Los gritos de la frontera

Entre la realidad y el discurso, la realidad destroza cada una de las palabras que intentan construir un discurso justificador y “revolucionario”, en medio de una crisis estructural de la sociedad venezolana, de un país que reclama respuestas concretas, efectivas y no justificaciones amansadoras ni dirigentes autodecretados.

    Las adversidades en este lado del país no solo inundan pueblos en periodos de invierno, desbordan ríos porque no se hacen los trabajos de dragado ni se construyen a tiempo los diques de contención (Caso: Guasdualito), también está a la vista un frondoso  contrabando que, sospechosamente, cambió de modus operandi  durante este “cierre técnico de frontera” con Colombia.

    La mayor tragedia que caracteriza a nuestra frontera sur-occidental es la ascendente pérdida de la Identidad y Soberanía Nacional. Más allá de la negligencia de los gobiernos locales, con alcaldes y alcaldesas atrapados en su  miseria política, carencias ideológicas, escasa capacidad gerencial y olas de corrupción, es impresionante cómo se va sustituyendo el hermoso olor a patria-nuestra por los aires “paisa” del vecino país.

    Igualmente cada segundo  se instala en los pueblos y comunidades venezolanas, el modo violento anidado hace más de sesenta años en la ensangrentada nación neogranadina. Geográficamente caminamos sobre territorio venezolano  pero es un secreto a voces, la presencia del paramilitarismo y otros tipo de bandas delictivas que, a lo “juancharrasquea’o”, imponen reglas de convivencia  y  diferentes maneras  de morir.

        Mientras este cuadro socio-patológico, archiconocido y denunciado, adquiere mayor robustez y complicidad interna, hay fuerzas individuales y colectivas, organizadas, honestas  e incansables que alzan la voz a los cuatro vientos y lanzan gritos de resistencia  a través de los medios de comunicación fronterizos  (radio y televisión) que se sostienen en el aire y a través del Cable, por las agallas y convicción de sus promotores y porque Dios los está bendiciendo.

    Teniendo el Estado el deber y la obligación constitucional de  ejecutar “…una política integral en los espacios fronterizos terrestres, insulares y marítimos, preservando la integridad territorial, la soberanía, la seguridad, la defensa, la identidad nacional, la diversidad y el ambiente, de acuerdo con el desarrollo cultural, económico, social y la integración…”, resulta inadmisible e imperdonable que desde el Gobierno (local, regional y central) no muevan un dedo para amurallar comunicacionalmente la  identidad y soberanía en esta prodigiosa región fronteriza.

        Parecemos quijotes de la Comunicación en la frontera, arriesgando el pellejo en defensa de la venezolanidad. Enfrentamos enemigos “oficialistas” y mercenarios de la Oposición, porque los ideales por una nación humanista, ecológica, antiimperialista no se alquilan ni por arriba ni por debajo de la mesa. Cerramos fila a favor de un proceso bolivariano con graves heridas en las alas y severas señales de estar retrocediendo, aparatosamente.

    Existimos de hecho, porque no hemos abandonado la militancia de los sueños, porque no hay que esperar que el pueblo vuelva a despertar para dar el ejemplo. Legales o ilegales no son adjetivos que desmoralizan el camino, arduo y peligroso, de la lucha comunicacional diaria. Nuestra legalidad es la Constitución y el pensamiento libertario; nuestra ilegalidad es el término despectivo y leguleyo de los   burócratas de “izquierda”  y derecha que chupan las tetas del gobierno desde apoltronadas oficinas llenas de papel, carpetas y discursos de plastilina.   

elmerninoconsultor@gmail.com


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Elmer Niño


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