Cuento o razón

​¿Cuál es la verdadera riqueza?

​El sol de la tarde caía a plomo sobre La Tacarigua de Margarita, asfixiando la tierra sedienta. Juancho Marcano, buscando un respiro, se refugió en el fresco de su jardín, bajo la sombra de unos helechos frondosos. A sus pies, Pipo, su perro de ojos sabios, también se refrescaba.

​—Pipo, ¿sabes qué? —dijo Juancho, con voz soñolienta—. Siento que mi memoria me está jugando una mala pasada. Me olvido de ciertas cosas, por ejemplo: Dónde pongo las llaves o el celular. No sé si son los años o el calor que me ha freído el cerebro.

​Pipo levantó una oreja y lo miró.

​—No eres el único, Juancho. Es el peaje que se paga por los años —respondió el perro, con un tono más claro de lo normal—. Los humanos tienen esa manía de creer que el conocimiento es como el agua que sale de un grifo, siempre constante. Pero se les olvida que es como un río, que a veces fluye con fuerza y otras, se estanca.

​Juancho sonrió. Su perro siempre lo entendía.

​—Lo que más me duele no es olvidar, Pipo, sino la discriminación que existe sobre los adultos mayores. Un amigo, me contaba, fue a pedir un trabajo y el tipo le preguntó la edad. Cuando le dijo, lo miró como si le estuviera hablando de una antigüedad. No se interesó en su experiencia, ni en sus ganas de seguir trabajando. Solo en un número. Como si la edad lo invalidara.

​Pipo se estiró, se acomodó más cerca de Juancho y le lamió una mano.

​—Esa es la estupidez de los que solo ven la riqueza en el oro y el papel —dijo el perro, con su voz de filósofo callejero—. El mundo cree que lo único que vale es lo que se puede contar. Pero se les olvida la verdadera riqueza.

​Juancho lo miró, curioso.

​—¿Cuál, Pipo?

​—La satisfacción, Juancho. La satisfacción de una vida bien vivida, de tener un techo, un pedazo de jardín fresco y un amigo con quien conversar —dijo Pipo, con la voz suave—. La verdadera riqueza es la que nadie te puede quitar, la que llevas dentro. Una vez escuché eso en la emisora comunitaria, que Alfred Nobel lo dijo: "La verdadera riqueza es la satisfacción".

​Dicho esto, Pipo volvió a su disfrute del frescor, dejando a Juancho pensativo. El periodista miró a su alrededor, a los helechos, al calor que se disipaba. Y se sintió el hombre más rico del mundo, con las palabras que le expresara su perro.



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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