Por regalarse como tontos útiles a una parranda de fatuos, tres Altos Oficiales de las Fuerzas Aéreas acaban de arruinar para siempre su carrera militar. Igualito que chacumbele, que él mismito se mato, José Daniel Machillanda Díaz, Oswaldo Hernández Sánchez y Carlos Alberto Millán, en acto de rabieta irracional— pues no queremos pensar que se vendieron por unos cuantos dólares-- esta vez solo consiguieron arruinar su carrera militar, cortándose ellos mismo las alas para más nunca poder surcar los cielos de la patria. Es así como les paga el diablo a quienes pisan las trampa de la oligarquía pitiyanqui, la misma encargada de hacerle creer a los zoquetes en los pajaritos preñados que Washington acostumbra pintarle a los incautos. Por algo dicen que todos los días sale un pendejo a la calle y quien lo encuentra podrá afirmar que es suyo.
Uno que lleva años de carretera le cuesta admitir que alguien que debidamente fue formado en la Academia Militar, que se supone estudio y conoce a fondo la Carta Magna, de repente cometa la soberana bobada de desconocer que el chavismo, como doctrina castrense y republicana, también se encargó de crear mecanismo legales para auto proteger por los cuatro punto cardinales nuestra constitución bolivariana. De modo que si un piloto por carecer de controles idóneos se vea obligado a cachicamear para llegar a su destino, eso en cierto modo es aceptable a quienes transitan en el aire. En cambio, lo que jamás podrá justificarse es que sean generales de brigadas con un sol dorado en la charretera, quienes tan pendejamente se dejen manipular por aventureros fascistas que nada tienen que perder pues llevan años muertos en vida.
Y porque la justicia no es selectiva, ni establece privilegio que eximan de responsabilidad, consideramos que a estos tres traidores de la patria deberían quitarle hasta la pensión y mandarlos a realizar trabajos forzados, para que así justifiquen lo que habrán de comerse por el resto de sus malditos años. La “Ley Tarea”, les habría aplicado Juan Vicente Gómez para hacerlos escarmentar de manera ejemplarizante.
Palabras más, palabras menos, hoy somos millares y millares de venezolanos que felicitamos a los jóvenes oficiales que tuvieron la valentía de alertar a la superioridad; haciendo posible que los órganos de inteligencia abortaran el fallido intento de golpe de Estado, que dicho sea de paso murió antes de nacer. Que triste y amargo será el trágico final de este trio de novatos complotados, pues de nada les sirvió haberse infiltrado en el generalato de las fuerzas aéreas, para luego ni siquiera poder volar una taratara.