La Dictadura de la Iglesia Católica sobre los Poderes de la Tierra

No nos agrada hablar de estos temas tan tristes e infelices para los centenares de millones de personas que parecen resignarse bajo el pesado yugo de la mafia curera que preside don Nazinger allá en el feudo que le regalara Musolini en 1929 a través del tratado de Letrán. Siempre nos hacemos la misma promesa de no ocuparnos de asuntos tan hijos de la mamá de quienes han vivido de las comiquitas divinas; pero no podemos evitar romper una vez lo prometido, ante lo que vocifera un cerdo mitrado de la calaña de Baltasar Porras.

Porras descubre y jetea “una dictadura en Venezuela”. Su cinismo no tiene parangón sino en el acto hipócrita y grosero en el que un día juró entregarse a las causas del Cristo asesinado por sus antecesores en el Gólgota. No dice su excelencia reverendísima, don Baltasar, que si algo merece ser calificado de dictadura es el gobierno de la Iglesia Católica, apostólica y romana, donde unos cuantos piscos mitrados y purpurados mantienen como les da la gana unos supuestos elegidos de un Dios que ellos todos los días matan y vuelven a matar. Es el gobierno de las tinieblas donde los feligreses nunca son consultados a cerca de las dignidades sacerdotales, la designación de los Obispos, de los arzobispos de los Cardenales, y del mismísimo don Papa. Un feligrés es siempre una pobre víctima de estas hienas siempre hambrientas de carroña, que han perpetuado bajo las directrices de una dictadura impenetrable, el ejercicio libre de su impostura de su arrogancia y de su injusticia con los pobres que ellos ayudaron a propagar y a crecer en la miseria, en casi todos los rincones de este planeta nuestro.

Un marruñero como Baltasar Porras, escudado en su púrpura y en su mitra no tiene ninguna legitimidad emanada del Pueblo, para opinar sobre la vida de un proceso que lucha por socializar toda la riqueza de nuestro suelo a toda la población venezolana. A Dios gracias, este no es un proceso en el que puedan intervenir los eternos enterradores de las esperanzas de las muchedumbres empobrecidas por su prédica castradora de las potencialidades de los seres humanos.

Todas las opiniones de un truhán como su excelencia reverendísima Baltasar Porras, son opiniones políticas, porque político es él las 30 horas del día. Sólo que él es un político que intenta hacer funcionar a la sociedad solamente a favor de los intereses de su mafia curera. Aquí es bueno recordar lo que dijo el Dante: “¡Ah Italia mía, qué feliz hubieses sido si no hubiese existido Constantino!”, y lo que en esa misma dirección dijera Victor Hugo: "Dios es el carbón que hace hervir la olla del cura".

La Hipocresía de la Iglesia Católica la lleva a afirmar de qué no se mete en asuntos políticos, cuando en realidad son ellos los directores de la política en muchos países dominados por el capitalismo. Pero la Iglesia católica, decana de la Política de dominación de los Pueblos oprimidos, se eriza en su supuesto cándido vellón, cuando nosotros los que estamos fuera de esa pudrición, queremos opinar sobre su dictadura de estercolero.

Pues bien, ya opinamos, le dijimos ya, lo que teníamos que decirle en nombre de las muchedumbres estafadas por su prédica de impostura, sobre la Obediencia a un Dios, al cual no le rinden cuentas, ni respetan, y al que estarían dispuestos a matar otra vez, si es que se le ocurre volver como dicen que vuelve.

tutas13@yahoo.com


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Eduardo Mármol


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