Retrato psicológico de un guarimbero pacífico

Carlo Cipolla, quien estudió la estupidez humana, encontró como primera ley: el que todos inevitablemente subestimamos el número de estúpidos que se encuentran en circulación. Entendiendo por persona estúpida aquella que causa daño a otras sin obtener ella ganancia personal alguna, o incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso. Aquí les dejo la confesión de uno de ellos:

Me llamo Armando Baringua, vivo en El Cafetal, mi papá era profesor de liceo cuando repartieron estos edificios de la Urbanización Raul Leoni, la zona quedaba lejísimo de Caracas, al punto que los compañeros adecos del viejo hasta le echaban broma en el Ministerio de Agricultura y Cría diciéndole que lo habían resuelto como obrero de fábrica con ese apartamento botado en el fin del mundo, ¡quien lo viera ahora!, está jubilado, cobrando la pensión de Chavez y paseando un perro salchicha. Si uno lo escucha hablar en el kiosco con los otros viejos cree estar en presencia de unos burgueses de toda la vida, y no los culpo, yo soy también uno de los muchos venezolanos que luchamos por superarnos para llegar adonde todos quieren: “ser alguien en la vida, ganar mucho – trabajar poco”. Tengo ya tiempo en esto, en 1980 me fui para el norte buscando vivir en un país mejor que este subdesarrollo, pero no pude seguir buscando oportunidades, la cosa allá se puso difícil con lo del viernes negro de Luis Herrera, simplemente la familia no me pudo seguir girando y yo me cansé de meter embustes de que si trabajaba en un periódico como gerente, cuando en realidad los repartía en una bicicleta por 2 dólares la hora, así que regresé y me puse a vender donuts en el boulevard, con el tiempo monté mi trampita de negocio y aquí estoy, convertido en un pequeño gato con complejo de tigre, no seré de los tigrazos como Zuloaga o Mendoza, pero tengo mis dos carros usados y un apartamento. Los socialistas pata en el suelo dicen que no soy burgués sino asalariado, me llaman “desclasado”, pero yo sé que si las cosas mejoran en Venezuela puede llegar el día que yo no trabaje, no me importa si eso es ser burgués, oligarca y apátrida, porque en realidad yo soy simplemente práctico, este país debe producir, la gente debe trabajar, los que tenemos negocios debemos ganar y el gobierno que venga debe estar bien con los americanos, ellos son los mejores, los más grandes y excelentes como big brother.

Hoy amanecí en una guarimba de las que tenemos montadas con el fin de que el gobierno renuncie, hay algunos más radicales que yo, tipos que cuando jóvenes eran una plaga por aquí, consumían drogas, robaban tapas de carro y siempre los sacaban de la policía cuando los agarraban, porque sus padres iban con el carnet de AD a llorarle a algún chivo. Ahora como que se les volvió a salir la clase, su efervescencia de malandros viejos se pone de manifiesto con sus motos gigantes estacionadas cerca del guarimbeo y los bates que traen para enfrentar las hordas chavistas, quienes, según dicen, vendrán a quitarnos los apartamentos y repartírselos. Yo no sé nada de ideologías, eso es profundo para mí, pero lo que sí sé es que no podemos permitir esas leyes absurdas como aquella de si tienes dos carros te van a quitar uno, la expropiación de las carnicerías, la de que te van a criar los hijos en los cuarteles, la de prohibir el uso de pañales desechables o ese abuso de los chips que ponían en los bombillos para verlo a uno dentro de su casa.

El periódico me aburre, no leo libros, no veo noticias, solo sé que este país se está cayendo a pedazos porque lo dice la televisión y la gente de por aquí. Estoy en desacuerdo con los chavistas por incultos, malhablados y enchufados, ellos tienen mal a Venezuela, por su culpa no hay harina pan, papel tóale ni cupo en las clínicas privadas, ya que cuando uno llega está esa negrera sentada en las sillas donde antes esperaba la gente fina que tenía su HCM.

Un vecino vio al perro muerto que teníamos colgado de un árbol, me saludó y con cara de asco me preguntó con aparente sinceridad: “Armando ¿por qué están protestando de esa manera?, ese perro yo lo conocía, el humo de la basura se mete para mi casa, tienen trancada la salida de la urbanización, ¿Qué quieren?”, “la libertad” le contesté, “¿y cómo es esa vaina?”, Volvió a preguntar el impertinente vecino, le respondí: “creo que es por la escases y lo de los dólares…”, hice una pausa, no sabía que mas decir, entonces me apresuré a cambiarle la conversación diciéndole “ahorita no estoy abriendo el negocio debido a las protestas…”. Mi respuesta no le gustó, pero ¿Qué voy a saber yo?, no soy ningún economista ni periodista para contestar preguntas, sino un ciudadano normal, neutro, apolítico, que ama a su país, francamente no merezco que ese señor cuestione mis ideales de lucha y menos lo que me dijo antes de arrancar: “ignorante mataperros”.

Puedo jurar que no fui yo el de la idea de matar a ese pobre perro de lo cual me acusa el vecino. Solo puedo decir que desde temprano me vine a la guarimba, levantamos las alcantarillas y quemamos la basura. A las 10 AM ya todo parecía aburrido, excepto cuando vino la muerte de Boby, el perro callejero que desde hace años uno lo veía por los terrenos de la cancha de softbol. Como siempre, el animal venía tranquilo pasando por ahí, manso el bicho, moviendo la cola, entonces el Ricardito lo llamó y sin misericordia le descargo un batazo en la cabeza que le partió el cráneo, el animal se revolcó de dolor, me dio lastima, en el suelo lo remataron Juan Andrés y otro que no es de por aquí, uno del tipo malandro de gimnasio, lo llaman “matarile”, dicen que lo mandaron de Petare, es un encapuchado de los nuestros. Cuando estaban colgando el infeliz cuerpo del animal, hacían chistes, en tanto las mujeres se tapaban la cara y decían “pobrecito chico” y “ustedes si son malos”, mientras se reían a carcajadas. Dejamos aquel péndulo macabro del boby ensangrentado y después de burlarnos un rato seguimos ahí, parados como unos imbéciles esperando las hordas chavistas o que el gobierno renunciara. Una vieja vestida de negro pasó con una consigna: “¡el que se cansa pierde!, pensé: “ya esto me cansa, dicen que si me canso pierdo, ¿Qué pierdo?, aquí el perdido soy yo, pierdo el tiempo, este gobierno no cae, ¿no estaremos haciendo el papel de pendejos?, esto es una perdición y yo estoy cansado, debería decirse: “el que se pierde cansa”. Un carro pasa por la barricada, es un muchacho con una anciana, un niño en el medio de ellos señala el perro colgando, antes de acelerar me gritan ¡asesino, fascista!; el “matarile” se me acerca con el bate presto, me pregunta: “¿oíste lo que dijeron?”, le contesto: “si, lo de asesino es por el perro, lo de fascista no sé, porque esos chavistas ahora usan una palabras que nada mas ellos las entienden”.

El autor es: Psicólogo

miguelvillegasfebres@gmail.com


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