¿Hacia un feminismo libertario?

[¿Qué puede aportar el anarquismo al feminismo? ¿El feminismo al anarquismo? Al plantearse estas dos preguntas, el feminismo libertario desvela los puntos ciegos de estos movimientos y nos permite profundizar en sus problemáticas. Claramente distinta de una interpretación puramente libertaria, afirma la existencia de sistemas de opresión y, como respuesta, la posibilidad de una capacidad autoemancipadora.

Basándose en textos tanto históricos como filosóficos, Iréne Pereira nos invita a pensar en una sociedad radicalmente feminista y anticapitalista, libre de intervención estatal y con amplias libertades individuales. Publicamos a continuación la conclusión de su libro Le féminisme libertaire.]

Conclusión

Al final de esta investigación filosófica, es necesario resumir los puntos tratados a lo largo del libro para llegar a una visión sintética de lo que sería el feminismo libertario.

El feminismo libertario no es básicamente una vertiente claramente identificada del feminismo o del anarquismo. La noción de anarcofeminismo es bastante reciente, pues apareció en Estados Unidos en la década de 1970. Esto no impidió que las activistas anarquistas se preocuparan por la emancipación de la mujer ya en el siglo XIX, pero a menudo eran reacias a llamarse feministas.

Si la noción de feminismo libertario parece ambigua en su uso, es porque a veces se utiliza como sinónimo de anarcofeminismo o, en otras ocasiones, de feminismo libertario en términos de moralidad (Badinter, 2003). Esta confusión en el uso del término feminismo libertario proviene principalmente de una indistinción en el idioma inglés entre libertario y libertariano a partir de la década de 1970.

El objetivo de este libro era aclarar el uso filosófico de la expresión feminismo libertario remitiendo el término libertario a su origen histórico, donde es sinónimo de anarquista.

El término libertario es más amplio que el de anarquista, ya que puede utilizarse como adjetivo para describir posturas que no se refieren necesariamente al sistema político, sino también a la moral. Algunas personas se autodenominan libertarias, pero no pretenden abolir el Estado, a diferencia de los anarquistas. Dicho esto, el término libertario implica una crítica del poder del Estado y su limitación, si no su abolición.

Por tanto, parece difícil considerar feminismo libertario como un simple sinónimo de anarcofeminismo, ya que no es seguro que las personas que se declaran libertarias o feministas libertarias también se consideren anarquistas o anarco-feministas. Pero, ¿no se evitaría la confusión entre libertarios y libertarias si nos atuviéramos al uso histórico de una identidad entre anarquismo y libertarismo como subcorriente del socialismo obrero?

Me parece que esta identidad de términos no hace justicia a la expansión conceptual que ha experimentado el término libertario en relación con el de anarquista. En efecto, puede haber diferentes tipos de régimen libertario, como la misarquía (Dockés, 2019), el municipalismo libertario (Bihel, 1998) o el anarquismo.

Sin embargo, y esta es la tesis central del libro, esta extensión del término no llega a incluir las posiciones libertarianas. Al tratar de entender dónde radica la diferencia entre feminismo libertario y feminismo libertariano a lo largo del libro, hemos visto que esta tensión entre liberalismo económico/libertarianismo, por un lado, y libertarismo/anarquismo, por otro, está presente en diversas polémicas como la cuestión de la religión, el Estado, la tecnología, la educación o la libertad individual.

Aunque el feminismo libertario y el feminismo libertariano están unidos en su crítica al Estado y su deseo de una mayor libertad individual, es necesario destacar sus diferencias. En primer lugar, el análisis del sistema social. El feminismo libertario aspira a una mayor libertad individual, pero no parte de la idea de que vivimos en una sociedad de individuos absolutamente libres. La aparente libertad de consentimiento no basta para caracterizar la libertad individual. Esto no significa que el consentimiento no sea necesario, pero no es suficiente.

En contraste con las concepciones liberales y libertarianas de la sociedad como una asociación de individuos con derechos libres e iguales, el feminismo libertario se basa en la idea de que la sociedad actual está formada por grupos sociales antagónicos, algunos de los cuales oprimen a otros. En consecuencia, el feminismo libertario implica una crítica del capitalismo, la androcracia, el racismo y todas las relaciones sociales opresivas, lo que lo distingue del anarquismo clásico, que sólo critica la autoridad vertical y no la opresión social.

Sin embargo, esto no significa que sea posible obligar a las personas a ser libres. El riesgo de tal postura es el paternalismo: querer hacer feliz a alguien a pesar suyo, querer liberarlo a pesar suyo. El feminismo libertario también reconoce la importancia de la autoemancipación de los oprimidos, una emancipación que sólo puede producirse a través de sus propios esfuerzos. Pero no es a través de la capacidad de consentir como los oprimidos se emancipan. Tener la libertad de consentir un orden establecido que se presenta como formalmente justo: ésa es la concepción liberal de la libertad política.

Sin embargo, la emancipación de las y los oprimidos no es de esta naturaleza. Como señaló bell hooks, es haciendo oír sus propias voces y voces diferentes, desarrollando su poder de acción, como los oprimidos se liberan. La participación colectiva en los movimientos sociales feministas ha sido, pues, un medio de emancipación individual. Se trata de dos concepciones diferentes de la autonomía. Una concepción liberal basada en la idea de que los individuos son siempre libres de consentir o negarse (a menos que sean coaccionados, manipulados o amenazados) y una concepción vinculada a los movimientos contra la opresión que afirma las capacidades de autoemancipación colectiva como condición para la emancipación individual.

El feminismo libertario no ofrece una respuesta clara a una serie de debates, pero permite criticar los argumentos liberales y libertarianos en apoyo de determinadas posiciones. De este modo, el feminismo libertario ayuda a distinguir entre argumentos liberales y libertarios en los debates feministas. La línea divisoria se refiere a la idea de un individuo libre abstracto que piensa independientemente de la existencia de relaciones sociales de poder.

En consecuencia, el movimiento feminista debería desconfiar de la ambigüedad de eslóganes como: "mi cuerpo me pertenece" (¿es una cuestión de posesión o de propiedad?), "un hijo, si quiero, cuando quiero" (¿es la autonomía de la voluntad un criterio relevante?). Esto no significa que las demandas de libre disposición del propio cuerpo y de control sobre la propia maternidad sean irrelevantes; más bien, el feminismo libertario se centra en examinar el tipo de argumentos utilizados para apoyar una reivindicación feminista con el fin de distinguirlos de los argumentos liberales y libertarios.

Una misma postura puede defenderse con argumentos diferentes. Por eso la posición feminista libertaria puede parecer a veces minimalista en sus posiciones, en la medida en que su aportación no está tanto en la originalidad de sus posiciones como en su capacidad para ayudarnos a eliminar ciertos argumentos del debate público cuando consideramos que nuestra sociedad está efectivamente estructurada por sistemas de opresión.

En resumen, los dos presupuestos comunes que impugno en el pensamiento político liberal y libertariano son el análisis del funcionamiento actual de la sociedad como asociación de individuos libres e iguales en derechos, del que se deriva la idea del consentimiento individual como criterio de libertad. Estos dos principios no me parecen compatibles con la idea libertaria de que existen sistemas sociales opresores y, por tanto, grupos sociales oprimidos.

El segundo punto se refiere a la organización de una futura sociedad libertaria. Una sociedad libertaria es una sociedad feminista en el sentido de que, tal como la he definido, es una sociedad que lucha contra todas las formas de opresión social. No es una sociedad económicamente capitalista, aunque pueda aceptar diferentes formas de economía que van del mutualismo al comunismo, pasando por diferentes formas de colectivismo.

Pero en cuanto una sociedad libertaria se convierte en capitalista, pasa a otro tipo de régimen político, que es el libertarismo en su forma anarcocapitalista. El término libertario implica por tanto una dimensión económica y no es simplemente una noción que pretenda caracterizar una relación con el poder político o una libertad moral. Se refiere a una sociedad en la que la organización política, la policía y el poder judicial se caracterizan por un mayor control democrático que en las llamadas democracias representativas. Un régimen político libertario implica una forma de democracia radical.

La futura sociedad libertaria es, por tanto, una utopía radical (Carabédian, 2022), pero esta utopía se basa en las utopías concretas prefigurativas que se encuentran en las organizaciones anarquistas, que permiten experimentar, en forma de microorganización política, organizaciones horizontales que no funcionan de forma económicamente liberal y que aplican reivindicaciones feministas libertarias.

En sí mismo, como he mostrado a lo largo de este libro, ser anarquista o incluso anarcofeminista no es suficiente para garantizar un compromiso real con la lucha contra todas las formas de opresión. Se puede ser una anarca-feminista blanca ciega ante el racismo, por ejemplo. Del mismo modo, la etiqueta anarquista no basta para garantizar un compromiso feminista. El hecho de que los y las anarquistas afirmen oponerse a toda forma de autoridad no significa necesariamente que siempre hayan estado del lado de la emancipación de la mujer, como demostró Proudhon.

El rasgo distintivo del feminismo libertario es que es una forma de feminismo que no requiere la intervención del Estado para establecer una sociedad feminista y que aspira a la mayor extensión posible de la libertad individual. Es en su crítica de la opresión estatal y en su defensa de la libertad individual donde puede aportar una contribución a otras formas de feminismo. Pero sólo si puede distinguirse claramente de las posiciones libertarianas.



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