Resultados del 23N

El significado de los números (II)

“Las personas solo ven lo que están preparadas para ver”

Ralph Waldo Emerson



Sostener que se ganaron 17 gobernaciones y el 80,67% de las Alcaldías es un dato que permite determinar una primera impresión de la victoria alcanzada por el PSUV. Sostener como hemos visto en VTV por ejemplo, que el mapa político venezolano cambio en comparación con el de 2004, es una información con mayor sentido y significado porque se tiene una referencia gráfica de ese cambio. Sin embargo pintar el mapa de rojo porque se haya ganado no establece la dimensión y contundencia de esa victoria: Hay matices

Los proceso electorales buscan consolidar un poder, pero el alcance y la fuerza no se determina simplemente porque se ganó, sino por la contundencia de esa victoria. Lo importante no es ganar sino consolidar un poder (fuerza) y eso se logra en la medida en que se reduzca la fuerza y capacidad del oponente. Ganar una gobernación y un consejo legislativo con poco margen, no ofrece muchas posibilidades de ejecutar un proyecto, porque seguramente los legisladores regionales obligarían a negociaciones que llevarían a cancelar iniciativas. Ganar con poco margen, nos dice que el otro (opositor) tiene fuerza y estará en la calle obstaculizando nuestra propuesta.

Se dijo en la campaña muchas veces y el Presidente lo repitió una y otra vez, que Zulia, Miranda, Carabobo y otros estados fronterizos son estratégicos y si son estratégicos, son importantes y si perdimos ahí; la victoria deberíamos pensarla y administrarla mejor.

En la IV República conocimos una especie de máxima que decía: “el poder desgasta”. Ese es un lema que no debe tener lugar y espacio en un proceso revolucionario, porque el “desgaste” era un producto de un mal gobierno que no era capaz de responder a las necesidades del pueblo. En una nota que llegue a publicar en esta página, manifesté que los gobiernos regionales y locales con sus malas gestiones podían ser el “talón de Aquiles” de Chávez y esa es una probabilidad a través de la cual puede concretarse entre nosotros, la máxima: “el poder desgasta”. No parece lógico estar ejerciendo el poder a nivel regional y local dentro de una opción revolucionaria para ganar una Alcaldía o una gobernación porque los opositores fueron divididos o con una diferencia entre uno y cinco puntos porcentuales. Ese dato, es un indicador de un gobierno que no anda en una ruta revolucionaria.

Por ejemplo, debe explicarse “la victoria” de Francisco Rangel Gómez, siendo Gobernador de un estado con empresas básicas estratégicas, nacionalizadas y con una importante masa obrera. Francisco Rangel Gómez “ganó”, pero el dato porcentual (47,03%) puede sugerir una lectura equivocada, porque cuando se suma los votos de los candidatos de la oposición, el dato toma otro sentido y explicación. Los votos de la oposición suman el 45,79% de los votos en la entidad y la diferencia es de 1,24%. ¿Tiene sentido que con casi de 10 años de gobierno nacional y cuatro regionales (revolucionarios), en un estado estratégico se “gane” así? ¿Se estará en este estado frente a un desgaste del poder o un desencanto?

En su rueda de prensa del 24/11/2008, el presidente expuso que el PSUV ganó en las ciudades más importantes del país y como se ha estado argumentando, es un dato importante, que reclama sus consideraciones, porque si lo observamos sin un nivel de referencia multitemporal, se corre el riesgo de compartir una sensación de victoria con pies de barro o de omitir tendencias o procesos que es necesario revisar para detener.

Si comparamos los resultados de las elecciones regionales del 2004 con las del 23-N en siete ciudades tomadas al azar, se observará un cambio significativo. En Caracas, Valencia, Maiquetía, Maracaibo, Puerto Ordaz, Los Teques y Barquisimeto para el 2004 se lograron 841.125 votos y para el 23-N, la votación fue de 1.307.753 con una variación de un 55,5%. En Maracaibo por ejemplo, en el 2004 se lograron 140.046 votos y para el 23-N, el nivel de votos alcanzó a 219.457, con un incremento que estuvo en el orden del 56,7. En Barquisimeto para el 2004 el candidato a gobernador logro 161.528 votos y para el 2008, se alcanzaron 240.467 votos con un aumento de 48,9%.

Si se intenta otra lectura y se compara la votación lograda en estas siete ciudades con la votación lograda en el 2006, se tiene una información, que puede estar enviando una señal sobre el lento “avance” del proceso revolucionario, porque la votación del 23-N no tuvo la fuerza y el impacto que alcanzó en ese momento. En el 2006 en esas siete ciudades se obtuvieron 1.802.795 votos y para el 23-N, la votación fue de 1.307.753 con una descenso de -27,46%. Si se desea eludir un análisis profundo y se acude al argumento que en el 2006 estaba en juego la figura presidencial, se puede argumentar también, que para el 2007 estaba en juego la permanencia del líder en la conducción del proceso y sin embargo, en esas ciudades para el 2007, la votación fue de 1.071.838 y para el 23-N se lograron 1.307.753 con un incremento de un 22,0%. ¿Será que los datos envían señales de proyectos personales? ¿Será que Chávez es muy bueno como portaviones, pero peligroso cuando se trata de fortalecer el poder popular o desarrollar un concepto revolucionario de descentralización? ¿Será que no hay un autentico proyecto bolivariano o ese proyecto se pierde entre los proyectos personales y malas gestiones regionales y municipales? (ver cuadro anexo)

Según la información del CNE, el PSUV obtuvo 5.073.774 y si se considera la referencia más alta alcanzada por el proceso en una confrontación electoral, debe reconocerse un decaimiento del entusiasmo. Hay electores que se bajaron del tren o están esperando señales que los anime a incorporarse nuevamente.

Dice mucho tener casi el 81% de de las Alcaldías y el 77% de las gobernaciones, pero diría más, si esas 263 alcaldías y 17 gobernaciones, fueran efectivamente integradas al proyecto de cambio bolivariano. La pregunta que tenemos que hacernos en este caso es: ¿Hay integración? ¿Hay un solo gobierno? ¿Quién controla esa integración? ¿Hay un seguimiento y control a las políticas públicas? ¿Se le da sentido al Plan Simón Bolívar en las Alcaldías y gobernaciones? ¿Aplica el partido la contraloría social? ¿El partido y los batallones continuaran siendo maquinarias electorales para fines personales o instrumentos para transformar la conciencia de los militantes del PSUV?


evaristomarcano@cantv.net



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Evaristo Marcano Marín


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