Sobre su mensaje a Luisa Ortega Díaz

Carta a Zulika King

Zulika he leído tu carta. Entré hasta tu sufrimiento. Qué fuerte ha sido leerte ese "perdona la dureza de estas palabras…". Qué bella y que recia esa oración: "la justicia no es una opción". Con cuanto sufrimiento te preguntas si -después de lo que te han hecho- "se puede llegar a dormir tranquilo o tranquila" Sé que conoces bien la "extraña razón" que ahora te impide y te prohíbe el cariño.

¿Sabes que la primera vez que te leí me sorprendiste? Desde esa foto tuya con sombrero me imaginé que eras una de estas sifrinas que se metieron a Chavistas porque era la moda o porque Chávez te cautivó con su verbo de negro refistolero. Me pillaste y me asombraste. Desde entonces te leo.

Pero no es por eso que te escribo. Quiero decirte que dolor, decepción y desilusión no son la misma cosa. Las desilusiones son necesarias. Una desilusión destruye algo que pudo no concretarse porque no estaban dadas las condiciones para lograrlo. Pero las desilusiones jamás te toman por sorpresa. La decepción es otro asunto, es una certeza que al perderla te desmorona. Es una realidad que se rompe, algo que era y no lo será más.

¿Sabías que cuándo mayor edad se tiene menos certezas acumulas, y más decepciones almacenas? La vida te curte, te colocas un caparazón de morrocoy y todo, o casi todo, te resbala. Una piel de hipopótamo te protege pero no es verdad, amontonas decepciones. Posiblemente te hagan menos daño, pero están allí. Las ves y no las tocas. Hasta puedes creer que son de otros.

Quiero expresarte, que no es cierto que estés diciendo adiós "en dolor mayor". Tu dolor es mucho mayor que ese adiós. La música de tu dolor es un réquiem. Una misa que quiere decir "descanso". Hay en toda tu carta una decepción como pena infinita. Se siente tu agonía. Es por ello, Zulika, que las decepciones son terribles. Incluso para quien las provoca, porque con ellas siempre se destroza algo positivo.

Desilusionar a alguien puede ser algo que haces hasta por bien de otro. Y es que las ilusiones, Zulika, no se agotan. Pasas por una desilusión y vendrán mil nuevas. Es más, las que se esfumaron pueden ser recuperadas. Si llegas a pensar que no volverás a tener más ilusiones te sorprenderás cuando aparezcan una y otra vez. Las ilusiones, Zulika, crecen solas. Volverán a brotar como el monte y la maleza.

Pero las decepciones son otra cosa. No es un globo que se desinfla. Te quitan el suelo y quedas en el aire. No se borran. Permanecen como cicatrices. Se debe tener mucho cuidado al manejarlas. Hay que arrinconarlas. Es como cuando descubres que no eres como pensabas. O peor de lo que creías. Te duele, y entras en un foso. La desesperación te aturde y sales de ella si alguien que te quiere mucho es capaz de sobrevivir solo para tenderte la mano.

Es lo que te ha pasado con tu amiga. La decepción actuó como un disparador. Tus emociones cabalgan una sobre otra y una angustia similar a la impotencia te ha desconcertado. Construiste un amor que debes perdonar. Con dedicación y confianza lo hiciste, pero debes arrancarte ese sabor amargo, ese anclaje, esa marca. Sólo desde la grandeza podías salir de tu dolor y tu carta, con un linaje enorme, ha sido el boquete por donde te escapaste.

No hace falta que lo repitas, tú pisas firme y ves todo muy claro. Es inaudito lo que has observado donde hubo antes una profunda admiración y un gran respeto. Se te volteó el santo, Zulika, te dio la espalda. Es cierto, la vida nos pone en encrucijadas. Son pruebas y a veces las superamos y otras no. Permíteme terminar pidiéndote disculpas "por haber hecho pública esta carta".



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Isaías Rodríguez

Abogado, ex Vicepresidente Ejecutivo y ex Fiscal General de Venezuela. Actual Embajador de Venezuela en Italia.


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