El diario de Oscar Heck – el 6 de junio del 2024

He pasado desde el domingo vendiendo en las playas, caminando hasta 18 kilómetros por día en temperaturas de alrededor de 36C, pero, se siente como 50C debido a la humedad atmosférica aquí en la costa.

Todas las personas que conozco (vendedores ambulantes y de los quioscos) que venden cosas aquí en la playa, muchos que hace más de 30 años que lo hacen, me están diciendo, "Voy a cambiar de rumbo, nadie está comprando, ni los domingos," y eso es verdad, el domingo pasado no había casi nadie en la playa, y cuando hay gente, todos o casi todos traen sus cavas, su cerveza, su refresco, su arroz con pollo, pan, y queso, y tortas hechas en casa, y cosas así, nadie tiene dinero, o pocos, para comprarse extras. Solo compran hielo, y a veces vikingos (chupi chupi), ya ahora casi nadie compra camarones, ostras, o pepitonas (mejillones), ni tampoco están comprando obleas, no señor. Pero, aquí estamos hablando de las playas para los pobres que vienen de los cerros de La Guaira y de los barrios pobres de Caracas, esas son las playas donde yo vivo, donde trato, como los demás, de sobrevivir.

Ayer murió otra señora de unos 60 años de edad por aquí, de un infarto.

Los vecinos muy pobres de una colaboradora mía salieron vestidos para salir, la abuela y dos de sus nietos de unos 4 y 5 años de edad. Los zapatos de los niños eran 3 o 4 tamaños demasiado grandes, porque esos zapatos les fueron regalados y no tienen otros, y la abuela, calzando unas viejas cholas de goma. No tienen ni aceite ni azúcar ni carne en la casa, el padre de los niños se fue a trabajar en Colombia, la madre se fue con otro a Colombia, después él se fue con otra en Colombia, y ella (la madre de los niños) finalmente regresó después de haber dejado los niños con la abuela durante meses mientras trataba de hacerse una nueva vida en Colombia, con la abuela quien tampoco tiene nada, ni un centavo.

Nada.

Y ella era una funcionaria pública, sí señor.

Una de mis colaboradoras trabajó durante 18 años para una alcaldía, y cuando finalmente se fue (debido a su salario de $3,50 al mes sin beneficios), no le dieron nada, ni prestaciones, ni jubilación, nada. Ella hoy empaqueta chucherías para vender en la playa, y se gana menos de $140 al mes, cuando su alquiler cuesta $100 al mes, más el agua que tiene que comprar porque el agua de la calle jamás le llega al apartamento.

A otra conocida, una madre muy pobre con 5 niños, con el marido que se fue a trabajar por otros lados (porque por aquí no hay trabajo), y que no ha podido mandar dinero, bueno, recién hoy se la acabó el agua en la casa que está cuidando para un ricachón de por aquí, esa poca agua que le llegó por gotas hace casi un mes atrás, ahora no tiene ni una sola gota de agua, ni para bajar la poceta, con 5 niños en la casa.

"Suerte" que esos niños no comen mucho, están gravemente desnutridos desde hace años, entonces me imagino que no cagan mucho, verdad? ¿Será que así lo calculan los funcionarios públicos que deben ocuparse de proveer el agua a las comunidades pobres de Venezuela?

Bueno …

Después, una amiga me mandó un video de algún alto funcionario público (muy bien vestido y gordito) de Corpoelec o del ministerio de electricidad, o algo así, diciendo que hay que pedirles a los ingenieros que se fueron del país (75% de los ingenieros de Corpoelec y de PDVSA se fueron, dijo él), que regresen porque aquí en Venezuela hay estabilidad, sí Luis, ¿qué carrizo profesional va a volver a Venezuela para ganarse $75 al mes, sin beneficios, cuando en el exterior se ganan fácilmente por encima de $4000, con beneficios?

¿Ah?

Es como si esos funcionarios públicos venezolanos vivieran en otro planeta.

A otro joven conocido de unos 36 años, le salió un tumor cerebral, pero la familia no tiene cómo pagar los insumos, tienen que pagar absolutamente todo porque el Estado solo provee el talento de los pocos cirujanos que quedan en el país y de las pocas enfermeras que por vocación siguen trabajando como esclavas del Estado. Están diciendo que él morirá, porque jamás podrán recolectar el dinero suficiente a tiempo para cubrir los tremendos gastos para la operación. Él está en casa, esperando, muriéndose.

Otro muerto más.

Sí señor.

Después, al llegar a mi taller, después de 8 horas caminando bajo el sol, otra amiga me manda el siguiente mensaje:



¿Será verdad?

No lo sé.

También, a otro alcohólico quien conozco de la calle aquí, le dio otro terrible ataque del hígado, lo llevaron al hospital, y después de pocas horas, lo devolvieron a la calle por falta de insumos y médicos, ¡váyase a morir en la calle!, y allí está, viviendo y durmiendo bajo un árbol. Le pregunté cómo se siente, y me dice, mal.

Otro muerto más.

Y justo antes de terminar este diario de hoy, me llamó mi amiga quien me había mandado fotos de tres grandes (nuevos) centros comerciales y mercados, pero estaban vacíos, y me dijo, "Los únicos negocios donde venden, pero solo algunos rubros, son los negocios que venden comida, y las licorerías, porque la gente se está ahogando en el alcohol."

Y eso es 100% cierto.

Yo lo veo aquí donde vivo todos los días, y cada día se pone peor. La desesperación y la falta total de esperanza, nos está matando como sociedad, como pueblo, y, como ella me dice, no solamente el licor está matando a los alcohólicos, sino a los no tan alcohólicos también, la gente ya no aguanta más.

Para que sepan, desde hace unos 7 años atrás, cuando los productores de alcohol (licor) aquí en Venezuela parecieran haberse dado cuenta del tremendo desespero de la población pobre (el 80%), han salido al mercado un montón de marcas de "ron barato," que no es ron, sino aguardiente con caramelo, colorantes, etc., que venden a entre $2 y $3 el litro, a menos de la mitad del precio del ron, y eso es lo que más se vende desde entonces, y también, es lo que más mata, o digamos, mata más eficientemente.

Otros muertos más.

Este ha sido un día típico aquí donde yo vivo en la bella costa caribeña de Venezuela.

oscar@oscarheck.com
 



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Oscar Heck

De padre canadiense francés y madre indígena, llegó por primera vez a Venezuela en los años 1970, donde trabajó como misionero en algunos barrios de Caracas y Barlovento. Fue colaborador y corresponsal en inglés de Vheadline.com del 2002 al 2011, y ha sido colaborador regular de Aporrea desde el 2011. Se dedica principalmente a investigar y exponer verdades, o lo que sea lo más cercano posible a la verdad, cumpliendo así su deber Revolucionario ya que está convencido que toda Revolución humanista debe siempre basarse en verdades, y no en mentiras.

 oscar@oscarheck.com

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