El porcentaje de verdad en la filosofía antropológica de Occidente frente al resto del mundo

Introducción

La humanidad entera busca, de una forma u otra, la verdad acerca de sí misma: quién es, cómo debe organizarse y qué sentido tienen sus actos en la historia. Sin embargo, esa búsqueda no se reparte de manera homogénea. El mundo occidental, que apenas representa entre un 18 y un 20 % de la población mundial, se ha arrogado desde hace siglos el derecho de definir lo humano como si de un monopolio se tratara. Ha proyectado su filosofía, su ciencia y su moral como universales, cuando en realidad son el producto histórico de un contexto cultural determinado. La pregunta que aquí se plantea es clara: ¿qué tanto de verdad contiene esa visión minoritaria en comparación con las cosmovisiones del 80 % restante de la humanidad?

La hipótesis de partida es que la filosofía occidental ha aportado conquistas de gran valor —la dignidad de la persona, la racionalidad crítica, la igualdad jurídica—, pero está lejos de ser la verdad completa. Es una verdad parcial, limitada y deformada por sus propias sombras históricas: el colonialismo, el individualismo exacerbado, la explotación de la naturaleza y la desigualdad estructural que ella misma ha generado.

Occidente y su pretensión universal

Occidente hunde sus raíces en la filosofía griega, en el derecho romano y en la tradición cristiana, y se proyecta con fuerza a partir del Renacimiento, la Ilustración y la Revolución industrial. De ahí surgieron categorías fundamentales: la autonomía del individuo, los derechos humanos, la democracia representativa, el progreso científico.

Pero estas categorías, nacidas en Europa y prolongadas en Norteamérica, fueron exportadas al mundo entero a menudo mediante la espada, la cruz o el capital. La universalización de la razón occidental ha sido, en gran parte, una universalización forzada. Lo que era válido para una minoría cultural pasó a imponerse como verdad absoluta. El colonialismo, el imperialismo económico y la hegemonía militar hicieron pasar por universal lo que no era más que particular.

El valor parcial de la verdad occidental

No se puede negar el valor de los logros occidentales: el reconocimiento formal de la dignidad humana, la abolición de la esclavitud, la consolidación de un derecho universal, la separación de poderes, la capacidad crítica de la razón. Son conquistas que han transformado positivamente la vida de millones de personas.

Sin embargo, la historia muestra su otra cara: esos mismos valores convivieron con la opresión colonial, con genocidios silenciosos, con la reducción de la naturaleza a objeto de explotación, con la concentración obscena de la riqueza en pocas manos. Occidente, en su afán de autonomía y dominio, convirtió a la persona en individuo aislado, y a la libertad en mercado. Su verdad, por tanto, es cierta en el plano analítico y jurídico, pero insuficiente en lo moral y lo comunitario.

Las otras verdades del 80 %

Frente al monopolio occidental, el resto del mundo ha conservado visiones antropológicas y morales diferentes, que completan la mirada sobre el ser humano.

Oriente (China, India): el confucianismo y el hinduismo proponen un orden donde el individuo se entiende en relación armónica con la comunidad y la naturaleza. Su verdad es holistíca: el ser humano no es un átomo, es parte de un tejido.

Islam: ofrece una visión integradora de lo humano con lo divino, y concibe a la comunidad como unidad moral universal. Su fuerza radica en la conciencia de trascendencia y en la cohesión de la umma.

África subsahariana: el pensamiento del ubuntu enseña que "yo soy porque nosotros somos". La persona existe en tanto pertenece a una comunidad viva. La verdad aquí es la inseparabilidad de la identidad personal y la social.

Pueblos originarios de América y Oceanía: conservan cosmovisiones donde el tiempo es cíclico, la tierra es madre, y los ancestros guían el presente. La verdad se encuentra en la integración del ser humano con la naturaleza y con lo sagrado.

Estas filosofías, muchas veces marginadas o despreciadas, encierran reservas de humanidad que relativizan las certezas occidentales.

El dilema del porcentaje

Estamos, pues, ante un dilema: un 20 % de población mundial que ha pretendido monopolizar la definición de lo humano, y un 80 % que sigue sosteniendo visiones distintas, igualmente legítimas. Occidente confunde fuerza con verdad: porque dispone del poder económico, militar y mediático, cree poseer también la verdad antropológica y moral. Pero la realidad es que su visión es sólo un fragmento, parcial y condicionado.

La gran pregunta es si la verdad, en cuanto categoría moral y antropológica, puede cuantificarse. ¿Tiene más verdad quien domina o quien resiste? ¿El 20 % que define y controla, o el 80 % que calla pero conserva una riqueza espiritual y comunitaria mayor?

Hacia un mestizaje de verdades

Quizá la salida esté en el mestizaje. Occidente ha aportado el valor de la libertad individual, el análisis crítico, la construcción de instituciones jurídicas. El resto del mundo ofrece la dimensión comunitaria, la trascendencia, el respeto a la naturaleza, la memoria de lo ancestral. Ninguna visión basta por sí sola: Occidente sin el resto es arrogancia; el resto sin Occidente puede quedar inerme frente al poder global.

La verdad antropológica, por tanto, no es patrimonio de un bloque, sino tarea compartida. Sólo emergerá de un diálogo entre culturas, donde Occidente renuncie a su pretensión imperial y el resto del mundo afirme su voz sin complejos.

Conclusión

Occidente, con su 20 % de población, ha querido definir la totalidad de la condición humana. Ha brillado en lo analítico, en lo jurídico y en lo científico, pero ha sido ciego en lo comunitario y en lo espiritual. El 80 % restante conserva esas dimensiones olvidadas. La "verdad" del ser humano no está completa mientras se siga imponiendo la visión de unos pocos sobre la de la mayoría.

Si la verdad es un espejo, Occidente ha pulido un fragmento brillante pero incompleto. Los otros fragmentos, dispersos en el resto del mundo, esperan ser reconocidos. Sólo al reunirlos todos, la humanidad podrá contemplar su propio rostro entero.

Cuando haya consenso sobre la relatividad de todas las verdades, la humanidad alcanzará el estadio más próximo a la perfección del raciocinio. Y cuando se asuma que lo absoluto sólo puede residir en el propio acuerdo, la humanidad estará ya en otra galaxia.



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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