Manual para el tratamiento de crisis comunicacionales

Escribo para finalizar mi intervención en los debates en torno a Walter Martínez, felicitando a las personas que aparentemente lo ganaron. Ello a pesar de que la discusión dejó de tratar desde hace mucho sobre el conductor de Dossier, para centrarse más bien en las técnicas que se utilizaron para minar su reputación y la forma que se usó para intentar acabar con este asunto.

A pesar de todo, aprendí mucho en lo relativo a como manejar circunstancias en las cuales tienen que salir de alguien incómodo o molesto. Sugiero humildemente plasmar todos estos conocimientos en un manual, para que las personas que trabajan en la administración pública aprendan cómo enfrentar este tipo de situaciones.

Y, de hecho, creo que el manual podría sintetizarse así.

Capítulo I: Cambiar términos y definiciones

Podemos cambiar algunos conceptos que suenan mal. Por ejemplo, podemos decir que sacar un programa del aire no es censura. Sin importar que la Wikipedia diga que la censura "consiste en cualquier intento de prohibir la información, los puntos de vista o formas de expresión". Sin importar que hayamos calificado de censura la salida del aire del programa de Mingo, o la salida de varios columnistas de diarios como El Nacional sólo por ser afectos a nuestro admirado Presidente.

Ahora, ¿qué nuevo nombre le ponemos a esto? ¿Censura? No. Pongámosle un nombre más bonito: "aplicación de una ley para el uso responsable de los medios".

Otro ejemplo: Suspender a dos periodistas de un canal de televisión por no leer un comunicado NO es una violación al derecho a la libre conciencia (artículo 61 de la Constitución) ni mucho menos es una "conducta adeca". Llamémoslo más bien "un procedimiento administrativo ante una falta grave".

Capítulo II: Cómo salir de alguien incómodo

Si una persona es incómoda, así haya sido valioso para el proceso (a quien aclamabas hasta hace unas semanas), la solución es simple: ármale una campaña de guerra sucia. Esparce rumores sobre él, su posición política, su sueldo, su contrato, sus carros, sus amantes y su forma de vida. Saca todos sus defecto a la luz pública: su personalidad, sus gestos, sus arranques de cólera, sus debilidades, su pasado.

Hazlo a pesar de que durante meses jamás has cuestionado eso, pero hazlo ahora porque es importante sacar todas estas cosas al mismo tiempo para minar su reputación.

Si tienes que mentir un poquito, ¡hazlo! Pero rodea tu mentira de una o dos verdades muy conocidas, para que la gente no dude de ellas. Por ejemplo, dí: "Fulanito armó este escándalo el mismo día que Chávez fue a Nueva York" para crear dudas sobre la lealtad de Fulanito al Presidente. Y, acto seguido, dí una mentira: "Fulanito criticó una cadena sólo porque interrumpió el Miss Venezuela".

Sección 2.1: Deslegitima a quienes lo apoyen

Manda a varias personas a escribir artículos deslegitimando sus posiciones y las de cualquiera que lo defienda.

Si alguien sale a protestar apoyando a esa persona, intenta que nadie se dé cuenta de que la protesta existe. No la reseñes en tus medios, a menos que las cosas se te escapen de las manos y se vuelva un hecho público y notorio.

Si no te queda otra sino reseñarla, intenta deslegitimarla. Dí que la protesta la hicieron 20 sindicalistas y asócialos a Globovisión. Si eso no sirve, trátalos de guarimberos. Dí que "se atreven a hacer guarimbas frente al canal, y eran poquísimos"

Sección 2.2: Hazlo estallar

Lo fundamental es que, si es una persona explosiva, lo hagas estallar para que meta la pata. Hay que hacerlo salir gritando, insultando gente y lanzando denuncias a diestra y siniestra. Cuando lo haya hecho, habrás ganado.

Si no lo hace, recuerda que controlas varios medios de comunicación del Estado, así que ¡úsalos!
Haz que gente que esté contra esa persona vaya a entrevistas y programas de opinión. Dedícale dos horas diarias al asunto. Evita que quienes tengan una opinión contraria vayan al canal. Haz lo necesario para que no salgan a la luz las llamadas del público que lo defiendan. Repite cada 15 minutos cualquier opinión del Presidente en contra de esa persona.

Y si alguien importante en el proceso sale a apoyarlo, ingéniatelas para que el Presidente le forme un bueno rollo, por ese o por otro asunto. Cualquier otra persona que quiera salir a defenderlo se lo pensará muchas veces.

Capítulo III: Haciendo que la gente se quede tranquila

Claro que vas a tener un grave problema: la gente. Y es un problema grave porque les enseñamos en 2002 y en 2003 cómo reconocer una manipulación, cómo darse cuenta de que hay verdades a medias. Ellos perciben las campañas de desprestigio y saben lo que es hacer lobby para ganarse el favor de alguien. Y así como les enseñamos a reconocer todo eso en los medios de oposición, ellos también sabrán hacerlo con nuestros medios.

Así que, en primer lugar, dejémoslas en ascuas por 4 ó 5 días. No digamos nada a ver si se olvidan del asunto.

Si eso no funciona, saca un parapeto de comunicado contundente como el que sacamos el 21 de septiembre, que diga mucho pero no diga nada. Uhm, no, mejor no. Con eso la cagamos.

Bien, entonces hay algo infalible: alerta ante aquellos que generan "una matriz de opinión que busca crear conflictos contra el gobierno y el Estado". En otras palabras, quien critique la forma de proceder de un ministerio o de una persona no es enemigo de esa conducta... ¡es enemigo del proceso! ¡Es un escuálido, pues! Con eso se acabará la discusión.

Capítulo IV: Evadiendo responsabilidades

Para terminar, asegurémonos de que nuestro Presidente apoye nuestra posición. Que salga él (y no los ministros ni viceministros) y que él asuma la responsabilidad de nuestros errores. Que el Presidente se raye diciendo que el suspender a dos personas por tener objeciones de conciencia NO es una conducta adeca. ¡Para nada! Es una conducta revolucionaria que jamás vimos en la cuarta república.

Gracias por todos estos conocimientos. Estoy seguro de que si algún día llego a tener hijos, querrán ser como ustedes.


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Luigino Bracci

Estrecho colaborador y antiguo miembro del equipo editor de Aporrea. Bracci es un celoso defensor del Software Libre y de la libertad de expresión.

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