Una Inmersión en los Más Fríos de los Datos Fríos (Cualitativos y Cuantitativos)

Elecciones Regionales 2021 y otros menesteres

Elecciones Regionales 2021 Y Otros Menesteres:

Una Inmersión en los Más Fríos de los Datos Fríos (Cualitativos y Cuantitativos)

Javier Biardeau R.

“El concepto de Estado es simplemente un “truco legal” que justifica formalmente apetencias, arbitrariedades y demás formas del “me da la gana”. Estado es lo que yo, como caudillo, como simple hombre de poder, determino que sea Estado. Ley es lo que yo determino que es Ley. Con las variantes del caso, creo que así se ha comportado el Estado venezolano, desde los tiempos de Francisco Fajardo hasta la actual presidencia…El país tuvo siempre una visión precaria de sus instituciones porque, en el fondo, Venezuela es un país provisional.”

José Ignacio Cabrujas. El Estado del disimulo-1987

“…a partir de los años setenta lo que se observa es la transformación definitiva del Estado en fuente de acumulación delictiva del capital en beneficio de una elite del poder político y financiero y, por extensión, de la clientela populista que hace de coro y comparsa. Pero la corrupción es general: la crápula legisla, administra y ejecuta justicia, la crápula reprime con criterio de clase dominante”.

Federico Brito Figueroa-A propósito de las clases sociales en Venezuela-1986

“El Estado venezolano tiende a deslumbrar mediante las maravillas del poder, no a convencer mediante el poder de la razón, por cuanto ésta se transforma en ingrediente del espectáculo amedrentador de su imperio. Con la fabricación de deslumbrantes proyectos de desarrollo que engendran fantasías colectivas de progreso, lanza sus encantamientos sobre el público y también sobre los actores. Como “brujo magnánimo”, el Estado se apodera de sus sujetos al inducir la condición o situación de receptividad para sus trucos de prestidigitación: un Estado mágico.”

El Estado Mágico - Fernando Coronil-2002

 “Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras que el proletariado necesite todavía del Estado no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos remplazar en todas partes la palabra Estado por la palabra “Comunidad” (Gemeinwesen), una buena y antigua palabra alemana equivalente a la palabra francesa Comuna.”

(Carta de Engels a Bebel-1875) 

“Estado se llama al más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: "Yo, el Estado, soy el pueblo…Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer- ¡que la felicidad se sienta en el trono! Con frecuencia es el fango el que se sienta en el trono- y también a menudo el trono se sienta en el fango…Dementes son para mí todos ellos y monos trepadores y fanáticos. Su ídolo, el frío monstruo, me huele mal: me huelen todos ellos juntos, esos idólatras.”

Nietzsche – Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie. (1883-1892)

 

I.-  INTRODUCCIÓN. UNA SOCIEDAD SIERVA DEL ESTADO REPRESENTATIVO

Las cinco citas precedentes son algunos de los faros orientadores del siguiente mapa de navegación. Poco o nada tienen que ver con el simple análisis electoral de datos cuantitativos.

No me interesa saber quienes tienen más “lochas electorales” que el otro, pues como veremos en términos de fríos datos cuantitativos, el empate catastrófico se mantiene, esta vez con una ligera ventaja para el voto opositor, producto de la inédita situación de desafiliación del viejo voto chavista, esta vez desencantado de los “logros” del Madurismo y de la maquinaría del PSUV. Aun así, la abstención es mala consejera para salir del charco del electoralismo. No construye alternativa ni contragolpe popular.

Sin embargo, como extraño fenómeno, la suma de todos los votos del GPP es un amortiguador de los desgastes del PSUV. Un dato que cabe explorar con mayor profundidad.

Aun hoy no se logra recuperar la fuerza orgánica del chavismo popular, democrático, nacional-revolucionario y con horizontes de izquierda. Tampoco se logra articular un programa político mínimo de encuentro de fuerzas democráticas para recuperación de la institucionalidad participativa y de avanzada social dibujada en la Constitución de 1999

Cada cifra y porcentaje de votación para el establecimiento de determinados cuerpos representativos, tiene como trasfondo una idolatría acerca del “Estado representativo” que retorna con la fuerza del mito político, cada vez que se reitera el aniquilamiento de la presencia del poder originario y constituyente.

Todavía hoy el artículo 5 constitucional es leído en clave representativa y no de exigencia del permanente protagonismo, participación y acción contralora del pueblo en los asuntos públicos.

Porque finalmente está es la gran tarea del poder constituido y de su vértice organizador: el Estado. Convencernos de que el ídolo de la modernidad política asegura una creencia, un mito, rituales, ceremonias y una fe inquebrantable: “En efecto, cada uno de nosotros lleva interiorizada, como la fe del creyente, esa certeza de que la sociedad es para el Estado (…) no se puede concebir sociedad sin Estado”. (Pierre Clastres)

II.- LOS DERECHOS HUMANOS FUNDAMENTALES CON JUSTICIA SOCIAL COMO HORIZONTE PROGRAMÁTICO PARA LA SALIDA LA CRISIS.

Las elecciones de noviembre 2021 han generado un sinnúmero de análisis y discusiones, incluso se habla, al revisarlos, de “llover sobre mojado”.

Cuando ya se escucha la repetición de argumentos, vale la pena releer el teatro de declaraciones y los datos ya consolidados para escarbar justamente lo que todavía no aparece en el foco de los análisis:

¿Cuáles son las vías y oportunidades de solución a la crisis política y del estado en Venezuela?, es decir, la doble significación de la crisis como peligro/oportunidad para la decisión política.

Puede parecer de Perogrullo, pero el gran peligro para Venezuela es no salir del enfrentamiento político generalizado que se ha incubado por largos años de polarización destructiva, sin prevenir causas, condiciones de posibilidad, ni recuperar instituciones participativas ni un repertorio cultural democrático de convivencia, justicia social efectiva, participación ciudadana y resolución pacífica de conflictos.

La Constitución escrita, elevada al pedestal por primera vez mediante la activación democrática del poder constituyente en 1999, consagra la obligación de toda persona de promover y defender los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social. Quiere decir que no se puede asegurar la paz social sin asegurar al mismo tiempo los derechos humanos con justicia social, desde una interpretación sistemática, progresiva y sin cortapisas:

Artículo 2. Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político.

Artículo 3. El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta Constitución.

La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines.

Artículo 132. Toda persona tiene el deber de cumplir sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo y defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social.

Planteado así el punto de partida, tenemos que contrastar tales frases con el trasfondo de voluntades de poder que se disputan su hegemonía. 

Hay que reiterarlo: no habrá paz social ni convivencia democrática sin asegurar al mismo tiempo la preeminencia de los derechos humanos con justicia social, sin asegurar al mismo tiempo estos FUNDAMENTOS. Esa es la declaración principista. El asunto es escarbar si se trata de una simple fábula para tontos o si el pueblo la convierte en consigna de lucha.

Algunos plantean que sin independencia de poderes no hay Constitución. Aquí diremos algo más esencial: sin plena vigencia de los derechos humanos fundamentales con justicia social no hay Constitucionalismo Democrático ni Social alguno. Puede que haya otro tipo de constitucionalismo, pero democrático y social no es.

Hemos experimentado por largos años el martilleo del bombardeo propagandístico y las operaciones psicológicas de un lado y del otro lado de la polarización destructiva, lo que ha conducido a un estancamiento lesivo, degradante y erosivo, un empate catastrófico entre polos y voluntades de poder, que ha ido destruyendo paso a paso la posibilidad de conquista de condiciones materiales y simbólicas de vida democrática, con justicia social y bienestar social para el pueblo venezolano.

Todavía hay grupos y personas que consideran una abstracción, e incluso una “ideología burguesa” la exigencia del goce de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, no como elementos aislados sino como derechos interdependientes, vinculados entre sí, que se condicionan mutuamente. Lo paradójico es que tales grupos y personas dicen encarnar el espíritu y el derecho existencial concreto de la Constitución de 1999. Inconsistencias concretas.

Sin embargo, en la Constitución, todas las personas, sin discriminación alguna por motivos de proselitismo político-partidista, son titulares de todos los derechos humanos fundamentales, por eso se invoca del principio de universalidad.

Además, la garantía del ejercicio de los derechos humanos fundamentales con justicia social obliga a generar condiciones de no discriminación o segregación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, de origen nacional, étnico o social, de posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. Por eso no puede tolerarse la discriminación o segregación basado en ningún sectarismo político.

Se trata de lograr progresivamente, por todos los medios apropiados disponibles, que incluyen además medidas legislativas y la participación ciudadana en espacios que incidan en los órganos de un Estado Democrático, la plena efectividad y vigencia tales derechos.

Además, el conjunto abierto de los derechos humanos y libertades fundamentales están interrelacionados y son indivisibles. Quiere decir, los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí: salud, educación, salario, servicios, libertades personales y libertades políticas, derechos culturales, económicos y sociales. No es que unos apelan a unos y otros a otros como un cuerpo mutilado. No, la carta de derechos del pueblo es una totalidad concreta con una estructura significativa abierta a nuevas reformulaciones e incorporaciones en las luchas históricas.

Por eso, es falso el planteamiento que justifica que pueden sacrificarse las libertades civiles y políticas, para anteponerlas a cuestiones de protección social basadas en el clientelismo, o en privilegios neopatrimoniales, como apropiación particularista de los bienes públicos.

III.-  LA UTOPÍA CONCRETA QUEBRANTADA POR LA SIN RAZÓN HOBBESIANA

La Constitución de 1999 en su preámbulo y en sus principios fundamentales sigue trazando una “Utopía Concreta” a ser defendida sin medias tintas: una sociedad justa, un Estado democrático y social, la preeminencia del poder constituyente sobre el poder constituido, una sociedad de libres e iguales, con derechos humanos de todas las generaciones y garantías, una convivencia democrática con pluralismo político, un reconocimiento del carácter pluriétnico y pluricultural del pueblo venezolano, un sistema de relaciones internacionales basado en la paz y el firme respeto a la soberanía y la autodeterminación de las naciones, un reconocimiento de la progresividad de los derechos sociales y de las libertades reales para todos y todas.

En fin, repetimos, una hermosa utopía concreta quebrantada, destrozada en mil pedazos, como si hubiesen pasado unos elefantes enfurecidos que arrasaron un cuarto con piezas de porcelana.

Ante esto, dentro de la Constitución no solo es posible sino obligante encontrar vías y soluciones al conflicto y a la crisis venezolana. Claro está, recordando que también hemos escuchado reiteradamente: “Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada”.

Quizás, ya no sabemos muy bien que significa eso. Hay que buscar precisamente el extraviado hilo de Ariadna. La cuestión democrática extraviada y la cuestión social extraviada.

Fuera de la Constitución de 1999 y la construcción de una comunidad política democrática tenemos el universo hobbesiano y orwelliano de la política de “guerra de todos contra todos”, el universo del control político y los dispositivos de vigilancia-censura-represión de los “grandes hermanos”. Los controladores del Trono y la guerra del Trono.

Basta leer y contrastar con el discurso fundacional del propio Chávez en 1999 en la “Intervención en la Asamblea Nacional Constituyente” el día 5 de agosto de 1999[1], para rechazar enmarcar el proceso de transformaciones que se iniciaba en aquel momento en el marco de las prácticas y formaciones de discurso de Hobbes:

“Democracia porque tiene pueblo, porque la democracia si no tiene pueblo es igual a un río sin cauce, un río sin agua, un mar seco, sería la democracia si no tiene un contenido profundamente social de igualdad, de justicia y de visión humana, esa es la República a la que hago referencia en mis ideas fundamentales para la Constitución Bolivariana, pero más allá del pueblo y su concepto, más allá de la Nación y su concepto dialéctico con la práctica y más allá de la República con su concepto y su praxis, también agregamos aquí una visión del Estado y ustedes verán cuando revisen esto, esta es la primera parte, falta una segunda parte para recoger algunos otros capítulos complementarios, pero creo que esto puede ser esencial para que ustedes consideren en sus primeras deliberaciones.

Aquí se recoge también, después del concepto social y en el concepto del Estado porque estamos saliéndole al paso a Hobbes, no queremos a Hobbes con su Leviatán, con su estado como maquinaria demoledora, hegemónica de la fuerza, el Estado como hegemón de la fuerza y del recurso armado para imponer, para esclavizar a los habitantes de un pueblo que merece libertad, no, no queremos el Leviatán de Hobbes, preferimos a Platón y su República, preferimos a Bolívar y un Estado orientado a la justicia que es el fin último al que puede orientarse la acción de un Estado democrático, podrán ustedes ver aquí cómo se recoge ese concepto, importante recogerlo y sembrarlo en tierra fértil y la tierra está fértil para la siembra que vuelve con la lluvia de pueblos.

Un Estado que no se quede en un fin en sí mismo, un Estado que deje de ser una maquinaria burocrática, demoledora, negadora de los derechos humanos fundamentales, todo lo contrario, cada hombre, cada institución, cada pequeño engranaje de la maquinaria del Estado debe palpitar solo y sólo en función de la justicia para un pueblo, de la igualdad, del trabajo, de la vivienda, de la educación, de la salud, de la libertad, de las ciencias y de las artes, para eso tiene que ser el Estado sino mejor sería no tener Estado; pero concebimos el Estado como una necesidad, nos alejamos de Hobbes, pero también de Marx cuando decía que no hacía falta el Estado. Sí, hace falta el Estado. Nos alejamos de los neoliberales que pretenden minimizar al Estado y he allí otro concepto fundamental de ideología bolivariana en contra del dogma neoliberal: queremos y necesitamos un Estado suficientemente fuerte, suficientemente capaz, suficientemente moral, suficientemente virtuoso para impulsar la República, para impulsar al pueblo y para impulsar a la Nación, asegurando la igualdad, la justicia y el desarrollo del pueblo. Ese estado bolivariano lo recojo aquí, en estas ideas fundamentales para lo que pudiera ser la Constitución Bolivariana de la V República.”

Estos tres párrafos son cardinales y a la vez fundacionales, quiere decir, sentaron pilares ideológico-conceptuales del nuevo Estado Democrático y Social de derecho y justicia a partir de 1999, separándolo tajantemente de una interpretación de Hobbes del Estado que contenía los siguientes atributos: maquinaria demoledora, supremacía de la fuerza, recurso armado para imponer y para esclavizar a los habitantes de un pueblo, maquinaria burocrática, negación de los derechos humanos fundamentales. En positivo, los atributos de tal nuevo Estado Democrático que asegure la igualdad, la justicia y el desarrollo del pueblo son su fortaleza, su capacidad, su moralidad y sus virtudes.

Esta última frase es clave para entender el Constitucionalismo democrático y social de avanzada: defensa de los derechos humanos fundamentales con justicia social. Algo muy distinto a imponer la “razón de Estado” contra la carta de derechos del pueblo. Algo muy alejado de experimentar un estado de guerra política permanente y de degradación social sin término.

En este último caso, la propaganda y la guerra psicológica hacen su festín, movilizando a gran escala la desconfianza, el miedo y la violencia simbólica generalizada. Su consigna: ¡Solo mi grupo otorga confianza, refugio, seguridad y protección contra el miedo! ¡Impulsemos la segregación y la discriminación! Simple sectarismo político.

Cuando la geopolítica más reaccionaria (darwinismo político) toma el relevo del trasfondo de supuestos, creencias y pasiones de una comunidad política democrática, todo hiede a guerra, a destrucción mutua asegurada, a crueldad, segregación, indolencia y odios.

En realidad, estamos viviendo entre dos mundos, entre la utopía concreta y normativa de la Constitución de 1999, considerada como una “ficción manipulable” por parte de los actores políticos polarizados; y la efectividad de la guerra política y del deterioro social como marco de las tendencias posdemocráticas[2] del mundo contemporáneo, tomando como laboratorio de caso a la sociedad venezolana.

Además, estamos viviendo otro mundo: el mundo de más descarado descontrol del poder y recursos del Estado, la autocratización del poder y su estrecha asociación con la apropiación particularista de bienes públicos.

IV.-  LA POSDEMOCRACIA CON FACHADA PROGRESISTA Y LOS REVIVALS ANTICOMUNISTAS

Entre las frases posdemocráticas que surgen del martilleo propagandístico dela guerra política están aquellas que justifican una intervención armada extranjera o su contracara: “Nervios de acero, calma y cordura, máxima movilización cívico-militar” aplicada como “consigna” de defensa gubernamental.

La teoría de la movilización cívico-militar aplicada a una guerra política contra el enemigo interno articulada a la defensa y seguridad de la Nación; es decir, contra “enemigos internos” confundidos como “enemigos externos” es de cariz antidemocrático y puede empalmar su genealogía conceptual con aquellas Doctrinas de Seguridad Nacional (DSN) que legitimaron los estados policial-militares en el continente, en particular en el Cono Sur[3]. También podría empalmar con aquellos relatos sobre la guerra del Peloponeso de Tucídides, o con cualquier narrativa que refiera a la existencia de una guerra civil abierta o encubierta.

Su fundamento no tiene nada que ver con las tradiciones garantistas, ni liberales, ni democráticas ni de izquierda. Fueron más bien las izquierdas quienes fueron victimizadas por la aplicación de los fundamentos y principios de tales doctrinas del Estado policial-militar.

Por el otro lado de la acera posdemocrática, se escucha el martilleo de “Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, “Nosotros somos el lado correcto de la historia” entre otras consignas más penosas. Ese sector de oposición cree encarnar el protagonismo de una “revolución de colores” cuando sólo se ajusta a un guion diseñado en los laboratorios de guerra política de Washington. La escena es dramática: guerra política de izquierda contra guerra política imperial, pero simple y cruzada guerra política.

Quieren decir con todas las frases de propaganda, que la Constitución pasa a ser una plastilina-utensilio que podía ser interpretada y aplicada para justificar el guion típico de la injerencia del Departamento de Estado de EEUU conocido como “Estatuto de Transición”[4] o que la Constitución es un simple instrumento-herramienta disponible para una voluntad arbitraria de poder legitimada desde arteras maniobras de control de la voluntad popular: La Constitución plastilina-instrumental.

Es evidente que estamos en una terrible encrucijada donde no hay espacios regulados por una Ley fundamental, ni negociación democrática, ni cultura democrática, ni reconocimiento entre adversarios políticos, ni reglas de juego compartidas, ni búsqueda de soluciones de compromiso ni avances en una agenda conectada prioritariamente con las necesidades y demandas del tan citado pueblo.

Se trata de trincheras y de guerra entre dos polos. No son casuales en este contexto, los términos del discurso de los supuestos acuerdos de la negociación en México[5].

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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

 jbiardeau@gmail.com      @jbiardeau

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