Cumplida la tarea encomendada,
salieron los perros de la ciudad. Los perros de la guerra, los perros
mediáticos, los perros pro-imperialistas, los transfugas estelares.
Perros a ocho columnas, transfugas a dos siglos, perros a muchas guerras,
perros a un solo amo: El capital. No el de Marx, el de Wall Street.
Siniestros y confabulados,
vampiros chupasangre. Consortes de la desesperanza y la guerra, perros
bien perros. Por fin se fueron los perros de la ciudad; pero dejaron
el olor y las pulgas.
Con ese olor a perro Vargas
Llosa nos dejó una referencia de Bolívar, de ese que han falsificado
en dos siglos; pero olvidó el escritor que ya Bolívar nos previno
del “talento sin probidad”, porque en estas ciudades ha resucitado
el Bolívar auténtico, ese del que habló Neruda. Ya estamos ensalmados
contra la rabia perruna de cualquier vargasllosiano espúreo con pedigreé.
Vino Mario Vargas acompañado
de otros perros. Perros amigos del imperio, colaboradores de la CIA,
armadores de escenarios de guerra y muerte. Un perro Castañeda, transfuga
a siete suelas, amigo de los Bush, de Negroponte, de los Kisinger y
otros menos cotizados, con quienes ha compartido oficinas por allá
por los predios de Zapata, en la Torre Omega de Polanco, donde también
están los perros del servicio secreto israelí, el Mossad. Desde allí
en sus aventuras perrunas han planificado golpes de Estado, financiado
“contras” que van en contra de las revoluciones; pregunten a los
sandinistas. Comparten pulgas con terroristas como Possada Carriles.
Tienen el tufillo de planes como el “Condor”.
Castañeda perrito faldero
de Fox, acérrimo enemigo de los pueblos de América Latina, también
colaboró para entregar las riquezas mexicanas al imperio yanqui. Ya
por eso le dieron su hueso de premio. Especialmente las riquezas petroleras.
De allí su relación con otro perriro de pedigreé llamado Luis Giusti,
que aprendió bastante bien la lección apátrida y terminó de asesor
de Bush. A Luis Giusti lo paró Chávez, sino ya las riquezas petroleras
de Venezuela no fuesen de Venezuela, estuvieran dentro del inventario
de la Exxon, o de cualquier otra petrolera transnacional.
Castañeda, perrito de ínfulas
intelectuales ha seguido los pasos de su maestro Vargas Llosa en eso
de saltar talanqueras. Mario defendía a Cuba hace unas décadas, ahora
defiende al Capital (el que ya dije). Castañeda anduvo con Regis Débray
en los sesenta, ahora acompaña a los aventureros del lavado de dinero
y la estafa. Estos perritos (Castañeda y Giusti), por cierto que aparecen
en el directorio del Stanford Bank. ¿Casualidad? Detrás de esta “estafita”
también sale un tufillo de lavados de dólares narcotizados perrunamente.
Estos perritos tienen sus estructuras, como el Centro Mexicano de Asuntos Internacionales, el CEMAI que dirige Andrés Rosenthal Gutman (venezolano de origen judío-ruso), medio hermano de Jorge Castañeda Gutman, y cuñado de Andrés Holzer (sionista involucrado en el caso Irán-Contras), dueño de la tenebrosa Torre Omega, donde funciona el Mossad y las oficinas de Roberto Madrazo, Carlos Cabal Peniche, Ricardo Salinas Pliego y las oficinas de Henry Kissinger. También tienen entre sus amigos cercanos a un verdadero perro, un “cane della guerra”, el señor perro Adnán Kassoghi (vinculado a Bush), también involucrado en el caso Irán-Contras, donde también hubo además de armas cocaína, considerado el mayor traficantes de armas de la bolita del mundo.
Allí se coló también el
perrito Enrique Krauze Kleinbort, publicista de la CEMEX, showman de
Televisa, el equivalente a Globoterror en México, heredero de los cachivaches
perrunos de la derecha intelectual mexicana y de Octavio Paz, en su
lado más oscuro.
Por fin ya la ciudad sin
los perros. Dejaron las pulgas, el olor y unos pocos ahuyadores de oficio.
Pero de esos el pueblo se encargará.