Una plaga que causa estragos en el seno de la revolución

Hay bandidos sin ninguna conciencia, ni la más mínima sensibilidad revolucionaria, que apenas se les critica alguna barbaridad de inmediato recurren al manido cuento de que son furibundos chavistas. Esa es la burda espada de papel que le sacan a todo mundo. De que defienden a Chávez a muerte, de que están resteados con el proceso, de que en el instante mismo en que fueron engendrados, sus almas se tornaron roja rojita. Puro cuento y pura plaga. Y de esto, con todo respeto, está cundido el PSUV. Con el caparazón en el que se embuten cada día diciendo que Chávez es el líder supremo y con sólo decir que ellos darían la muerte por nuestro comandante, con batir una bandera en plazas, calles y barrios, y no hacer absolutamente más nada, con eso se sienten que tienen al dios de la revolución cogido por los huevos. Y el fin de esta gente, quedemos claro, es uno sólo: encontrar una ubicación, un cargo público. Más nada. Nada aportan, en nada colaboran y peor aún: nada útil ni bueno quieren aprender. Deprimente resulta ver que la mayoría son jóvenes. Usted los ve echados en los jardines de las casas del PSUV holgando, dándoles a la lengua indolentemente, divagando. La incuria más dolorosa. Si usted llega cargado con un periódico socialista que trata de distribuir para difundir ideas y debates, lo ven con el mayor desdén. No les interesa. Qué fastidio. “Otra vez este tipo con su manía. Hasta cuándo con esa vaina de que si debemos ocuparnos de la formación de cuadros…”.

Pero en cambio si llega algún funcionario con poder, se ponen de pie, se desperezan y corren a darle la mano. Sus ojos brillan, sus dotes de luchadores les salen por los poros. Eso es para ellos toda la revolución bolivariana y socialista. Casi ninguna solidaridad, casi ningún empeño por aprender y formarse. Casi ningún deseo de estudiar, de aprender, de meterse en algún trabajo social en los barrios, en las comunidades.

Todo esto lo digo por propia vivencia durante muchos años. Cuando fundamos en Mérida el semanario “El Paso de Los Andes” y tratábamos de llevarlo un pequeño grupo a todas partes, tratándole de distribuirlo, nos topábamos en plazas, foros, mercados y calles con esta clase de “jóvenes revolucionarios”, que en cuanto nos veían nos sacaban el cuerpo. Y téngase en cuenta que era un semanario en el que nos partíamos los lomos procurando colocar material para la formación ideológica, con reportajes inéditos sobre nuestra historia patria, con entrevistas a revolucionarios valiosos de nuestra América Latina.

Esta actitud displicente hacia nuestros valores fue lo que realmente mató a “El Paso de Los Andes”. No fue el acoso de la derecha, es la horrible apoplejía moral que entumece la mente y los corazones de gente que lo que busca son cargos, un enchufe, una prebenda, una sinecura. Lo mató la inconsciencia incrustada como larvas malditas en las ingles de los cargos públicos. Lo mató la inercia de la vieja cultura adeco-copeyana. El día que “El Paso de Los Andes” dejó de aparecer fue como si nunca hubiera existido. Daba igual. Todo da igual. La historia de cada día. Qué tal.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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