De la soberanía como atributo del rey a la soberanía como atributo del pueblo

La democracia como problema: soberanía, integración y globalización neoliberal

Con posterioridad a la desintegración del Sistema Feudal, en Europa asistimos al surgimiento y consolidación del Estado Absoluto, raíz del Estado nacional moderno, el cual se va conformando teniendo en su base un pacto entre los monarcas absolutos y los comerciantes, para ir creando dentro de las fronteras nacionales unas zonas de libre comercio, libres de las trabas impuestas por los señores feudales y por el sistema de producción artesanal.

En un proceso más o menos largo fue madurando el concepto de soberanía, quitándole su carácter de atributo del rey, precisamente denominado Soberano, con atribuciones absolutas sobre el bien y el mal, la vida y la muerte. La soberanía va madurando como una condición de existencia y constitución del pueblo como sujeto histórico con consecuencias jurídicas y políticas. El pueblo se constituye como soberano y la voluntad popular surge como la fuente del poder y el fundamento de los sistemas de gobierno.

El ejercicio del mandato popular se fue estructurando en una lucha de conceptos y prácticas entre el Mandato Imperativo y el Mandato Libre. Lucha que se resolvió, como suele ocurrir, por la correlación de fuerzas que fue madurando en la medida que el poder del capital se fue consolidando e impuso como expresión generalizada el mandato libre.

El mandato imperativo implica que el pueblo elector no delega su voluntad en los elegidos. Estos son responsables ante el pueblo al cual deben rendirle cuenta regularmente, pudiendo ser revocados por éste en cualquier momento.

Es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. No hay otro gobierno legítimo que el gobierno del pueblo soberano. Cualquier órgano constituido por encima del pueblo o que sustituya al pueblo como ente que gobierna, es arbitrario. Los liderazgos legítimos son aquellos que están siendo confirmados permanentemente por el pueblo de manera libre y soberana.

Las organizaciones populares lo son, en tanto que están sometidas a un riguroso control por asambleas populares legítimamente constituidas. Las que les renuevan o revocan el mandato de manera periódica.

Es gobernar obedeciendo en donde el acto de gobernar es realmente un servicio público, un servicio al pueblo. Una relación donde debe estar claro que el soberano es el pueblo y que realmente es este el que gobierna mediante servidores, es decir, personas que están al servicio del pueblo y cuyo privilegio esencial es, precisamente, tener el atributo de ser un servidor eficiente y leal a los intereses populares.

Los títulos nobiliarios son dejados atrás. Lo noble es poder recibir el cariño, el respeto y el reconocimiento popular, como consecuencia de haber prestado o prestar un excelente servicio. No se es una Excelencia, como en los viejos tiempos, se es algo más sencillo y de mayor significación y contenido: se es un buen servidor al servicio de los intereses de la población, porque se pertenece a esa población, se es uno más porque se forma parte de lo más profundo de lo más profundo de la sensibilidad y el amor del pueblo.

Es la nobleza de lo plebeyo cuando la plebeyez representa la nobleza del oprimido, que no lo redime otro, sino que se redime a sí mismo, no como acto individual, sino como acto colectivo mediante la unidad y la elevación de la conciencia de los oprimidos, que los conecta con los intereses superiores del universo, de la naturaleza, de la humanidad y de la cotidianeidad de la existencia, cuando esta cotidianeidad se convierte en práctica de la libertad, que no se deja manipular por las promesas del Capital y sus representantes, sino que las impugna a través de la experiencia cotidiana.

Las relaciones de respeto implican formalidades, pero formalidades cuyo contenido está fundado en el afecto y el reconocimiento de los méritos de estar al servicio de los intereses de los humildes, porque, repito, se es parte de ellos.

En el mandato libre, el mandato popular se delega en los elegidos y estos, en general, no son responsables ante el pueblo elector sino ante instituciones que progresivamente se van separando de los intereses populares. Entonces, casi todas las constituciones comenzaron a decir: la soberanía reside en el pueblo, quien la ejerce a través de sus representantes. Esos representantes se fueron autonomizando, constituyéndose en un sector burocrático colocado por encima del pueblo. Fueron asumiendo privilegios y/o enriqueciéndose y por ese camino han tratado recuperar prerrogativas de la nobleza aristocrática. Se va constituyendo una caricatura de “nobleza” empoderada, que se relaciona con el poder y desde el poder, colocándose por encima de los trabajadores.

Nobleza es la que se adquiere por participar con desprendimiento, asumiendo todas las consecuencias, en las luchas cotidianas defendiendo los intereses populares. Poniendo a prueba la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Un hacer que se corresponde con una sentencia de Eduardo Galeano que señala: somos lo que hacemos, sobre todo, lo que hacemos para cambiar lo que somos.

En consecuencia, cambiar nuestro ser modelado por la explotación, que nos conforma como explotadores que aspiramos cada vez a mayores privilegios, aun cuando hablemos de revolución y de igualdad. Renunciar entonces a prerrogativas falsamente nobiliarias, para irnos construyendo como sujetos sociales en correspondencia con las tareas transformadoras, cuando una de esas tareas transformadoras esenciales es educar al que educa, revolucionar al que revoluciona. Obviamente, a nosotros mismos.

 Soberanía y globalización neoliberal

El Estado Nacional y la Soberanía, se hermanaron para garantizar un espacio para la conformación del sistema capitalista que siempre ha sido mundial, pero que durante esta fase se fue consolidando en el marco de fronteras nacionales. Uno de los caminos que tomó la evolución de la soberanía fue como instrumento para la creación de un coto privado, fuente de conflictos, de guerras, anexiones, expansiones en función de la competencia entre sectores capitalistas.

En el momento en que se va extendiendo la globalización neoliberal, las fronteras nacionales se van haciendo peligrosas y convirtiéndose en obstáculo para el movimiento de los capitales y las mercancías. El libre movimiento de los capitales y las mercancías es esencial para el capital transnacional. Libertad que no se extiende a las personas. Por el contrario, mientras mas se profundiza la globalización neoliberal, más restricciones surgen para el movimiento de las personas. Incluso, va resurgiendo con fuerza la esclavitud como parte del proceso de organización del trabajo.

La globalización neoliberal va conformándose, entre otros procesos, como parte de transformaciones fundamentales del aparato productivo.

Se van estructurando circuitos productivos internacionales que van pasando por encima de las fronteras nacionales y amenazan con desarticular como de hecho lo están haciendo, a muchos países. Se van anulando los vínculos económicos internacionales y en estricto sentido, el comercio internacional en su forma tradicional de importaciones e importaciones va perdiendo importancia, pese a que como las fronteras nacionales no han desaparecido, los movimientos de mercancías se siguen midiendo en términos de importaciones y exportaciones entre países.

No existe, pues, en un extremo un comprador y en el otro extremo un vendedor con intereses diferentes, opuestos. Van predominando las transferencias interdepartamentales y los precios de transferencia. Las grandes corporaciones internacionales centralizan la producción y van generando a través del mundo los distintos componentes de un producto final, en función de minimizar costos de producción. En consecuencia, circulan en el mundo productos en proceso que son transferidos de una empresa a otra hasta la elaboración final en un determinado país. Pero esas empresas no son más que filiales de grandes corporaciones. En consecuencia, no son transacciones entre compradores y vendedores con intereses diferenciados, sino operaciones dentro de una gran cadena productiva con precios administrados por la gran corporación según las conveniencias del proceso de maximización de ganancias. Esa es la gran mano visible que va influyendo sobre el movimiento de los precios.

Dadas esas circunstancias, las acciones independientes de los Estados nacionales en materia de estrategias económicas, son absolutamente inconvenientes. La tendencia es a que los Estados pierdan capacidad para elaborar políticas propias. Por el contrario deben atenerse a los dogmas del Fondo Monetario Internacional como centro que administra políticas en nombre del Capital, violando la soberanía de los Estados.

El Fondo Monetario Internacional ha ido usurpando atribuciones de los Estados soberanos y elaborando políticas fiscales, monetarias y financieras, políticas sociales (incluidas las políticas salariales) y políticas ambientales.

En ese contexto, las fronteras nacionales son un problema y mucho más lo son los Estados que luchan por su independencia y levantan esto como propuesta ante el mundo, como lo ha hecho y lo hace el Estado venezolano liderado por el Presidente Chávez.

La situación evoluciona hacia la transnacionalización de todas las relaciones entre las naciones, entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza. Especialmente se trasnacionalizan y se tratan de uniformizar los valores, que se van asociando a los valores del mercado, generando un proceso que trata de aplastar los valores solidarios, los valores que propician el encuentro, el compartir.

La OTAN se trasnacionaliza y se convierte en el brazo armado de la globalización neoliberal; la ONU pierde importancia, especialmente la Asamblea General y sus atribuciones tienden a ser trasladadas al Consejo de Seguridad; todos los asuntos mundiales, en última instancia, se convierten en problemas de seguridad.

La paz no es el resultado de la justicia, la igualdad, la solidaridad y el respeto a los derechos de la naturaleza, sino del fortalecimiento de las operaciones militares de mantenimiento de la paz. Es la diplomacia de los cañones. Por eso del presupuesto de la ONU la mayor parte se destina al financiamiento de operaciones militares de mantenimiento de la paz y sólo una suma menor se dedica al desarrollo, es decir, a satisfacer necesidades de los pobres y los países subdesarrollados. El problema de la paz deja de asociarse, como ya dije, a la construcción de un mundo caracterizado por la justicia, la igualdad y la libertad. Por el contrario, paz y seguridad se convierten en sinónimos. La paz entonces se construye mediante el uso de la fuerza para garantizarnos seguridad. El objetivo en los conflictos es lograr la victoria, no la paz. La victoria que garantiza seguridad y cultiva la venganza. Una seguridad insegura, pues los derrotados de ayer siempre podrán volver a levantarse para vengarse, buscando la seguridad perdida.

La seguridad está relacionada con el miedo a un enemigo subyacente, a la amenaza permanente de los que son diferentes. Es decir, al que tiene otro color de piel, otra cultura, otra religión, otra nacionalidad… En general, al otro. El que supuestamente amenaza el estatus social que se ha adquirido.

La doctrina de seguridad es eminentemente conservadora, temerosa y como la mujer de Lot siempre mira hacia atrás, hacia un supuesto pasado donde todo era mejor, sobre todo, más seguro.

Esta quizás sea la razón por la que la derecha venezolana no tenga capacidad para elaborar un proyecto de sociedad, un proyecto de futuro. Su conservadurismo la lleva a pensar el futuro como una prefiguración del pasado, lo que significa, entre otras cosas, carencia de imaginación, lo que los conduce a apostar por el pasado.

En tiempos cuando la defensa del proceso de acumulación de capital y la elevación de la tasa de ganancias se desnuda de una manera feroz como el problema fundamental, no sólo de las estrategias a largo plazo sino de las políticas cotidianas, todo lo que afirme la soberanía de las naciones, la autonomía de las personas como parte de grandes conglomerados políticos, culturales, étnicos o religiosos; la defensa de las identidades personales, locales, regionales o nacionales dentro del contexto global; la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza frente a los derechos del capital a multiplicar la acumulación y las ganancias, repito, todo esto, se convierte en algo subversivo. En un problema de seguridad, pues obviamente la dominación, los dominadores y su fundamento, la gran propiedad capitalista, siempre están amenazados, siempre están en peligro, pues ellos en sí mismos, son expresiones de violencia y de diversas amenazas. En el fondo están llenos de miedo, lo que los lleva a crear nuevas y más peligrosas armas de destrucción masiva, a planear y emprender guerras cada vez más destructivas persiguiendo a un enemigo que no es otro que la humanidad misma, esa humanidad que aspira a la felicidad, a la libertad y a vivir en paz.

Se le atribuye a Hermann Goering, uno de los líderes de la Alemania nazi, haber dicho: cuando escucho la palabra cultura saco mi pistola. A los fascistas de hoy les pasa lo mismo con la palabra paz. Cuando la escuchan sacan su pistola, como hicieron los sionistas ante la flotilla de paz encabezada por el Mavi Mármara. Por eso, precisamente, lo que los puede derrotar es un gran movimiento por la paz.

Ante la profundización de la globalización neoliberal, los ideólogos del neoliberalismo comenzaron a sostener que la soberanía era un concepto pasado de moda. El mundo académico en todas partes y por supuesto en las Universidades venezolanas, se fue llenando de “teóricos”, plenos de pedantería y genuflexión, que con fuerte apoyo mediático, comenzaron a escribir contra la soberanía y las fronteras nacionales. Hábilmente trataron de disfrazar su discurso como algo novedoso y calificar con apoyo transnacional, a los defensores de la soberanía, de las identidades regionales y nacionales, de los valores solidarios, etc. como “dinosaurios”, como anticuados.

Simultáneamente los medios de propaganda, las escuelas y centros educativos en general, los ejércitos, policías y organismos de seguridad e inteligencia, algunas iglesias, la llamada industria cultural, movimientos y grupos de opinión, las diversas modas, la llamada publicidad comercial, se lanzaron a aplastar la diversidad cultural, étnica, religiosa, política, en fin la diversidad humana y societaria, y por supuesto, la diversidad biológica y natural. Haciendo negocios con todos esos procesos, mientras han ido y van destruyendo pueblos, culturas y ecosistemas.

La guerra y la militarización de las relaciones internacionales se han convertido en algo decisivo, haciendo polvo los derechos civiles, los derechos humanos en general y marcando una clara tendencia totalitaria, como hecho fundamental del proceso civilizatorio hacia el siglo XXI.

La Soberanía como alternativa

Para los pueblos del Sur la Soberanía es un concepto, un arma y un argumento fundamental.

La soberanía es la afirmación de la historia, de la cultura, de la geografía, de las lenguas, de lo específico, de lo que constituye la identidad como nación y como pueblo. Identidad que siempre es diversa y plural. Es lo que nos hace específicos ante el mundo, es lo que afirma nuestra identidad social (también compleja y diversa). Pero no para encerrarnos en una frontera, sino para con absoluta seguridad de lo que somos y representamos, extender la mano al otro. Somos soberanos como pueblo, lo que nos facilita el encuentro con los otros, nuestro reconocimiento como parte de la diversidad de naciones y culturas que constituyen la humanidad.

La constitución de una conciencia humana compleja (es decir, una conciencia capaz de comprender nuestra pertenencia al universo, al planeta, a la nación, a la especie humana y a la vida en libertad, sin explotación ni opresión), es un proceso imprescindible, para que la Humanidad sea tal, en unidad con la naturaleza dentro de una gran comunidad planetaria y universal. Una Humanidad como un tejido multicolor, como reino de la diversidad que se identifica en objetivos y raíces comunes. En fin, el origen de la humanidad, del planeta y del universo es uno solo. Pero la pluralidad de manifestaciones es ilimitada. Es la unidad de la diversidad. Nos identificamos en la defensa del planeta y del universo, en la defensa del Ser humano y de toda la creación, de todo lo existente, de toda la naturaleza. Con el denominador común de la cooperación, la solidaridad, la interconexión, la interdependencia y la complementariedad, que son principios de la vida.

La soberanía no es un simple atributo de los pueblos y de las naciones. Es un atributo de la naturaleza, de la vida toda, de las plantas, de los animales, de cada ser humano. Un árbol, cualquiera que sea, es soberano, él encierra en sí mismo, un ecosistema, pero sólo puede afirmarse como tal en interrelación, cooperación, interdependencia y complementariedad con los demás árboles, con los pájaros, con el sol, con la lluvia, con el viento, con todas las energías del universo. Eso puede ocurrir porque el árbol existe como tal.

Esa existencia es precisamente el milagro de la soberanía de la vida, la que se expande y se extiende, si se la deja fluir como tal, trascendiendo la muerte y convirtiéndola en una totalidad donde vida y muerte son un solo proceso en el que predomina la resurrección, el renacimiento perpetuo de la vida.

Cuando este fluir soberano es interrumpido por la violencia de la explotación y la dominación del capital, lo que se va extendiendo es la muerte, el agotamiento de la vida a través del agotamiento de los ecosistemas. Entramos en un proceso de sobrevivencia, como antesala de la globalización de la muerte.

Soberanía, solidaridad, interdependencia y complementariedad son conceptos y realidades inseparables, constituyen una unidad. Como hemos dicho, la naturaleza también es soberana, es la soberanía de los ecosistemas, que si es violada se generan desequilibrios que pueden ser universales y tener graves consecuencias, tal como lo he señalado. El todo está en la parte y la parte está en el todo y no es posible, como cree la generalidad de los economistas, afectar a una parte de los ecosistemas, sin afectar al conjunto.

Soberanía y nacionalismo

Los términos de esta relación distingue al concepto de soberanía de los nuevos tiempos, del concepto de soberanía decimonónico, que condujo a la formación de cotos privados, a la guerra, a la rapiña, la explotación, la discriminación y la represión.

A una forma de nacionalismo radicalmente distinto al de hoy. El nacionalismo decimonónico, de raíz capitalista, culminó en el nacional-socialismo de la Alemania nazi. Era muy difícil que terminara de otra forma, pues fue un nacionalismo y un concepto de soberanía, vinculados siempre a las aspiraciones de gran potencia fundadas en el hegemonismo. Es decir en el egoísmo y su consecuencia, el individualismo asociado a la ideología del mercado capitalista, que como sabemos no es un simple espacio económico, sino una relación social, una relación de poder, una visión del mundo que va conduciendo fatalmente al totalitarismo.

El nacionalismo de hoy es simultáneamente internacionalismo. Ninguna nación puede defender su soberanía, liberarse y constituirse realmente como pueblo libre, sino dentro de un gran proceso mundial de liberación de los pueblos. Si los procesos de afirmación soberana no son vistos así, involucionan hacia formas de nacionalismo de gran potencia, que pueden degenerar hacia la opresión de los vecinos más débiles y en general de las naciones más pequeñas.

Soberanía e integración

Los procesos de cooperación e integración son consustanciales con la evolución del concepto de soberanía. Precisamente los nuevos procesos de integración y cooperación se distinguen porque la integración y la cooperación tienen un componente esencial que se llama solidaridad.

Hasta ahora la integración y la cooperación han sido impulsadas principalmente para hacer negocios, para acumular capital. Incluso hoy, lo que suele llamarse ayuda oficial al desarrollo o créditos para el desarrollo, generalmente van acompañados de condicionalidades a través de las cuales los donantes o prestamistas, tratan de obtener ganancias a costa de las necesidades de los pueblos del mundo.

Le cabe el honor al gobierno de Venezuela y al Presidente Chávez, cuando liderizó la derrota del ALCA y cuando ha impulsado conjuntamente con otros gobiernos, los principios de la cooperación Sur-Sur, el haber contribuido a abrir una nueva página en las relaciones internacionales, en cuanto a los procesos de integración y cooperación.

El comercio justo, el intercambio en monedas nacionales o mediante el trueque (intercambiando bienes y servicios), que le permiten a los países mejores condiciones de intercambio y el ahorro de divisas; el comercio no como negocio sino como intercambio fundado de verdad verdad en beneficios recíprocos; las líneas de financiamiento exentas de condicionalidades y odiosas imposiciones animadas por el afán de lucro que se aprovecha de las dificultades ajenas, la creación del SUCRE (Sistema Único de Compensación Regional), en fin, la cooperación solidaria, que sin duda, ha introducido variables realmente innovadoras en las relaciones internacionales, que frenan la voracidad comercial y financiera de los países del Norte y potencian esperanzas para los pueblos del Sur.

Estos procesos en los que el gobierno de Venezuela ha utilizado recursos provenientes de los ingresos petroleros, son descalificados por los grupos de oposición en Venezuela, acusándolos de ser una “regaladera” de dinero para ocultar la importante significación que tienen en el contexto mundial actual. Descalifican y tratan de ocultar el liderazgo que el gobierno de Venezuela ha desarrollado a nivel internacional, en la formación de procesos de fortalecimiento de las fuerzas del Sur en la lucha por la soberanía, la independencia y las reivindicaciones sociales de los pueblos.

Los países del Norte, responsables del empobrecimiento de la gente y de la naturaleza, tratan ahora de convertir ese empobrecimiento en una nueva oportunidad para hacer negocios. La llamada cooperación internacional es una parte central de esa estrategia.

Una vez que han empobrecido a los países, utilizan las donaciones y los créditos para destruir la soberanía y la autonomía de los gobiernos, apoderarse de las riquezas naturales y esclavizar a la población, en un claro proceso de recolonización imperial, dirigido a incrementar las ganancias y multiplicar la acumulación de capital. Pero sobre todo, destruyendo o cooptando a los movimientos sociales que puedan representar esperanzas de liberación e independencia.

Generalmente esto va acompañado de procesos de desestabilización, golpes de Estado, sabotaje, intervenciones militares, promoción de guerras regionales o locales, magnicidios y diversos atentados políticos violentos, que tienen como denominador común procesos de corrupción, de promoción del tráfico de drogas (como ocurre por ejemplo en Afganistán), del tráfico de personas generalmente asociado a la esclavitud laboral y a la esclavitud sexual.

Es decir, tratando de destruir la cultura, el orgullo nacional, la rebeldía y el espíritu de resistencia, cubriendo a las poblaciones de vergüenza a través de violaciones colectivas, el desarraigo, las separaciones familiares, las divisiones tribales; el consumo de drogas y alcohol, el consumismo que genera frustraciones y la violencia del atraco y el robo para obtener objetos cargados de representación social; el consumismo que destruye valores tradicionales y difunde el individualismo del mercado y la competencia fundada en el egoísmo, lo que pretende desarticular las conexiones y entramados sociales de solidaridad, las redes de apoyo, las redes familiares.

Todo esto agudiza la pobreza y trata de matar las esperanzas, lo que va minando el espíritu de resistencia y favoreciendo el enriquecimiento fácil a través del tráfico de drogas y diversas actividades colaboracionistas con las políticas y las prácticas de los dominadores.

Las banderas que levantó el Presidente Chávez proclamando y practicando la cooperación solidaria, los procesos de integración del Sur, la formación de instituciones financieras y monetarias para tratar de adquirir autonomía financiera y monetaria. En fin las propuestas internacionalistas y soberanas que se han ido materializando en el ALBA, PETROCARIBE y otras instancias de cooperación, objetivamente han abierto una brecha en el proceso de dominación que acabamos de describir en los párrafos anteriores. No sólo una brecha, han abierto una esperanza para pueblos y gobiernos del Sur.

No, no es una regaladora de dinero. Es una propuesta trascendente que ha consolidado un liderazgo de Venezuela en el seno de la comunidad internacional y muy especialmente, un liderazgo del Presidente Chávez.

Lo que trata de descalificar la oposición venezolana es la maduración de un proyecto de liberación e integración de las naciones frente a la desintegración y el empobrecimiento que impone la globalización neoliberal, que como un corrosivo social viene amenazando con la destrucción de la humanidad y el planeta, no sólo a través de los cañones, sino muy especialmente a través de los valores del mercado.

La globalización neoliberal liderizada por EEUU nos amenaza ahora con la posibilidad de una guerra nuclear, como consecuentemente lo viene denunciando Fidel Castro.

Soberanía y amenazas imperiales: la “Responsabilidad de Proteger”

Las amenazas imperiales las hemos señalado en los párrafos anteriores. Sin embargo, debo plantear una nueva amenaza que se viene tejiendo tratando de utilizar a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se trata de lograr que la ONU emita una resolución que legitime el intervencionismo de las grandes potencias.

Se viene trabajando para legalizar, mediante resolución de la Asamblea General de la ONU, una “nueva” doctrina que le daría carta blanca a la intervención de las potencia imperiales en los asuntos internos de cualquier país. Dicha doctrina se denomina “Responsabilidad de Proteger”.

Por supuesto, la llamada comunidad internacional no debería cerrar los ojos o permanecer pasiva ante la necesidad de defender a las poblaciones de cualquier lugar del mundo, del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad. Eso es inobjetable. Pero resulta imprescindible para ello, develar hasta donde los intereses imperiales están comprometidos en esos atentados contra la humanidad y hasta donde entonces debemos defendernos, precisamente de quienes ahora manifiestan su disposición a “protegernos”.

Observamos cómo las potencias imperiales se niegan a actuar y ni siquiera condenar el genocidio cometido por los sionistas cuando entre diciembre de 2008 y enero de 2009, invadieron la franja de Gaza. Tampoco el haber convertido ese territorio en un gran campo de concentración donde se mantiene a millón y medio de personas en la condición de prisioneros, a los que se le violan todos sus derechos. Mucho menos para tomar medidas concretas y juzgar a los sionistas por los asesinatos cometidos contra la flotilla por la paz que pretendió llevar a la población de Gaza, alimentos, medicinas, agua y otros auxilios.

La lista de crímenes que cotidianamente cometen las potencias imperiales, es muy larga y también es muy seria la impunidad con la que ocurren.

¿Por qué quieren ahora una resolución de Naciones Unidas que les otorgue la “Responsabilidad de Proteger”? ¿De dónde les surgió, precisamente a las principales potencias imperiales, esa preocupación por el genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad?

Si realmente están preocupados deberían comenzar por cerrar la cárcel de Guantánamo y devolverle a Cuba ese territorio; levantar el bloqueo a Cuba, retirarse definitivamente de Iraq, de Afganistán; permitir una investigación sobre los crímenes de guerra que se cometieron y se están cometiendo en Iraq y Afganistán; suspender la política de legalización de la tortura y los derechos civiles y cerrar las cárceles clandestinas que EEUU tiene distribuidas por el mundo; suspender las licencias para matar que el gobierno de EEUU ha concedido los organismos de inteligencia, para asesinar a una lista de ciudadanos sospechosos de ser terroristas.

Ahora mismo, mientra escribo, hay miles de niños muriendo de hambre, de sed, de enfermedades que pueden ser prevenidas; miles de hombres y mujeres sometidos a la esclavitud; miles, sobre todo mujeres, niños y niñas, sometidos a la esclavitud sexual. Es larga la lista de horrores, ¿quién nos protege de esto? ¿Quién protege a la humanidad? ¿Las potencias imperiales que violan cotidianamente los derechos humanos?

Es obvio que esa resolución pretende obtener poderes para pasar por encima de la soberanía de los Estados cuando a las potencias imperiales les convenga intervenir. No hay ninguna preocupación sincera. Sólo un uso oportunista de las instancias multilaterales, a las cuales debilitan constantemente, pero de las que tratan de sacar provecho cada vez que les conviene.

¿Cuál es uno de los argumentos principales que están utilizando? Bueno, que la soberanía es un concepto pasado de moda, que ante flagrantes violaciones de los derechos humanos, la comunidad internacional tiene el derecho supranacional y la obligación de intervenir. Que en un mundo globalizado, es una rémora que el respeto a la soberanía de un Estado obstaculice la acción de la “comunidad internacional” (léase las potencias imperiales) para impedir que se cometan graves violaciones de los derechos humanos. Al final, si logran la aprobación de esa resolución, tratarán de que sea administrada, no por la Asamblea General, sino por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Obviamente, lo que se está preparando es una resolución de aplicación discrecional en aquellos casos en donde las corporaciones transnacionales tengan intereses específicos.

Es más, muchos de los genocidios y violaciones de los derechos humanos que conocemos en diversos países, son provocados por empresas transnacionales con el propósito de apropiarse de riquezas naturales mediante el exterminio de poblaciones o la desestabilización de un gobierno que no resulte conveniente para los intereses del capital internacional. Es probable que una posterior intervención de la “comunidad internacional”, legitime esos intereses. Ejemplos recientes confirman esta afirmación.

En consecuencia la defensa de la soberanía que integra, que une; de la soberanía internacionalista, es esencial para los pueblos del Sur. La rémora es la crítica o condena de la soberanía en nombre de intereses supranacionales en un momento histórico cuando dichos intereses suelen estar muy contaminados por las estrategias de la globalización neoliberal.

Soberanía y mercado

Como sabemos, el mercado es anterior al capitalismo. Subsisten en la sociedad de nuestros días, diversas manifestaciones de mercados no capitalistas. Estos mercados se diferencian de los mercados capitalistas, entre otras razones, por las siguientes: uno, se mantiene la relación entre las personas, no entre las cosas. Las personas siguen siendo personas, no simplemente individuos, y cada persona tiene una historia, no simplemente es alguien que está, sino también alguien que es; dos, las cosas siguen siendo las cosas, con vida propia y con sus características específicas, una fruta es una fruta. Tiene una historia, una procedencia, un sabor que la distingue y generalmente tiene semilla, semilla que si se quiere, puede ser sembrada, lo que hoy, en un mundo dominado por los transgénicos, no es poca cosa. No es un simple objeto enlatado que tiene un precio o un montón indiferenciado en el estante de un supermercado; tres, las relaciones no son entre las cosas, son entre las personas, mujeres y hombres. Por supuesto, los precios tienen que ver con la relación entre la oferta y la demanda, pero hay un conjunto de relaciones subjetivas (personales, grupales, compromisos, benevolencia y altruismo) que influyen en el precio; cuatro, la solidaridad no desaparece, es un valor que se mantiene y suele estar presente en los actos de compra-venta; cinco, el egoísmo no es necesariamente el denominador común de los diversos actos sociales que se realizan. Como son mercados que se desenvuelven el contexto de la sociedad capitalista, por supuesto están penetrados por los valores del capitalismo. Pero pueden ser y en muchos casos lo son, base para nuevas relaciones sociales.

Soberanía y democracia también son inseparables. El totalitarismo de hoy niega la soberanía, porque también niega la democracia y la diversidad.

Democracia y totalitarismo

La tendencia del sistema capitalista mundial ha sido la de ir restringiendo progresivamente la democracia. Los pueblos la han ido ampliando y transformando. La democracia en las naciones capitalistas surge como democracia censitaria, que concede el derecho a elegir y ser elegidos sólo a los que tienen bienes de fortuna. El derecho al sufragio de carácter directo, universal y secreto ha sido el resultado de cruentas luchas populares. En absoluto una evolución natural de los procesos sociales orientados por el capital. Si por los defensores del capital fuese, los pobres, los y las analfabetas, las mujeres, los que no tienen piel blanca, no tendrían derecho a elegir y ser elegidos.

La burguesía y todos los sectores reaccionarios siempre le tuvieron temor al mandato imperativo y en general, al voto popular. El mandato imperativo es levantado como bandera durante la Revolución Francesa, pero fue dejado de lado en la medida que el aliento popular dentro de dicha revolución se fue extinguiendo y fue apareciendo cada vez más claro su carácter burgués.

Hoy la tendencia a restringir la democracia va llegando a un punto crucial. Se trata de limitarla cada vez más a la formalidad de una elección realizada en condiciones generalmente no democráticas. La tendencia al fraude para burlar las aspiraciones populares y engañar al mundo será cada vez más radical. Los ejemplos de Irak, Afganistán y Honduras son indicativos del camino que se seguirá. En síntesis, se trata de un nuevo totalitarismo que buscaría su legitimación a través de elecciones fraudulentas, como resultado final de invasiones o golpes de Estado, que se convalidarían posteriormente con farsas electorales. Esto ya ha ocurrido en el pasado, lo distintivo quizás sea que ahora se ha convertido en un modelo único de democracia objeto de exportación que habla por la boca de los fusiles, que fue el camino seguido en Irak y Afganistán. Es decir, regímenes establecidos después de una invasión y la correspondiente ocupación militar, transformadas en modelo democrático al servicio de un centro de poder mundial controlado por la ultraderecha fascista.

Venezuela ha marcado y está marcando un camino diferente. En medio de diversas dificultades y contradicciones, ha ido surgiendo el camino de la democracia participativa que está vinculada con la solidaridad, el protagonismo de los pueblos, la soberanía, la cooperación y la integración de los países del Sur, que se aparta de los modelos de cooperación impuestos por el Norte, plenos de condicionalidades orientadas a garantizar negocios que maximicen las ganancias capitalistas, como ya lo señalé.

Se ha abierto un nuevo espacio respaldado por organismos financieros del Sur, que ofrece otro camino dirigido a la independencia con respecto al FMI y al Banco Mundial y en general, con respecto a las manipulaciones financieras de los centros del poder mundial. Pero fundamentalmente, otra visión de las relaciones internacionales que trata de romper con el chantaje de los mecanismos y condiciones de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y de las instituciones de Breton Woods.

La Constitución venezolana ha introducido amplios principios democráticos. Entre ellos distintas formas de referenda. En especial, los referenda revocatorios, prueba que el Presidente Chávez ya pasó con éxito. No es el mandato imperativo, pero se ha abierto un proceso en el camino hacia una democracia que para transformarse y consolidarse como una nueva democracia, debería culminar con la desaparición de todas las formas de dominación estatal en la medida que vayan desapareciendo las relaciones de producción capitalistas y las instituciones políticas y jurídicas que la acompañan y muy particularmente, un sistema de valores fundado en el individualismo y la ideología del mercado.



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Julio Escalona


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