¡Mata... que Dios perdona!

¡Dichos populares! ¡Sabiduría cotidiana! ... Sentencias que recogen, a través de la sistematización de experiencias, fenómenos que insisten en repetirse ante la mirada indiferente de una sociedad que avanza ciega, inconsciente, hacia su propia destrucción

“Mata, que Dios perdona”... es la expresión que vino a mi mente ante el anuncio de una amnistía dirigida a aquellas personas que incurrieron en hechos irregulares durante los sucesos de abril del 2002 y en el sabotaje petrolero. Definitivamente, las tres erres anunciadas ( ¿o improvisadas?) por el líder artífice de estas últimas buenas nuevas para la oposición venezolana, vienen ovilladas en la “r” de una reconciliación que desde mi punto de vista, luce indigna e inapropiada.

No obstante, dentro del cuadro evolutivo de la personalidad del líder, esta nueva “estrategia”, no asombra. Ya venían ocurriendo algunas situaciones que llamaron poderosamente mi atención. Pocos meses antes del lanzamiento de la reforma constitucional, en su Programa “Aló, Presidente”, el Presidente Hugo Chávez Frías venía dando muestras de un gran desgaste y de una escasa capacidad para interpretar su entorno. Particularmente emblemática resultó, por ejemplo, la actitud desproporcionada que asumió el Presidente frente a un reclamo de un integrante de un consejo comunal, de nombre Nelson Mora, el cual manifestó su descontento por la actuación de ciertos funcionarios públicos frente a un desalojo del sector Federico Quiroz de Gramovén. En esa oportunidad, obnuvilado por su ego, el Presidente no permitió que este camarada expresara su punto de vista frente a la problemática que vivía su comunidad, sino que por el contrario, se enfrascó en acusar al compañero de haber llegado “tirando piedras” y de lanzar acusaciones contra su viceministro y su inefable programa.

Ese y otros eventos en los cuales las bases populares intentaron dialogar con el líder, siendo rechazados bajo la excusa de falta de disciplina y baja formación “revolucionaria”, comenzaron a ofrecer indicios de una de las grandes debilidades del proceso político venezolano. Se trata, sin duda alguna, de la concentración de las expectativas revolucionarias en la figura de un hombre, en este caso, el Jefe de Estado, que, como todo mortal, es susceptible a incurrir en errores y en visiones desenfocadas..

Lo que inicialmente fue para nosotros - frente a la oposición venezolana - una de nuestras mayores fortalezas, ha venido convirtiéndose, en instrumento de decadencia y perversión. No es falsa la acusación de la oposición en relación con que el Presidente se ha rodeado de un grupo de aplaudidores de oficio, que jamás han formado un equipo de trabajo serio y eficiente; sino que por el contrario, se han limitado a usufructuar del poder al mejor estilo de adecos y copeyanos. Tampoco es falso el señalamiento de corrupción y despilfarro, males que el propio Presidente ha venido “ignorando”, como si se tratase de algo natural e irreversible. Ni es falso además, el uso de símbolos y arquetipos ancestrales de lucha, en aras de un consumismo desenfrenado que en nada aumenta la formación ideológica del hombre, sino que exacerba la alienación y la enajenación cultural de los pueblos.

¿Pero es que, en el fondo de todo, los que hemos militado en el ideal de izquierda, no intuíamos que algo andaba mal?¿Es posible institucionalizar una revolución? ¿Puede existir una revolución sin que exista un cambio de conciencia? ¿Era lógico considerar que el desarrollo eficiente de un sector estuviese en manos de individualidades, en lugar de confiarlo a la planificación de sistemas de seguimiento, control y evaluación permanente?

Particularmente interpreto la ley de amnistía, como una estrategia del Presidente para seguir consolidando su papel como líder internacional. El “pequeño detalle” que olvidó el líder, es que esta estrategia hiere sensibilidades, lastima las raíces de un dolor indeleble del pueblo venezolano que aún no ha sido resarcido: Casi todos los responsables de estos hechos gozan de absoluta impunidad. Impunidad que ahora, nuestro señor Presidente, ratifica y avala.

Contrario a la apreciación de muchos camaradas que se sienten decepcionados por la declaración de amnistía presidencial, yo creo que debemos aprender a “leer” en los hechos, la posibilidad de seguir avanzando en nuestros procesos históricos.: El líder cumplió su papel, pero quizás no nos dio ocasión de cumplir con el nuestro. Y créanme, el mío jamás estuvo en la defensa a ultranza de un sistema cuyas bases se fundamentan aún en la injusticia social. Pienso que el que podamos observar con criterio estas situaciones y decidir nuestro propio rumbo, es una posibilidad de evolución social extraordinaria. Vendrán nuevos escenarios y nuestro país conocerá el advenimiento de nuevos líderes. Ya existen. Sólo es necesario que haya ocasión de que se conozcan. Todo proceso histórico evoluciona, y el nuestro no es una excepción. Transitamos una fase y nos preparamos para asumir otra. Hagámoslo con compromiso y apego, no ya a la figura de un hombre, sino a nuestras ideas, que han sido, son y serán siempre, expresión del deseo por la redención del género humano.


martieducador@hotmail.com


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Gladys Emilia Guevara


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