Corrupción, Probidad y Educación

Combatir la corrupción es uno de los mayores retos de nuestros tiempos, un reto que debe y puede ser enfrentado. Los atajos no son posibles, no hay respuestas fáciles. La calamidad de la corrupción de una forma u otra se cuela sin pausa a través de los intríngulis de la administración pública. La corrupción administrativa es un proceso perverso realizado por funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, que consiste en apropiarse o desviar indebidamente recursos asignados directa o indirectamente a la atención de los usuarios y puede asumir, además, las formas veladas de la ineficiencia deliberada o no deliberada y de actos conforme a las normas que implican el mismo efecto de desviar recursos de su destino legítimo. Además, muchas veces, la corrupción administrativa aparece envuelta en un formalismo que la legitima y que impide apreciar su sentido perverso. Esta corrupción ha sido identificada como "corrupción apegada a las normas" o corrupción difusa y se refiere a aquellos actos administrativos que cumplen con las formalidades legales, pero que en los hechos significan actos de corrupción, el ejemplo más típico es el multiempleo y las horas cabalgadas, es decir trabajos paralelos asumidos por funcionarios públicos, los que están autorizados por la ley, los principios o la costumbre y que resultan en el hecho extremo de que una persona puede tener simultáneamente varios empleos, que si se sumaran las horas de trabajo que implican requerirían días de más de 24 horas. También están aquí las horas de clases realizadas por funcionarios públicos simultáneamente a sus actividades oficiales y los contratos a honorarios. O aquella forma muy de moda, en la cual el funcionario conforma asociaciones o empresas en las cuales aparece veladamente como accionista, obteniendo contratos de servicio o provisión de la misma institución donde el funcionario labora.

La contradicción o el opuesto a la corrupción administrativa, es evidentemente, la probidad administrativa. La probidad es el actuar recta y honradamente en la vida. Esta es la probidad individual o personal. La probidad que interesa desde el punto de vista de la Ética Pública se refiere al comportamiento de los servidores públicos y de los políticos en dos aspectos esenciales: en la realización eficiente del servicio y en el uso de los recursos del Estado en cumplir sus fines, sin desviaciones que signifiquen traspaso de recursos públicos a fines particulares ajenos al servicio. La probidad que se privilegia es una conducta activa, no basta ser honesto, hay que lograr que el servicio sea honesto y que la totalidad de los miembros de él lo sean. Nadie puede excusar su deber de denunciar la corrupción, especialmente si es funcionario público.

El germen nefasto de la corrupción debe ser combatido desde todos los frentes posibles, partiendo de una estrategia racional: la estrategia global, esta estrategia aparece como la más racional y expresa que para resolver el problema hay que actuar sobre todas sus causas y con una perspectiva de largo plazo. Generalmente comienza con una definición de programas de Ética que se aplicarán en la educación y permitirán cambiar la manera de pensar de las nuevas generaciones, simultáneamente se empiezan a dictar nuevas leyes de probidad y se fortalecen las normas represivas para sancionar a los corruptos: Finalmente se fortalecen las contralorías y los mecanismos de control. Aunque como cualquier enfermedad, la corrupción, a través de la historia de los pueblos, ha invadido con sus tentáculos todos los sectores públicos y privados de la sociedad, por ende el sector educativo no ha quedado exento de este mal, y como se constata la educación juega un papel preponderante en la formación de las generaciones que asumirán el reto de una actuación recta y honrada; entonces el estado como fiel representante de los intereses de la sociedad debe por comenzar la lucha para tratar de minimizar al máximo la perniciosa influencia de la corrupción en todos los niveles de la educación. Es obvio que no es solo el estado el que debe involucrarse en el combate de la corrupción, el compromiso debe ser también de todos aquellos que de alguna manera ejercen posiciones de liderazgo tanto político, familiar, como espiritual, proyectando ante la comunidad un comportamiento transparente y acorde con los mas altos principios y valores, que sustentan la ética y la probidad del ser humano.

Necesitamos de la revolución en nuestras aulas a todos los niveles, necesitamos de un docente, maestro o profesor convencido de que por encima del bien material se encuentra la integridad moral, y aunque se diga”que con eso no se va al mercado”, es lo único que nos hace brillar como ejemplo a seguir mas allá de los límites de nuestra existencia terrenal.


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Luís Daza


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