¡Quien no es balsero no está en nada!

Hoy, 28 de febrero, cumplo 85 años. Es una larga vida metido, desde los 17, en medio de la confrontación política, cuando me incorporé a la juventud de AD en 1955. Pero además de eso, por razones de mis estudios informales, aunado estos a los inherentes a los formales, en mi condición de profesor en la especialidad de historia, he podido observar la vida con detalle y hacer muchas comparaciones, en lo que no que no suelo perderme y menos dejarme llevar por lo superficial y aparente. Donde el odio y menos la búsqueda de beneficios personales, hasta inmerecidos, nunca entraron. No me han impedido captar los hechos tal como ellos transcurren y no como les imagino o deseo.

Por el día, el de mi cumpleaños, quiero regalar a mis amigos que me leen, este trabajo de 1994, hace pues 29 años, el cual habla de los balseros, aquellos cubanos que viajaban y aun todavía lo hacen de manera furtiva, en condiciones deplorables y jugándose la vida con rumbo a Estados Unidos, pero también de, cómo en Venezuela, los jóvenes empezaban a ver como única salida, volverse balsero. Porque lo del "Darién", aun no aparecía ni en sueños y aún se podía, sin dificultad, tomar un avión y con los papeles en regla, aterrizar mansamente en Miami. Ya, en ese tiempo, como leerán abajo, hubo jóvenes que dijeron: "¡Yo no entiendo como ustedes siguen esperando un milagro!

No obstante, por razones culturales, no dejo de recordar y recordarles a mis amigos aquella canción de Luis Fragachán, "El norte es una quimera:

"Me fui para Nueva York,

en busca de unos centavos

y he regresado a Caracas,

más limpio que foete de arrear pavos".

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"¡Esta situación se alarga demasiado!" Habló uno de mediana edad, haciendo un alto en su empeñoso estudiar "La Gaceta Hípica". Pues esperaba en ella encontrar su "salida", lo que le hacía su biblia y hasta "Rosa de los vientos", su norte y esperanza.

"¡En verdad, esto es demasiado!".

Intervino otro del grupo que habitualmente se reunía en aquella esquina a apostar a los caballos.

El más joven de todos, alzando su voz por encima del grupo, expresó su opinión de manera casi dramática y en tono de desafío:

"¡Yo no me voy a seguir calando ésta y, a finales de año, agarro mi cachachá y me voy para Miami!".

Antonio, el último en hablar, tiene tres años con un título universitario y cinco intentando levantar una micro empresa, poniendo en ello toda su tenacidad y talento. La peladera colectiva, los vaivenes de la economía y el temor que hacia el exterior irradia Venezuela, le han hecho estrellarse en cada arremetida. Su angustia está justificada y frustrada su condición de venezolano creativo y trabajador.

"¡Antonio, no estás equivocado en tu apreciación!".

Habló otro del grupo. Pensó un rato, sabía que iba a decir algo trascendente y continuó:

"Nuestro relativo bienestar del pasado, una suerte de espejismo, que incitaba a emprender algo, hizo del venezolano el menos inclinado a salir al exterior a buscar la vida".

"Al contrario, a nuestro territorio arribaron y aún siguen llegando, oleadas de balseros. ¿Acaso no han sido balseros los miles y miles de colombianos, ecuatorianos, peruanos, etc., etc., que " navegaron" por los caminos verdes y remontaron sierras y atravesaron montañas como si fuesen olas inmensas, para llegar a esta tierra de esperanzas que por obra y gracia de la banca nacional e internacional, de los malos políticos y gerentes corruptos, es hoy un amontonamiento de balseros que esperan alguna ráfaga afortunada y un tiempo claro para continuar viajando o emprender por vez primera la aventura ?"

"¡Aquí casi todo el mundo es potencialmente balsero!"

Quien de esta manera habló gesticulando con firmeza, afirmó que no eran balseros potenciales sólo los viejos que ya acomodaron su vida a la pereza, al cansancio o la mediocridad y los poetas que sueñan la felicidad escondida para todos en un inusitado rincón.

"Pero los demás somos balseros; incluso quienes por una razón u otra, llegaron entre los primeros a participar del festín y hoy están inconformes porque ha disminuido el volumen de beneficios. También porque han llegado a tener tanto que sienten un miedo incomprensible para los que nada tienen. Un temor injustificado y egoísta a perderlo todo".

"¡Aquí, Antonio, quien no es balsero no está en nada!"

Habló el de la "Gaceta Hípica" y remató diciendo, y "para que lo sepas, esta jugadera de caballos, animalitos y el KINO, no es otra cosa que las esperanzas infundadas de un balsería gigantesco".

"En efecto, si siguen soplando estos vientos, nosotros todos abordaremos una balsa y nos iremos pa....San Mateo".



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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