El triunfo de Lula, parece estimular la violencia en Brasil y Venezuela. Un universo opositor que no quiere ganar elecciones

Lula ha ganado las elecciones por un reducido margen. Dicho así, porque en verdad, apenas superó a Bolsonaro con el uno por ciento y un poco más del total de votos, pese eso signifique una nada despreciable diferencia de más o menos un millón 250 mil votos. En cierto modo, Bolsonaro debe creerse ganador, dado que redujo al mínimo la sustancial ventaja que sobre él llevaba Lula desde la primera vuelta.

Por esa diferencia y quizás por el enorme ego que al parecer alberga en él, Bolsonaro se mantiene callado, pese sus subalternos inmediatos han reconocido la derrota, limitándose a decir que inician los preparativos para la trasmisión del poder. No creo que a Bolsonaro eso lo sorprendiera, dado que en la primera vuelta su contendor le sacó una significativa diferencia. Bastante debe satisfacerle haber disminuido ostensiblemente la ventaja que en la primera vuelta le sacó su opositor o, a lo mejor, por esto mismo se siente con derecho a creerse ganador.

Su mutismo aparece asociado al desarrollo de protestas violentas en ciertas partes del país carioca en su favor y en los primeros momentos se hicieron correr informaciones acerca de inconformidades en el sector militar. Hasta hemos visto, como multitudes han rodeado cuarteles pidiendo a los militares desconozcan los resultados, al nuevo presidente y contra viento y marea, mantenga en la presidencia a Bolsonaro, el perdedor.

No obstante, sin que esto deje de ser curioso, en un muy breve tiempo, el presidente de Estado Unidos, Joe Biden, hizo del conocimiento público su reconocimiento a los resultados, es decir al triunfo de Lula y se explayó en hablar maravillas de la limpidez y eficiencia del sistema electoral y democracia brasileña, con lo que "sugirió", dicho así por mi obligación a ser comedido, a Bolsonaro, la actitud que debía asumir. Pues parece obvio que éste está por optar por una cosa distinta.

Pero esa apresurada definición de Biden tiene sus antecedentes, como que Bolsonaro y los suyos estuvieron siempre a favor de la candidatura de Trump y en contra de Biden y hasta gente del presidente brasileño, como también de Uribe y Santos, hicieron campaña entre sus respectivos connacionales que tienen derecho a voto en Estados Unidos, para que sufragasen a favor de quien aspiraba a la reelección. Quizás esto, también pudiera estar relacionado a las venideras elecciones legislativas en el país norteño.Y es también conocida la posición de Bolsonaro ante el conflicto Rusia-Ucrania, pues lo definió de esta manera "En esa guerra que hay ahí fuera querían que yo tomase partido, mi partido es Brasil; tenemos negocios con Rusia, somos neutros y continuamos recibiendo fertilizantes de ellos; imaginen nuestro sector agrícola sin fertilizante, caería la productividad", afirmó el mandatario a un grupo de simpatizantes, según recoge el diario Correio Braziliense.

https://sputniknews.lat/20220412/bolsonaro-reitera-posicion-neutra-de-brasil-en-conflicto-entre-rusia-y-ucrania-1124324313.html

Por todo lo anterior, no es de extrañar que Biden, pese el mutismo de Bolsonaro ante los resultados electorales, el intento de los partidarios de éste de promover un desconocimiento de los resultados por parte del sector militar, lo que significaría un golpe de Estado, optó por reconocer rápidamente los resultados. Además, la conducta de Bolsonaro, como todo extremista, no es digna de confianza y es tanto así que, según los últimos reportes y pese a la posición de Biden, pareciera estar dispuesto a llevar a Brasil a un conflicto mayor por no reconocer su derrota, más si se sabe respaldado por la mayoría del congreso de su país. Como dijo alguien, pareciera estar imitando la actitud de Trump, cuando perdió las elecciones esperando el transcurrir de los acontecimientos.

Los resultados mismos que dieron por ganador a Lula, lo que abre la oportunidad para el diseño de un cuadro distinto en América Latina, con la reactivación de un liderazgo efectivo, abren la posibilidad, si no de un reencuentro, pues esto es como muy difícil, pues ni siquiera el encuentro nunca lo ha habido, lo que bastaría con preguntárselo a Bolívar, que las relaciones entre nuestros países, empezando por Venezuela y Estados Unidos, alcancen otro carácter, uno donde cada quien respete la soberanía del otro y su derecho a resolver internamente sus asuntos y los negocios, intercambios, se desarrollen dentro de esa circunstancia.

Y esto último que hemos dicho ha venido avanzando. Hay demasiadas manifestaciones, como las leyes Antibloqueo y de Inversiones extranjeras y algunas manifestaciones de distensión de sanciones y el avisado desconocimiento que EEUU está por hacer de la infundada "presidencia interina".

Pero este cuadro, el del cambio de actitud, pese sea como uno tenue, donde sólo se ven sombras y señales de humo que emanan del lienzo mismo, más la resistencia de Bolsonaro a reconocer su derrota, pareciera avivar en el seno de la oposición venezolana, esa que fue partidaria y militante por las guarimbas, el golpe de Estado y la invasión militar, a retomar el camino y volver a abandonar la senda electoral que empezaba a transitar.

La lectura de las redes sociales, donde transcurren miles de personas y sirve para medir el ambiente, le permite a uno concluir, como en la oposición venezolana, la opción violenta e ilegal pareciera revitalizada con lo de Brasil. El hecho que un candidato opositor ante un gobierno como el de Bolsonaro, que no es nada amplio y respetuoso de la opinión ajena, al cual cualquiera pudiera calificarlo, salvando eso que llaman la ideología, tal como esa oposición extremista lo hace con Maduro, haya ganado las elecciones es un aliciente para pensar que en Venezuela, dado el cuadro interno e internacional, la oposición también pudiera ser ganadora. ¿Qué se lo impediría?

Según mediciones, tanto el gobierno como la oposición organizada en partidos, constituyen una minoría con respecto al universo venezolano que con ambos bandos está descontento. Esto significa que, un movimiento, proyecto o como quiera llamársele que formule un plan de gobierno que recoja las aspiraciones de los venezolanos, las que ninguna de los partidos, tanto de gobierno como de oposición ponen por delante, como prioridad, pero que al mismo tiempo logre aglutinar a la gente, lo que pudieran hacer los partidos de la oposición y hasta del gobierno mismo si éste se abre a sus potenciales aliados, sin dificultad, ganaría las elecciones.

¿Pero qué dice la más elemental lectura de la actual coyuntura venezolana?

Pues dice que entre ese pequeño círculo o universo que conforma la oposición del lado extremo, ese que se identifica mediante el G-4 y alguno que no lo está pero gira alrededor de él, más motivado por la rabia que otra cosa, está también por demás dividido, tanto que unos claman por unas elecciones primarias para poder ponerse de acuerdo y hay dudas que aun llevando a cabo ese proceso, eso termine en un verdadero acuerdo. En ese pequeño universo hay parcelas, no liderazgo unificador.

La tragedia opositora ahora es de tal magnitud que luce tal barco a la deriva, pues sus amarras con el gobierno de EEUU como que se rompen, mientras el barco del gobierno se acerca a puerto y desde éste parecen hacerle señales para que bien atraque.

Pero además, de ese pequeño grupo del cual antes hemos hablado, hay una oposición que va desde una extrema izquierda a una moderada, como lo es el Partido Comunista, pese haya quienes piensan lo contrario, hasta grupos socialdemócratas, nacionalistas, etc. Y hay fundados indicios que hasta en este mismo universo, hay serias dificultades para llegar a acuerdos.

Y es evidente que, por lo ya dicho, para este último bloque, parece más difícil llegar acuerdos con el primero, el G-4, que con el gobierno.

Esta realidad, que la gente percibe hasta por la piel y el olfato, pues es como si estuviésemos dentro de una habitación donde los emanaciones de cianuro, aquellas que acabaron con la vida, por disposición suya, de Jeremiah de Saint-Amour, encontrado muerto por el Doctor Juvenal Urbino, en la novela de García Márquez, "El amor en los tiempos del cólera", está instando a muchos opositores que, antes estaban como quien venía de un campo de batalla derrotado a recomponer su vida, a tomar un nuevo aire y volver a los viejos tiempos de las guarimbas y "la salida es ya" o, lo que es lo mismo, pudieran estar limpiando sus armas, recargándolas para volver al campo de batalla.

Los resultados electorales brasileños, que dieron como ganador a Lula, pese este encontrará un serio escollo en un congreso bajo el control del bolsonarismo o quizás por eso también y por encima de la actitud y el mensaje de Biden, el despliegue de manifestaciones públicas hasta frente a los cuarteles, llamando a golpe de Estado, parecieran estimular a mucha gente del G-4 y de quienes alrededor de este se mueven y, hasta quienes siendo de ellos, están inconformes, a volver a los tiempos de las guarimbas y la violencia.

La opción violenta que está siendo estimulada por los resultados electorales brasileños, la actitud de Bolsonaro y los suyos, pero también viendo, como hasta Rafael Poleo lo reconoce, que entre el gobierno de Venezuela y el de Estados Unidos, con la intermediación de la clase capitalista venezolana e internacional, que se siente con suficiente fuerza, seguridad y sobrados motivos, se anuncia un acercamiento y nueva actitud, comienza a tomar nuevos bríos y hacerle más comprometedora la situación opositora, sobre toda esa del G-4 que, por lo visto, pareciera se le apresura su fin, el de quedar sola en lontananza. Pero por el cuadro, si como se dice en el lenguaje coloquial, no cogen mínimo, van a terminar en "Cien años de soledad", ya llevan 20.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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