La Oposición portatil

Es realmente increíble que por ahí deambulen algunas mentes que, viviendo en el presente, con una fehaciente muestra de que en el país había que aplicar cambios desde hace mucho tiempo (no por otra razón cayeron), sigan aspirando a devolver las agujas del reloj para revivir su época de país portátil, cuando esclavizaban a los venezolanos más empobrecidos y se repartían el país como les venía en gana, regalándolo al extranjero, privatizando casi hasta las mascotas.

Pero por increíble o insólito que parezca no significa que sea fabuloso. Nada de eso: los especímenes existen, tan reales como que al salir a la esquina se puede encontrar alguno que nos diga en plena cara, retando cualquier lógica, por ejemplo, que la OPEP le hace un daño a sus agremiados, que el bombardeo a otros países es adecuado, que el corredor vial Bus Caracas en construcción o el Metro de Caracas es atraso para el país, que la creación de una Comunidad Económica Latinoamericana o de un Consejo de Defensa Suramericano son actos ridículos, que corregir la exclusión social en el acceso a las universidades es una medida orientada al oscurantismo. ¿Señores, que está pasando? ¿Con qué nos comemos todo esto?

No es moralmente aceptable que una mentalidad humana, a título de visceral oposicionismo político, deje prevalecer sus hormonas y se lance a satanizar lo que provenga, sea lo que fuere, de la fuente de un gobierno que no les gusta, por no decir que los desalojó del poder por ineptitud propia. Si se va al caso, en sus orígenes, habría que concluir que la culpa la tienen ellos mismos, los opositores, esos mismos deambulantes homúnculos de tiempos pasados que aún resuellan por ahí con aires de puro anacronismo. ¿Se es humano o se es bestia, más definitoriamente? ¿Dónde están los adalides de la educación, del refinamiento intelectual y del control de la brutalidad, tan rimbombantes ellos cuando toman un micrófono de un medio de comunicación social y empiezan a catalogar de “zambo tosco de Barinas” al presidente y de "chaburros" a sus seguidores? ¿Se tienen más tripas en el ombligo que en la caja encefálica? ¿Cómo habría que llamarlos, si vamos al caso que hubiera que ponerles un despectivo o jocoso nombre?

Dicen los abuelos, para traer a colación la sabiduría popular, único especialista para este caso psiquiátrico, que "Perro que come manteca mete la lengua en tapara", cosa que le guinda de perlas en el cuello a la oposición venezolana, a modo de cartelito descriptivo de su naturaleza y raza. Porque eso semeja nuestra oposición venezolana: una especie de raza en extinción que se sujeta con furor vital a su era jurásica, andando por allí, infiltrados entre la normalidad viviente del presente, aparentemente corregidos o adecuados a la dinámica política de querer hacer prosperar a un país, pero con todas las malas mañas destructivas de la desaparición de su especie. Basta con que abran la boca, cual dráculas, para mirar la hilera de anacrónicos dientes y acabar con la ilusión de un humanismo, camuflado bajo el aspecto de una figura humana.

Pero ya lo hemos hablado: es la oposición que se opone por oponerse -y valga la fiesta pleonástica-, conducta que tiene a la terquedad como rasgo propio de los humanos, pero que recuerda mucho a las mulas cuando se antojan de tirar hacia un determinado lado. Aunque podría humanizarse el rasgo aun más y llamarlo fanatismo, conducta que, por increíble que parezca, es más propia de humanos que de animales, a pesar que en su definición está implicado el sacrificio de la capacidad pensante en nombre de una idea. No es aceptable tildar de más fanática que terca a una mula, porque esa cualidad como que la tienen acaparada los humanos. Aunque en el caso de la oposición política nuestra ambas expresiones parecen resultar en extremo definitorias y encajar como la tuerca en el tornillo.

Más allá de la sabiduría popular, está el lenguaje de los doctos, de los especialistas, aunque, después de todo, lo que hacen tales doctos es decir lo mismo que el pueblo pero en otra jerga. Y está el hecho sociológico lamentable que ha enchumbado páginas de tinta: la mentalidad sospechosamente amable y permisiva de los paradigmáticos entes de los 50 años pasados de nuestra historia republicana respecto de los exterior, lo extranjero, lo europeo, lo bárbaro y gringo. Servilismo y vasallaje, para otros, formatos mentales forjados en el yunque de una educación subrepticia para el amantazgo de lo peregrino y el desprecio de lo propio. Una vil educación para la traición patria, derruida internamente en sus soportes de pertenencias nacionales. Unas figuras aéreas, de todas partes, menos de su país. Unos alumnos ansiosos por probar nobleza en la gran batalla por entregar a los suyos y su propia casa sin ser llamado en el acto "traidores", sino próceres, para tener un escudo, finalmente, en el gran país de sus sueños: Europa o EEUU.

Lógicamente, el formato posee un brillo, determinada forma paradigmática. Se es blanco, ojos verdes o azules, graduado en Harvard, pelo liso, con apellido resonante, sangre noble si es posible (descendiente de Santander o de Páez, aunque fuese campesino éste en su origen, pero ladrón y ambicioso de primera), o, en su defecto, descendiente extranjero al menos en su primera generación. Todo un modelo, suerte de círculo cultural cerrado que asegure la no entrada de factores corruptores, como improvisados líderes comunales o militares que no hayan degustado la pastilla ideológica de sus de sus preferencias.

Y en el ejercicio, como dijimos, debe resultar un apologeta de las causas vendidas (para no decir perdidas), como consecuencia de toda esa educación recibida en el aula anglosajona, esmerada en que sus alumnos no vayan luego contra ellos, es decir, contra sí mismo. La Escuela de Las Américas, donde enviaban a sus militares venezolanos, es una conocida institución forjadora de golpistas de Estado y traidores a la patria, alumnos cocidos a fuego lento en el arte de fomentar la insidia y el separatismo en el terruño propio. Y todo con el deslumbre del gran país modelo, hacia donde deben tender y aspirar cualquier que se precie amante del "primer mundo". Los EEUU son el norte.

De manera que las criaturas, dado semejante pastillaje de deslumbramiento ideológico, en tanto producto de una formación ideológica, de una educación para implotar culturalmente, no son ni responsables de sus propios actos, lo cual debe dejar en evidencia -para la causa revolucionaria- que no se combate ni siquiera contra seres humanos, sino contra suertes de máquinas creadas en el espíritu maquinesco de la Guerra de las Galaxias. Clones programados para soltar por esa boca frases hechas, con brillo docto, en contra de cualquier medida que diseñe el Estado venezolano como pertinente para resolver la normal problemática que se presente en un país, medidas como las mencionadas al principio, que no abunden en la panoplia conocida y belicosa del libre mercado, el imperial capitalismo y la final descomposición de las nacionalidades en función de otra, más universal -se dirá-, como la que ya sabemos.

Por ello al clon opositor venezolano jamás se le podrá oír aceptación alguna de una medida o idea procedente del sistema de gobierno que busque implementar cambios profundos dentro de la sociedad venezolana. Nada. Ni siquiera habrá de mostrar conformidad –que tengan que agradecer los ofende- con políticas que los beneficien a ellos mismos, locos como están de tanto virus extranjero dentro de su sistema neuronal. La Ley de Amnistía reciente, que casi los reivindica como golpista -para exagerar un poco- fue un ejemplo. Les pareció ofensiva, porque ellos, en su refinada cultura de exteriores, acariciaban a cada noche su dulce título de felones patrios, respecto del cual sentían la tentación de ponerlo en una placa ostentosa, mirando al norte.

Cuando declaran a los medios de comunicación, con sus ojos verdes, su piel blanquecina y su aterciopelada voz de Harvard, por ejemplo, que el Consejo de Defensa Suramericano es una "locura" (lo dijo un vicealmirante de nombre Huizi Clavier) porque no contempla la inclusión del amo del norte dentro de sus filas, no se sabe que lamentar más: si el cuerpo humano utilizado como alojamiento de especies de chips electrónicos (es un soldado del futuro), o los mismos programas de computadoras, ofendidos en su inteligencia por lo plano mental de su huésped, que se supone de la misma pasta de sus creadores. Es, como dije al principio, simplemente increíble, aunque, hasta aquí, en virtud del razonamiento mismo del discurso, le sumo la razón de la exculpación, porque, como en la naturaleza, crea la educación organismos celulares que como cualquier especie procuran luego su supervivencia.

¿A quién demonios le habrá de parecer obscurantista, negativo o contracivilizado, por ejemplo, una Comunidad Económica Latinoamericana, con su respectiva moneda única y hasta carta constitucional colectiva, por el simple hecho que un país extraño a los nuestros en idiosincrasia (como los EEUU) se quede por fuera? ¿Qué tipo de locuras andan defendiendo semejantes clones de las causas exóticas? ¿Qué tipo de lógica parecen querer alimentar con semejantes ideas de la irrazón pura? ¿Por qué sí una Comunidad Económica Europea (sin los EEUU, por cierto) y no una nuestra? ¿Qué coño les pasó a sus neuronas durante tanto tiempo? ¿Qué tiene de retrógrado para un continente una Alternativa Bolivariana como el ALBA, un concepto de integración político y cultural, aun sin los EEUU? ¿Qué tiene ahora de malo una OPEP, idea misma de la IV República, más constreñida hacia sí misma que nunca; o un MERCOSUR, verdadera promesa de integración económica suramericana, sin los EEUU, que lo que realmente hace es dividir y guerrear para saquear? ¿O una OEA latinoamericana? ¿Qué diablos les paso a sus cabezas, señores opositores, por favor? No parecen querer dejarse de razones para que los sigan tipificando como “escuálidos”, escuálidos de "algo".

Si la respuesta es los EEUU, es decir, que el proyecto de autonomía y soberanía de los pueblos latinoamericanos deje a ese país por fuera, habría que responder con una pregunta: ¿hasta cuándo tanto vasallaje, servilismo, cipayismo y traición en tierra propia, ofendiendo, de paso, la inteligencia de la gente nuestra, para no hablar de orígenes republicanos, como Bolívar y las luchas de independencia? ¿Dónde carajos se ha visto que un pueblo es soberano entregándose en cuerpo y alma a quien lo coloniza? ¡No me jodan!

Sin duda: algo huele mal en Venezuela. Razones hay para creer que los muy doctos exponentes del oposicionismo venezolano perdieron los reales de la república educándose en las selectas universidades del norte, porque esa vaina de venir a amar un país destruyéndolo o vendiéndolo suena al mundo loco donde se le piden peras a los hornos.


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Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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