La izquierda venezolana del siglo XXI

El arte de la Política consiste en pensar lo político desde la realidad que vivimos. Tarea nada fácil para quien se proponga ser un pensador original. Originalidad que no nace como un propósito cientificista ni mecánico, sino que, es más bien el resultado de la cabal comprensión, el riguroso conocimiento, de los problemas existentes en la sociedad.

En razón de ello, la izquierda venezolana, debe repensarse a partir de una formulación política cuya base epistemológica tenga como punto de partida los cambios, mutaciones y transformaciones que se han producido en nuestro país, durante estas dos décadas de la presente centuria. Debe pensarse libre de anacronismos conceptuales, que -tal vez- fueron útiles para su definición en el pasado, pero que, en el presente, no tienen ninguna utilidad.

Y, esta es una tarea mayor. Porque tenemos que partir del hecho de saber, ¿a qué llamamos realidad? Edgar Morin, en su polémica con los prospectivistas dice que estos han "edificado un futuro imaginario a partir de un presente abstracto"; por lo que, "hace falta, para concebir el devenir histórico, sustituir la concepción simplista reinante por una concepción compleja. La concepción simplista cree que pasado y presente son conocidos, que los factores de evolución son conocidos, que la causalidad es lineal, y, por ello, que el futuro es previsible".

Al analizar la realidad de la Venezuela de hoy, nos encontramos que esta es muy diferente a la Venezuela del pasado. Encontramos que la idea de progreso y desarrollo que la guiaron, ya no explican lo que queremos ser; por lo que, la realidad construida a través del pensamiento tecnoburocrático, no tiene ninguna utilidad para este objetivo. Por tanto, la experiencia que podamos extraer de esa realidad, para el proceso de construcción del nuevo Proyecto Nacional establecido en la Constitución Bolivariana de 1999, no nos es útil, simple y llanamente, porque son dos proyectos radicalmente distintos.

¿A qué puede llamarse izquierda en Venezuela? Interrogante que pareciera tener una respuesta fácil, pero no es así. Las incertidumbres que nublaban el inicio del nuevo milenio, no se han disipado del todo. Un "Cisne Negro", con su rareza, sigue impactando sobre cómo alcanzaremos lo qué queremos ser; lo cual hace que inventemos explicaciones después de ocurridos los hechos, para justificar nuestro proceder.

Incertidumbres que nos dicen que –en este comienzo del siglo XXI- no debemos hablar de la izquierda como una y única. Nos dicen que, no puede seguir siendo concebida como una herencia de la III Internacional Comunista. Nos dicen que, la izquierda es heterogénea, no solo en su proceder, sino en la manera de explicar los hechos que están ocurriendo. Nos dicen que, nadie ostenta la propiedad de ser la izquierda ya que no existe un "izquierdometro" que nos permita medir los niveles de izquierdismo, en los movimientos y partidos políticos de izquierda.

Ser de izquierda en este tiempo no solo es ser un "consagrado" socialista o comunista; no es solo ser un incansable luchador anti nazista y anti fascista. Y, no es que estos elementos no sigan caracterizado una conducta de izquierda, solo que, en el presente, debemos agregar nuevas cualidades para su definición. Es por ello que, cuando hablamos de la izquierda, lo hacemos desde una perspectiva plural, diversa pero no distinta.

Ser de izquierda en este tiempo impone un conocimiento objetivo de los diferentes tipos de problemas y calamidades sociales que hemos vivido. Entender, con absoluta claridad, que estos son consustanciales a una estructura económica capitalista neoliberal que ha hecho del libre comercio, de la mercantilización, de la totalización del mercado, de eso que Adam Smith llamó "la mano invisible del mercado", el modelo a partir del cual debía funcionar la sociedad como un todo. Modelo que hace de la propiedad privada de los medios de producción y de la tasa de ganancia, sus agentes dinamizadores.

Ser de izquierda, en este tiempo, es, entonces, plantearse la transformación radical de la estructura económica neoliberal. Pensar la izquierda -para este siglo XXI- requiere saber que la política es un proceso autopoiético, capaz de crear o destruir los elementos que lo conforman. Que tiene su estar siendo y su dejar de estar siendo. Que es un proceso dialéctico; y que, en su devenir histórico, los tiempos vividos no son momentos estancos, sino que son fases de su proceso sociohistórico.

La izquierda venezolana está llamada a recuperar su Don de productora de pensamiento. Recuérdese el rol que ocuparon las generaciones de los años 28 y 58 de la centuria pasada. La izquierda tiene que enfrentar la universalización que, como concepto político e ideológico, se ha pretendido otorgarle para desvirtuar su sentido impugnador del capitalismo, en algunos casos matizándolos: la izquierda cristiana, en Copei; en otros satanizándolos: cabezas calientes, en Acción Democrática.

Darle concreción práctica a la teoría revolucionaria, es uno de los retos que hoy tienen las fuerzas y movimientos de izquierda. Hacerse entender por el pueblo es una tarea la cual debe hacerse realidad, si se quiere que el pueblo entienda las contradicciones del sistema capitalista neoliberal. Que se haga y tenga del mismo una conocimiento integral, no fragmentario; porque, de ese modo no le sería posible hacerse de su cabal comprensión; le impediría, asimismo, percibir y determinar cuáles son las razones que generan sus calamidades, sus déficits sociales; así como las contradicciones que se derivan de él. Una verdadera posición de izquierda debe hacer indisoluble la relación del dirigente revolucionario con el pueblo.

Estamos obligados a entender, si queremos colocarnos frente al siglo XXI, que los contenidos teóricos e históricos que identificaron a la izquierda han sido puestos en cuestión con la crisis de la modernidad y el advenimiento de la cultura posmoderna. Entender que, no es lo mismo ser de izquierda frente a una formación social capitalista tradicional; que, frente a una formación social capitalista neoliberal, hegemónica. Que no es lo mismo ser de izquierda, antes del colapso de la URSS y la caída del muro de Berlín; que, después de estos dos hechos históricos. En definitiva, no es lo mismo ser de izquierda en el siglo XX; que, en el siglo que recién comienza.

Algunos dirigentes de ciertos grupos políticos e intelectuales nacionales, se abrogan la condición de ser la conciencia crítica de la izquierda venezolana. Se autodenominan marxistas-leninistas, aunque algunas veces predican un marxismo sin Marx y un leninismo sin Lenín. En su discurso hacen cuestionamientos más delirantes contra la Revolución Bolivariana que contra la derecha golpista y apátrida. Sin embargo, por su lejanía de la realidad nacional, no han podido construir una fuerza política y social alternativa. No han logrado ir más allá de la retórica tradicional. Es una izquierda que anda con un retrovisor en la mano añorando un pasado que no volverá.

Como dijimos en párrafos anteriores, el reto que tenemos por delante no es menor, por lo que, construir una nueva visión de la izquierda que tenga como norte, más allá de lo coyuntural, la edificación de una nueva realidad nacional, una nueva "modernidad", requiere tener presente otros elementos que le den pertinencia y la hagan viable.

Sugerimos hacer de la izquierda una cultura, que tenga al pueblo como el sujeto fundamental de su acción política, que invente una nueva manera de comunicarse, diseñar una nueva gramática, que le permita establecer una relación simbiótica con él.

Creemos, asimismo, que la izquierda venezolana debe hacerse de un nuevo discurso, que vaya más allá de toda visión reduccionista y determinista del proceso de transformación revolucionaria; debe superar toda visión excluyente, colocar el nosotros antes que él ellos, la inclusión es un pilar fundamental para la construcción de la democracia participativa y protagónica, solo así podremos construir una hegemonía revolucionaria.

Debe otorgarle al poder político un lugar fundamental para hacer realidad la edificación del nuevo Proyecto Nacional, entender que no basta con dirigir el gobierno. La izquierda venezolana, no debe tener ninguna duda de que el fraguado del Socialismo del Siglo XXI, es el establecimiento de un nuevo modelo de sociedad.

Pues bien, una nueva historia de la izquierda venezolana se está escribiendo; y, sus protagonistas son conductores de un proceso que tiene como objetivo superior la construcción de una sociedad poscapitalista y antineoliberal.

El buho de Minerva ha iniciado su vuelo, se está dejando de pintar grises sobre grises. Vientos de esperanza surcan el cielo. El redimensionamiento de la Revolución Bolivariana, propuesto por el Presidente Nicolás Maduro, siguiendo los postulados establecidos en la Ley Plan de la Patria, como verdadero legado de nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez, es la hoja de ruta que nos llevará a la construcción del Socialismo del Siglo XXI.

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.



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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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