Ibsen, un enemigo del pueblo

Por supuesto, no me refiero al excelso dramaturgo, al bueno en eso del teatro, al noruego. Tampoco tiene que ver con Thomas Stockman, personaje de la célebre obra “Un enemigo del pueblo”, cuya estatura moral está fuera de toda comparación con el sujeto al que mencionamos en estas notas. En realidad, me refiero al desclasado del barrio El Cementerio que, a lo largo de los años, en sucesivos actos arribistas, hace méritos como intelectual orgánico del rancio mantuanaje caraqueño.

Recién escribe “La ‘guarimba’ de Chacao” (El País, 6/3/2014). Un articulito-infamia con el que pretende denunciar “la violación de la santidad del hogar” en edificios de Chacao, merced a una “confabulación” de la Guardia Nacional y brigadas de colectivos “armados hasta los dientes”. El desencadenante de la supuesta abusiva actuación denunciada es, irónicamente, el llamado de paz que hizo el Presidente Nicolás Maduro: Acabar con las acciones incendiarias (literal) provocadas por los vándalos y las guarimbas que atormentan e impiden el libre tránsito de los ciudadanos. Llamando al sosiego el Presidente ha dicho “candelita que se prenda, candelita que se apaga”; pero, al contrario, Martínez quiere ver en la frase el fuego que  aviva la hoguera de la discordia.

El tejido de mentiras es de vieja data. Exactamente arranca  cuando la casta dueña y señora de la prensa y la televisión –también dueña y señora de Martínez- se ve frustrada en su intención de manejar al gobierno del Presidente Chávez, a la usanza de la relación de dominio que mantenía con los gobiernos de la Cuarta República. Desde ese momento busca infructuosamente elementos que demuestren que este gobierno bolivariano es tiránico y dictatorial. No ha podido ni puede hasta ahora aportar ni un solo hecho concreto que abone sus acusaciones y le dé cuerpo a sus temores.

La alianza entre la inteligencia y la barbarie -la historia ha dado suficientes ejemplos vergonzosos- merece la justificada vituperación. Los intelectuales puestos al servicio de la irracionalidad han sido denunciados y censurados moralmente. Pero, donde esto es realmente escandaloso es cuando el “intelectual” servil viene de los sectores humildes de la sociedad, de donde el mismo dice “escapé hace más de treinta años” y, hoy, en denigrantes actos de negación a sus orígenes, cumple su labor de defensor del status quo que, no obstante, se precipita inevitablemente hacia el abismo.

Épica fallida

Al más puro estilo hollywoodense, Ibsen Martínez, describe, para la ansiosa prensa internacional, la supuesta noche de asalto que vivieron el pasado miércoles de ceniza los abnegados “luchadores de la democracia”, facinerosos presentados como inermes ciudadanos víctimas del “abuso” policial: los militantes del vandalismo y la anarquía, los contumaces del insulto devenidos en furtivos francotiradores y asesinos de guardias nacionales y de humildes motorizados limpiadores de escombros.

En el espacio que le tenían reservado para la reseña desgarradora de la acción policial, escribió su esperada épica: Habló a sus lectores del origen infantil de la guarimba, de los antecedentes bucólicos y cafetaleros del pueblo de Chacao y, para que se orientaran los extraviados lectores extranjeros, de su ubicación, al este de Caracas. Pero, sobre todo, describió las fuerzas del orden público subiendo piso a piso los edificios de apartamentos y violentando el sacrosanto recinto del hogar.

Pero la épica pierde fuelle. Ni el más inspirado Homero podría conseguir resistencia digna y heroica en estos manifestantes de la “libertad”: Convierta su casa y su barrio en cárcel, por la libertad; impida por la libertad, el libre tránsito de las personas; también, por su libertad, aterrorice a quienes piensan distinto y oblíguelos también que, por su libertad, se muerdan la lengua y repriman todo desacuerdo contra quienes han convertido las calles en un infierno. Destruyamos al Metro porque de allí salió el obrero que nos gobierna. Impidamos que los alimentos lleguen a los centros de distribución.

¿Dónde está la nobleza de la lucha? Ibsen Martínez se esfuerza inútilmente por encontrar hechos que confirmen las pesadillas que ha venido predicando desde el 2002. Su temor a que sectores populares organizados ataquen las “desamparadas” y “pacíficas” capas medias de las urbanizaciones caraqueñas no ha pasado de ser sucia propaganda de descrédito, orquestada por esa nauseabunda mezcolanza de desclasados, apátridas e intereses foráneos.

Un mundo pequeño

Ibsen Martínez tiene una pobre comprensión del extraordinario proceso político, social y cultural que arribó con Chávez al poder en 1998. No ha hecho esfuerzos por comprenderlo y, en realidad, parece que no es muy aventajado en eso de la comprensión de algo. Su pensamiento está plagado de clichés y de razonamiento elementales como: “Es militar, luego, es tirano y violador de derechos humanos. Es inculto, bruto y se mueve con la delicadeza de un elefante en una cristalería“. “El pueblo es ignorante, flojo, chabacano, manipulable con espejitos”. Sus conceptos no son más que prejuicios adornados de expresiones rebuscadas.

Confunde a un colectivo con los grupos organizados que lo conforman. Se burla de la expresión “colectivos comunitarios”. No es capaz de distinguir que no hay un solo tipo de colectivos: Hay colectivos culturales, deportivos, laborales, motorizados, agrícolas, comunicacionales, comunitarios en tanto territoriales, etc. A todo este esfuerzo del pueblo por organizar y dirigir sus acciones reivindicativas y transformadoras a través de estructuras de participación democrática lo llama Martínez “la socarrona retórica chavista”. A falta de conceptos apropiados, pertinentes y precisos que recojan esta rica diversidad, así como su complejidad y dinamismo, recurre a la descalificación, o desempolva el lenguaje racista de los mantuanos: “una merienda de negros”.

“Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo…”, dice Wittgenstein. Y, sin duda, el mundo de Ibsen Martínez es muy pequeño.

“Racista de orilla”

La expresión la tomo prestada de un artículo de Eduardo Rothe, publicado en Aporrea.org el año pasado (http://www.aporrea.org/actualidad/a161586.html) . Se resumen allí los insultos y las agresiones que hace el personaje de marras contra el pueblo.

Y prestados tomo también los fundamentados conceptos que hicieron otras individualidades.  Así, Luis Salas Rodríguez, en “Ibsen, el mono aullador”, dice:

“... para escribir un artículo a estas alturas que reivindica el pensamiento mantuano hay que ser por definición un no mantuano. Y en este caso algo bastante alejado del mantuanaje prototípico: un negrito gordo y feo de El Cementerio que fue a la universidad y que pensó que una buena idea para salir del barrio -a falta de otros talentos seguramente- podía ser pasar por inteligente y de allí en adelante comenzar un camino que todos conocemos: el del trepaje social, algo que según una costumbre muy arraigada en sociedades como las nuestras se logra adoptando las maneras y poses de los blancos europeos o los viejos criollos.

“... Pero en realidad, Ibsen escribe un texto para alabar a los mantuanos, o en términos más generales y simples a los amos del valle de la televisión, la prensa y los círculos “culturales” a los que se aferra con desespero para no tener que echar la vista al barriotero que lleva dentro.” http://surversion.wordpress.com/2013/03/19/ibsen-o-el-mono-aullador-a-proposito-de-fandango-de-locos-de-ibsen-martinez/

Para que no se crea que esto es un ensañamiento de chavistas contra un intelectual de impoluta moral, me permito reseñar aquí una sentida nota de protesta de una militante de la oposición que se sintió burlada y agredida por quien suponía defensor leal y respetuoso de las personas que desde las trincheras de la lucha política, a nuestro juicio, sin razón; pero, con legítimo derecho democrático, hacen esfuerzos por salir del gobierno revolucionario.  Anabelle Aguilar Brealey, en su nota “Al héroe de la cultura le salió payaso”, precisa:

“A Ibsen no le interesa el desmadre que existe en la PDVSA roja, sino referirse a lo que califica de “fracasado paro” y “malhadado paro petrolero”, llevado a cabo por “unos individuos que se consideran irremplazables”. Solo le interesa usar un humor gris y sarcástico para intentar desprestigiar, quien sabe por qué resentimiento, a quienes se jugaron todo... Se puede con todo derecho no estar de acuerdo con dicho paro, pero es de poca hidalguía exponer a la burla pública a un grupo de venezolanos que lucharon y siguen luchando por la democracia.

Nunca haría yo una comedia, ni un chiste siquiera, con el alcoholismo y la depresión que él mismo comenta en una entrevista, porque como ser humano merece respeto, así que no hay derecho a que presente una obra de ese talante, ni con humor negro, ni gris, ni blanco, porque con el dolor de la gente no se juega. En la familia petrolera no nos hacemos víctimas, porque lo hemos vivido con dignidad, con orgullo, con la frente muy en alto y sin quebrarnos porque, al igual que muchos otros,  somos venezolanos comprometidos.” http://laprotestamilitar.blogspot.com/2011/08/petroleros-suicidas-obra-suicida-ibsen.html

Le recriminan a Pedro que diga que Juan es loco, cuando él no es psiquiatra para hacer ese diagnóstico. Pedro se defiende diciendo: “Yo no soy psiquiatra; pero, puedo decir que normal, normal, ¡no es!”. De igual manera, podríamos adelantar a quien le parezca exagerado acusar a Ibsen Martínez de ser un enemigo del pueblo:  “Amigo del pueblo, ¡no es!”.

 

rhbolivar@gmail.com



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