falso. Prieto no era anticomunista y los hechos posteriores lo demostraron. Era, sencillamente, como lo fuimos nosotros después y lo somos ahora, anti estalinista. Pero sucedía que entonces criticar a Stalin y sus procederes se llamaba anticomunismo. Recuerda, como años más tarde, nos aliamos y hasta votamos por Prieto."

Es decir, estamos en una coyuntura, un cruce de caminos, donde el imperialismo, de todas las facetas existentes, mueve sus piezas. La más agresiva y más daño nos ha hecho y pretende seguir en lo mismo, va a revisar sus procederes; intentará, con nuevas tácticas, agrupar lo que pueda para lograr sus fines. Las fuerzas del cambio, que están entre el gobierno y un bastante grande universo que hace oposición, entre quienes votaron y se abstuvieron, partidarias de la construcción, sobre la base de la realidad, una economía sana, fuerte, libre y generosa, lo que empezaría por buenas condiciones de vida y excelentes salarios, por una alta productividad deben mirarse a la cara, como amigos, encontrarse y diseñar un plan para alcanzar esos objetivos lo que además envuelve una sociedad democrática, inclusiva. Es decir, hay que hacer esfuerzos por reunir en torno a un propósito común a las fuerzas del cambio, del progreso, nacionalismo, democracia, antiimperialismo y deslastrase de lo pequeño, sectarismo y odios infundados.

Es momento de pensar en grande, con amplitud, generosidad, romper con todo lo ortodoxo que hay en uno y buscar las formas de agrupar a las fuerzas del bien, del nacionalismo, del cambio que son más abundantes de lo que uno imagina y concibe en el rutinario mirar y pensar, pues llegan más allá del cerco que hemos puesto, para construir el país y la referencia que queremos.

Lo significativo e importante, que revela un hecho positivo y acorde con nuestro deseo, es que la oposición que participó en el evento electoral, hasta este momento, no ha salido como antes, a gritar que hubo fraude, sabiendo de la eficiencia del sistema de votación. Esperemos que los veedores de la UE no se asuman como cotorras y repitan, atendiendo a lo que ya dijo el Departamento de Estado, que estas elecciones no tienen ninguna validez.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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