Prisioneros del odio

Una ojeada a portadas recientes de diarios de circulación nacional pone los pelos de punta e ineludiblemente lleva a concluir que estamos “atrapados sin salida” en una suerte de película de horror y “no hay lugar para ocultarse”. “Quemaron universidad en Barquisimeto”, “PNB, GNB y colectivos han atacado, saqueado y quemado 18 universidades y “Grupos armados atacaron UCAB ante la indiferencia de la policía”; “Violencia desmedida” y “Asedio al denunciante”; “Una ola de ataques terroristas se desató nuevamente” y "Los colectivos me persiguen";  “Han vulnerado ocho derechos durante protestas”, entre ellos La vida, la libertad e integridad personal. Ante el asesinato de “tres disparos a escolta presidencial”, un penalista señala que “el homicidio de 46 funcionarios policiales o militares durante los primeros 4 meses de 2014 revela que nadie está exento de perder la vida a manos del hampa, ni siquiera los que portan un arma.”

Producto del manejo político-mediático del odio y la violencia, importantes sectores poblacionales se encuentran a merced de pensamientos disfuncionales,  automáticos,   suerte de creencias irracionales que a menudo tienden a dramatizar y “catastrofizar”. Prisioneros de un pensamiento polarizado, dicotómico de “todo o nada” se interpretan los eventos en términos absolutos despreciando los grados intermedios. Víctimas de la abstracción selectiva nos enfocamos exclusivamente en determinados aspectos, generalmente negativos de un evento, persona o circunstancia. Arbitrariamente, se tiende a descalificar lo positivo y sacar conclusiones precipitadas al presuponer intenciones gracias a la adivinación y profetización de resultados. La predicción de “nadie está exento”. Impera la visión catastrófica que imagina o especula el peor resultado posible, obviando o desvalorizando aspectos positivos. Relacionado con la tendencia a la sobregeneralización, se impone el etiquetaje, que consiste en asignar etiquetas a alguien o algo en términos absolutos e inalterables. Tal sería el caso de “los colectivos” Destaca el sesgo confirmatorio, la tendencia a torcer la realidad para que encaje con ideas preconcebidas. Finalmente, poseídos por la falacia de razón, presuponemos ser los dueños de la verdad absoluta y no toleramos equivocarnos.

“Si queremos la paz, preparémonos para la guerra, preparémonos para saber evitarla, para superarla, para aprender a luchar sin odio y sin violencia…”


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Maryclen Stelling


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