Haciendo uso de la metodología marxista: La crítica social dialéctica

La inducción propagandística de deseos: Pilar fundamental del consumismo capitalista

     Marx no solía hablar de sí mismo como filósofo, historiador o economista –pese a ser todo eso a la vez- sino como crítico de la sociedad y, por tanto, el método de investigación marxista es la crítica social dialéctica que en este artículo utilizamos para tratar el tema de la inducción propagandística de deseos como pilar fundamental del consumismo capitalista.

     La búsqueda obsesiva de la maximización y de la concentración de la riqueza como propósito medular del capitalismo le asigna un carácter preponderante a la última etapa del proceso de producción, distribución y consumo de bienes y servicios, en razón de que es en esta fase donde se concreta la obtención de la ganancia y, por tanto, el consumismo tiene una vinculación directa con dicho empeño cardinal del capitalismo.

     La propaganda capitalista consiste en el lanzamiento intencional, controlado y sistemático de una serie de discursos persuasivos que buscan la adhesión a sus intereses de grupos específicos de destinatarios, al influir en sus valores, acciones,  emociones, actitudes y opiniones, utilizando los medios de comunicación masiva y directa para transmitir información parcial basada o no en hechos. Su intención de apoyar la ideología burguesa, aún cuando el mensaje contenga información verdadera, hace que ésta sea incompleta, no contrastada y parcializada, de forma que no presente un cuadro balanceado de la opinión en cuestión, ya que es percibida siempre en forma asimétrica, subjetiva y emocional.

     En las sociedades capitalistas, el auge de la publicidad comercial y de la propaganda ha sido permanente y cada vez más intensa a partir del principio del siglo XX hasta la actualidad, siendo las grandes empresas y los expertos publicitarios los que hoy en día organizan, hasta en sus más mínimos detalles, las campañas propagandísticas que primordialmente inducen deseos, dado lo favorable que, por una parte, resulta ser el establecimiento y la práctica de ilimitados procesos masivos de sugestión previamente adaptados a las conveniencias de los intereses patrimoniales de las clases privilegiadas y, por otro lado, la inconveniencia de lograr una satisfacción plena de las necesidades humanas que redundarían en la elevación de la autoestima que, como corolario, arruinaría el propósito del indispensable y manipulador arte del engaño capitalista.

     El deseo es concebido como el anhelo de saciar un gusto mediante objetos materiales, saberes, personas o afectos cuya agradabilidad conmueve nuestros sentidos, ya sea por orientación, motivación de vivencias pasadas o por neto reflejo corporal. Siendo la consecuencia de uno o más sentimientos no satisfechos, postergados de forma voluntaria o involuntaria, el deseo es la consecuencia final de la emoción que nos saca de nosotros mismos, nos desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve inmoderados y hace que vivamos en la improvisación, el desorden y el capricho, máximas expresiones de la libertad llevada a la enajenación que fertiliza el terreno de la pradera donde el capitalismo propaga, perpetúa, acrecienta y extiende la exageración, la falsedad y el abuso propagandístico que sirve de instrumento ideal para la puesta en práctica del arte del engaño que sirve de pilar fundamental del consumismo capitalista.




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Nicolás Urdaneta Núñez


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