Pasar la encrucijada

Es un momento crucial en la batalla para ganar la guerra al sistema capitalista. Pero la justicia está emparedada por las deposiciones seculares de la oligarquía y salvo contadas excepciones, eso no va a cambiar a corto plazo. Sería ingenuo pensar que la justicia esté reivindicada por las sentencias sobre los casos de algunas víctimas de abril 2.002. Solo que una costra de excremento seco se desprendió de los ojos de la dama de la balanza tras siete años de clamor popular a sus puertas, acosados por la jauría mediática. Por allí se filtró un hilito de luz que llevó al paroxismo a la “realeza” neoliberal criolla y sus bufones.

La universidad debe ser transformada, debe ser el útero sagrado de la Patria, cuya estirpe garantice los valores socialistas y promueva el saber para el desarrollo sustentable de la nación. Pero no se ha constituido en tal y solo un grupo de indomables se mantiene firme ante las horcas caudinas de la derecha allí enquistada. En los últimos 50 años, muchos no entendieron que al graduarse, indistintamente de la especialidad, recibían un legado en común: antivalores. En vez de luces, sombras nada más. Ese legado era y sigue siendo promovido, complementado y actualizado desde las guaridas mediáticas de la oligarquía. Son dos entes formadores de un mundo que impulsan el caos desde sus entrañas, mientras horadan a placer recursos, el erario, bolsillos y conciencias.

El germen del fascismo ha medrado en el recinto universitario durante todos estos años, lo que pasa es que antes era gobierno, cobraba y se daba el vuelto. Otrora las luchas eran dadas en un angosto terreno que iba de sus plazas hasta sus arcos, apenas guarecidos por un frágil manto autonómico, mil veces rasgado por la represión y la muerte; otras tantas silenciadas por los medios privados. Hoy es un cubil con más recursos que algunas gobernaciones. Sus autoridades desafían groseramente al Gobierno Bolivariano con el propósito explicito de provocar una “violación” de sus predios y montar un nuevo show.

Pero es mucho más. Acudimos a un nuevo 11 de abril dosificado, calculado y administrado con más inteligencia que en aquella ocasión. Es absurdo insistir en que la oposición carece de ideas y principios, es solo que están fundamentados en elementos contrarios al proceso revolucionario. Son profundamente infecciosos, mortales. Sin embargo han asimilado la noción de que hay que resistir y no inmolarse en una sola embestida.

A diez años de haber llegado el Gobierno Revolucionario, las superestructuras del capitalismo apenas comienzan a ser desmontadas, pues a despecho de lo que ululan día y noche los medios golpistas, aquí están plenamente garantizados los derechos democráticos. En otras palabras: El gobierno les hace frente respetando reglas y normas que la oligarquía contraviene con pericia desde la época de Doñana.

En aquel abril agitado, los golpistas se llevaron dos sorpresas. Primero fue el terror de ver al Pueblo alzado frente a ellos y la restitución del orden constitucional y del Líder Comandante casi de inmediato. La segunda, el perdón, cuyo objetivo era devolver la calma al país, tuvo un efecto secundario indeseable. Ya sabemos lo que siguió y como respuesta a las acciones oficiales de llevar a juicio a los golpistas, el poder judicial optó con indolencia, por urdir la “megaplasta”.

Con la impunidad tocando a tambor batiente, dicho efecto secundario era predecible: bochinche y más bochinche. En todos los órdenes se desató una agresividad hacia el proceso de cambios que provocó pérdidas irreparables a la República. A la sazón, ante la debilidad ideológica y el infame legado, en nuestros predios hizo nido el mal ejemplo y se desataron apetencias y ambiciones por la casi garantizada certeza de impunidad al emular las mañas adeco copeyanas. El ministro Samán tarde o temprano se encontrará con que tras algunas empresas fachadas de acaparamiento y explotación no solo están los oligarcas tradicionales ¿Sorpresa?

Sacando cuentas, vemos como el proceso revolucionario soportó tres acometidas bestiales seguidas de una serie de actos fascistas cada vez más frecuentes y mejor articulados. Los fracasos no han hecho mella en sus obstinados intentos por recuperar del poder a través de la violencia, ni van a parar. Tenemos largo rato ante una gran encrucijada. La oposición está muy lejos de ser derrotada si persistimos en enfrentarlos con manuales que se conocen al dedillo.

Hay que derribar sus bases ahora. Ya hemos desperdiciado oportunidades valiosas para vencer al enemigo. Por eso digo que el poder constituyente debe activarse para cambiar el sistema mediático que está en manos de la contrarrevolución y que es el artífice junto a la Universidad tradicional, de la clase media y sus lacras consumistas ¿De qué otra forma podemos combatir a un enemigo artero, traidor, ventajista e inmisericorde? Han creado una cultura y la han injertado con éxito en las sinapsis de una buena parte de la población. Fidel Castro dijo que aquí no hay cuatro millones de oligarcas. Vale, pero si hay cuatro millones de personas que han sido programadas para vivir en esa cultura. De concretarse un nuevo sistema mediático por voluntad popular estaríamos dando un paso decisivo para el afianzamiento del proceso, al desarticular al emisor más conspicuo de antivalores con que se haya topado nación alguna.

Mirémonos en el espejo de Rwanda. Los constantes instigamientos hacia una parte de la población por parte de quienes detentaban el poder mediático impulsaron un genocidio atroz. Aquí vemos como se tergiversa, inventa y oculta información sobre la labor oficial, se conspira abiertamente contra el Gobierno, se amenaza y extermina a dirigentes revolucionarios, se introduce constantemente armamento sofisticado, cada cierto tiempo atrapan paramilitares y francotiradores expertos, se aterroriza a la población a la menor oportunidad y se auspicia el racismo. Todo en la más absoluta impunidad ¿Esperaremos a que el constante bombardeo de los medios acabe por ser catalizador de una guerra civil? Esto no debe desestimarse, pues si no tienen suficiente carne de cañón entre sus seguidores, lo están compensando con paramilitares y mercenarios

La universidad no puede seguir siendo matriz de la cual eclosionen nuevas nidadas fascistas ni los medios continuar en su aquelarre golpista. La cacareada autonomía universitaria es lo que al empresariado mediático la libertad de expresión: Un subterfugio para delinquir. No permitamos que una riada reformista desvié el proceso revolucionario. Hay que pasar la encrucijada.

Si lograran dar un nuevo golpe o perpetrar un magnicidio, el lapso para volver a la calma será muy largo y costará muchas vidas.

pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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