Rojo y Azul

Lo rural y lo urbano en el espacio electoral

En el examen que es posible hacer del 23N sorprende observar el mapa de Venezuela, mayoritariamente pintado de rojo y que, algunos analistas políticos opositores al gobierno nacional, con desacreditada aritmética, quieran convencer al país de un triunfo electoral logrado con menos alcaldías y gobernaciones que sus adversarios. El argumento que causa mayor estupor es aquel que algunos se atreven a deslizar como quien no quiere la cosa, que identifica al voto de la clase media como uno de mayor espesor y calidad que el voto de los sectores populares. Seguramente, a estos señores habrá que mostrarles lo que las matemáticas resuelven con meridiana claridad: El número de venezolanos que votó por las fuerzas que apuntan a la transformación socialista, es sustantivamente mayor que el número de venezolanos que votó por las fuerzas de la restauración política. Se lograron 17 gobernaciones de un total de 23; pero, mucho más importante que eso, es que se lograron 264 alcaldías de un total de 335, lo que significa que casi 22 millones de venezolanos vivirán los próximos años en un municipio bolivariano (Fuente: okrimopina.blogspot.com).

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El mapa electoral que hemos visto en los últimos días, estado por estado, municipio por municipio; pero, sobre todo, parroquia por parroquia, es la imagen que ilustra con mayor dramatismo el resultado de la aplicación sostenida de los modelos de exclusión e injusticia social que se han desarrollado en nuestro país a lo largo de los gobiernos anteriores a Chávez. Es posible señalar que por primera vez en unas elecciones existe una coincidencia palmaria, entre las maneras que adopta el espacio electoral y las formas en las cuales la segmentación social y económica se ubica en nuestra geografía rural y urbana. Sin lugar a dudas, el mapa en azul y rojo, a nivel de las parroquias, es la expresión de una acumulación histórica que revela los territorios que, invariablemente, han sido atendidos y desatendidos por el Estado. En ese sentido, la planificación y la acción política (o, según se vea, la ausencia deliberada de ellas), coinciden en la forma que asume cada ámbito espacial. De esta manera, los sectores populares que viven en áreas informales del campo y la ciudad, y los sectores de clase media, que habitan en urbanizaciones, votaron mayoritariamente por opciones políticas que apuntan en direcciones contrarias.

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La clase media o, al menos, un importante sector de ella, votando por el conservadurismo opositor apoya las tesis desarrollistas (que son las que prevalecieron en el marco de la dominación petrolera trasnacional), que postulan la idea de que el Estado venezolano debe concentrar sus recursos en el eje norte-costero del país y, sobre todo, en la megalópolis Caracas-Valencia-Puerto Cabello, como una forma de captar convenientemente los intereses del gran capital. Ésta visión de la derecha neoliberal que, por lo general, interpreta la acción del Estado desde una perspectiva de “alta” selectividad en la inversión, asume, compensatoriamente, las siempre insuficientes políticas asistencialistas, como manera de resolver la pobreza y la inequidad social en aquellas áreas donde no tiene planificado incidir directamente. Por otra parte, también habría que decir que los sectores populares o, al menos, un importante número de ellos, votando por el partido de gobierno apoyan las tesis de la izquierda política, que apuntan a la comprensión del territorio como una unidad que debe funcionar integralmente, desde Caracas a La Esmeralda, en el estado Amazonas y desde San Cristóbal a Yaguaraparo, en el estado Sucre, donde los planes de desarrollo asociados a una Nueva Geometría del Poder apuntan a democratizar y “capilarizar” la acción de Estado a lo largo y ancho del país.

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De esta manera, el mapa electoral del 23N establece con claridad dónde se está percibiendo adecuadamente el mensaje de solidaridad socialista y dónde es necesario hacer importantes esfuerzos para superar los niveles de insatisfacción que produjeron algunas gestiones afiliadas a la del gobierno central. Es necesario comunicar que el proceso bolivariano tiene planteado también incidir positivamente, con eficiencia, en la calidad de vida de la clase media. Esperamos que en este nuevo ciclo de gobiernos locales que recién comienza, los alcaldes socialistas hagan el trabajo que, junto al poder popular, les corresponde hacer para comunicar con nitidez la idea de que el proceso político de transformación es integral: En todo el territorio nacional y para todos los ciudadanos por igual, de acuerdo a sus necesidades.

* profesor asociado FAU-UCV

carlospouruan@gmail.com


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