Somos lo que leemos o nos leyeron

Por un lado le han inoculado un odio tan demencial, al más rancio estilo del Conductivismo pavloviano, que los lleva irreflexivamente a reaccionar, con solo escuchar la “campanita”, asumiendo cuanta estupidez se le ocurre a cada payaso bien pagado que salga hablando mal de Maduro, para arremeter, con fósforos en mano, contra todo lo que parezca o huela a gobierno. 
 
Por el otro lado los han obligado a bendecir y amar como héroes y libertadores a quienes no solo le impiden el libre tránsito (y la religiosa tranquilidad de su hogar), sino que les cobran diariamente verdaderos impuestos de guerra (que incluye todo lo que de valor lleven en ese momento: celulares y portátiles, preferiblemente) cuando (todo sea por salir de los sucios chavistas) tienen que desafiar el verdadero toque de queda al que son sometidos las 24 horas del día, por quienes (por luchar por la Libertad) deben considerarlos de su APRECIO, ESTIMA Y CONSIDERACIÓN (aunque nunca dejarán de ser unos simples y malnacidos malandros).
 
Son quienes pretenden ser un sector privilegiado, genéticamente superior y culto de la sociedad. Y ahora los tienen (todo sea por la Libertad) asumiendo posiciones verdaderamente poco agraciadas y características de los primates más refunfuñones que suelen utilizar y lanzar lo que a mano tienen para agredir, como lo es tener que recolectar y maniobrar su propia mierda hasta una bolsita. Acto poco reconocido por las pautas del refinamiento y la etiqueta (pero sumamente necesario para luchar por la Libertad) y fabricar los menudos y malolientes cocteles “puputov”, que mantendrán a buena raya a la Guardia Nacional, (a esos esbirros del rrrreeeeéggimen).  
 
Inconfesables sacrificios y trances han tenido que soportar los que desde el 2002 juran que el de Miraflores “de esta semana no pasa”. Como la pobre Carlota que hoy, luego de ver el noticiero, se sintió más entusiasmada y patriótica que nunca, y al llevarle su primera “bolsita” a uno de esos Libertadores, regresó llorando cuando éste palpando lo que creía su desayuno, le reviró diciendo: “y porque no se lo come ute vieja mald…” y luego se lo lanzó a los píes con una estridente carcajada, que los demás Libertadores muertos de la risa celebraron de inmediato. 
 
Por años han tenido que resignarse que ese cuento de la hidalguía de su clase superior, bochornosamente se le acaba a la hora de contar del escrutinio electoral en el acto democrático. A pesar de su pretendida nobleza y poderío, su Voto vale tanto como el de cualquier otro (mequetrefe: por algo el mundo está como está). 
 
Por qué entonces creer que nosotros luchamos por eso que ellos llaman democracia, eso no es más que un cuento, un acto de injusticia, un “arca de Noe” en la que todos somos considerados iguales, donde nadie tiene su puesto y mucho menos se nos valora (le confesaba Brigitte a Carlota, que para ese momento insistía en encarar y desalojar a esos malagradecidos libertadores). Querida amiga, Dios nos ha dado la inteligencia para dominar a los demás, menos favorecidos, de nuestra misma especie. Ellos, por naturaleza, siempre necesitarán que los dominemos.
 
El ser humano es egoísta y malagradecido por naturaleza. Sino míralos, este gobierno les ha dado de todo, nosotros más bien le hemos venido haciendo la vida imposible y, sin embargo, ahora nos suplican y trabajan para que volvamos al gobierno. Cuando volvamos, y los explotemos nuevamente, vivirán felices. 
 
Carlota más aturdida que nunca no entendió mucho y sin disimulo entró al ascensor visiblemente cojeando. Los libertadores, sin importarle mucho que Brigitte los observara, continuaron impregnando de ese olor dulzón de la marihuana en el ambiente. Ya todo el mundo estaba encerrado, no se justificaba mantener la “tranca”. 
 


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Waldo Munizaga


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