Teodoro Petkof, Maduro y las prestaciones sociales ¿Quién es quién?

¡Mira, dile a Teodoro, que se deje de esa vaina de intentar resolverle el rollo económico al gobierno y Fedecámaras y "zapatero a sus zapatos"!

Eso dije a mi amigo académico que marchaba a Caracas a entrevistar a Teodoro Petkof, entonces ministro de asuntos económicos del gobierno del "chiripero" de Caldera. Mi amigo que en ese entonces tenía simpatías con el MAS y particularmente con el ministro, sonrió e hizo un gesto habitual en él cada vez que digo algo que no comparte pero le parece por lo menos gracioso. Así mismo reacciona cuando le digo algo con respecto a alguien del gobierno.

En ese entonces, Teodoro estaba coincidiendo con Fedecámaras en aquello de modificar la ley de manera que las prestaciones de los trabajadores se saldasen año por año, de acuerdo al salario en cada uno de ellos. Es decir, no se calculasen según el último salario.

Eso significaría una pérdida cuantiosa para los trabajadores por razones nada difíciles de entender. Los empresarios estaban alegando que la acumulación de ese pasivo en sus contabilidades pesaba demasiado a la hora de pensar en nuevas inversiones, contrataciones laborales, expansión del ritmo productivo y hasta alzas salariales.

Toda una mentira, sabiendo que ellos, sobre todo los más poderosos e influyentes, promotores de tal cambio en sus relaciones con los trabajadores, generalmente apelaban al crédito público y en dólares para invertir y expandir sus empresas.

Cuando Caldera llega al gobierno, lo hace en medio de una profunda crisis económica, contracción del mercado laboral entre otras cosas y los empresarios no son capaces de proponer otra cosa diferente que aquello. Lo mismo de siempre, que en medio de cada crisis y para salir de ella paguen los trabajadores. Y tenían que sacarse la espinita que significaban las prestaciones. Y Teodoro, como ministro que con aquello mucho tenía que ver, estaba en medio de las discusiones y ya en actitud de convencer a sus aliados, sobre todo del campo donde había militado toda su vida, para que tragasen grueso y fuesen capaces de digerir aquello.

Teodoro un poco repitiendo la oferta y hasta promesa del empresariado alegó que de aceptar aquello, los empresarios se aprontarían a invertir grandes sumas para ampliar el aparato productivo, ponerse en capacidad de exportar buena parte de nuestro valor agregado y traer al país remesas de divisas para contribuir en un momento que los hidrocarburos habían llegado a precios viles. Rompió más que lanzas, hasta su propio prestigio, dentro del universo del cual había formado parte desde muy joven, para convencer a los suyos lo apoyasen en aquello que creía la forma de reactivar la economía y como dijeron muchos entonces, despejar su ruta hacia Miraflores y ganarse la simpatías de quienes había sido y habían sido sus enemigos. Y tales ofertas se hicieron después de aquella hecatombe que solemos llamar el "Caracazo" y pareció marcar un hito en la historia venezolana y poco después el alzamiento del 4f.

Los empresarios lograron su propósito. Pudieron descontar, para decirlo de manera discreta, millones de bolívares y dólares, como para que suene fuerte, de las cuentas pertenecientes a los trabajadores. Fue aquello como un atraco descomunal, tal si patrullas dispersas por todo el país hubiesen entrado en cuanta agencia bancaria hubiese para sustraer el dinero depositado en ellas. Lo que prometieron hacer, como invertir cuantiosamente para reactivar el dormido y contrahecho aparato productivo, se quedó en eso, en una oferta. Igualmente procedieron, como consecuencia de lo anterior, en lo relativo a generar empleo y menos optaron por cumplir con los prometidos sustanciales aumento salariales. Todo quedó en que los trabajadores perdieron porcentajes enormes en sus prestaciones sociales. Como resultado de aquello, por lo del Caracazo y 4 de febrero, el "por ahora" y la insípida administración Caldera II, se abrió el espacio para que a Miraflores arribase Chávez.

Y a todas estas, "el catire" Teodoro Petkof, como le llama un amigo, quedó, como diría un argentino, descangallado y listo para el retiro. Pero no sólo quedó así. De allí en adelante fue objeto de profundas críticas, acusaciones como la de haberse pasado al enemigo y puesto al servicio del empresariado. Y se dijeron tantas cosas que sería hasta vergonzoso recordarlas. Y no sé, habría que preguntarle a sus íntimos o de ello se encargará alguien algún día, Teodoro terminó alejado de una buena gente que antes le acompañó y en él creyó. Aquel como desliz, sirvió para que se agitasen otros y se le mostrase como alguien que había arreado las banderas y pasado para el enemigo. Y fue tanto lo malo que de él se dijo que buena parte de los suyos pusieron mucha distancia de por medio y el sueño momentáneo, aquel del guerrillero, audaz escapista, entrando a Miraflores con la banda presidencial se diluyó. Y el propio Teodoro, ante aquel cuadro tan polarizado, viéndose atacado desde el lado donde nació y siempre estuvo antes que fuese ministro, no halló otro sitio donde irse a refugiar que donde estaban los que antes combatió y valiéndose de "Tal cual", hasta intentó la osadía de construir allí un liderazgo. Para muchos de sus antiguos camaradas y los nuevos habitantes del espacio donde siempre hizo su vida por aquello de "entregar las prestaciones sociales de los trabajadores", se volvió la imagen viva del traidor.

A Teodoro Petkof, economista, experimentado parlamentario, ex guerrillero y preso político, la izquierda, en donde según ellos están quienes gobiernan y muchos que no, como también entre quienes discrepamos de aquéllos, le reclamamos hasta feamente por aquello. Casi no ha habido un momento, ni pizca de duda al momento de juzgarlo. Fue como el Judas traidor. Teodoro, el viejo militante a favor de las luchas obreras, pese su verdadero rol de intelectual y profesional de la economía, entregó a Fedecámaras las prestaciones sociales. Y antes de muerto, le cavaron una tumba y encima le pusieron una cruz y hasta un sello.

Todo tiene su tiempo. El tiempo suele ser cruel y tenaz. Hace las cosas que uno pudiera no esperar. Llueve y escampa, se dice. Llegó a Miraflores un conductor de autobús y eso significa, estrictamente hablando, sin darle cabida a ninguna interpretación mal intencionada, un hombre de origen humilde y hasta si se quiere, aunque no parezca como muy estricto, como a él le gusta llamarse así mismo, un obrero. Algo como para pensarlo obligado, por razones de clase, a defender a "capa y espada" las prestaciones sociales, porque es defender lo suyo, su futuro, el de su familia y su vejez. No tiene la obligación como la tuvo Teodoro. Pues en este fue como un compromiso moral, en Maduro es defender el pellejo y su propio patrimonio, si uno se atiene a los simplismos.

¿Y dónde están las prestaciones? ¿Cuánto valen? ¿Qué significa en dinero de ahora, por las gestiones de Maduro, treinta años de trabajo de un obrero, maestro, médico o en sentido general un trabajador? ¿Qué le queda para soportar su retiro y su vejez? ¿Qué pensar de quienes han dejado sin validez los contratos colectivos y todo lo que estos representan para los trabajadores?

¿Cómo dejar a un trabajador sin prestaciones sociales, porque lo que tiene como tal es como si nada tuviera, cuando le espera una esmirriada jubilación de 4 ó cinco dólares mensuales y para más señas sin servicio de salud ni medicinas y ni siquiera una urna ni lugar en el cementerio?

¿Si todo aquello dijimos, si de aquella manera juzgamos a Teodoro Petkok, si fuésemos justos, cómo hacerlo con quienes ahora gobiernan?

¿Cómo juzgar, en estas bochornosas circunstancias a quienes se atribuyen la representación de los trabajadores desde las organizaciones correspondientes y del Estado?



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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