Economía política y ecología: Marx e Illich

La economía política, en tanto que disciplina específica, no se aplica ni en la familia ni en las comunidades lo bastantes pequeñas como para determinar de común acuerdo el modo de cooperación de los individuos y sus intercambios de bienes y servicios. La economía política empieza justo allí donde terminan la cooperación y la reciprocidad: empieza con la producción social que, basada en una división social del trabajo, está determinada por unos mecanismos exteriores a la voluntad y a la conciencia de los individuos, es decir, por los mecanismos del mercado o del plan estatal ( o por una combinación de ambos).

El homo oeconomicus, o sea el individuo abstractos económicos, tienen características de no consumir lo que produce y no producir lo que consume. Por consiguiente nunca se plantea cuestiones tales como calidad, la utilidad, la satisfacción, la belleza, la felicidad, la libertad y la moral, sino únicamente cuestiones como el valor de cambio, el flujo, los volúmenes cuantitativos y el equilibrio global.

El ecologista, frente a la actividad económica, se halla en la misma posición que el economista frente a las actividades individuales o comunitarias.

La ecología como disciplina específica no tiene aplicación ni en las comunidades ni en los pueblos cuyo modo de producir carece de efectos duraderos o irremediables sobre el medio ambiente; es decir, allí donde los recursos naturales parecen infinitos, y el impacto de la actividad humana sobre los mismos imperceptible. En los mejores casos, la inquietud por vivir saludablemente es parte integrante de la cultura popular.

La ecología únicamente aparece como una disciplina aislada cuando la actividad económica destruye o perturba cuando la actividad económica destruye o perturba duraderamente el medio ambiente, comprometiendo con ello el mantenimiento de la propia actividad económica o alterando sensiblemente sus condiciones. La ecología se ocupa de las condiciones que la actividad económica debe cumplir y de los limites externos que la misma debe respetar para no provocar efectos contrarios a sus objetivos, o incluso incompatibles con su propia continuidad.

Del mismo modo la economía se ocupaba de las presiones en exterioridad que provocan las actividades individuales cuando producen resultados colectivos no deseados, así también la ecología se encuentra de las presiones en exterioridad que provoca la actividad económica cuando produce alteraciones en el medio ambiente que trastornan sus cálculos económicos, sin englobarla: no es cierto que la ecología sea una racionalidad superior que subsuma la de la economía. La ecología posee una racionalidad diferente: nos permite descubrir las limitaciones de la eficacia de la actividad económica y las condiciones extra económicas de la misma. Nos permite descubrir en particular, que el esfuerzo económico obtener rarezas absolutas e insuperables: los rendimientos se vuelven negativos, la producción destruye más que produce. Esta inversión aparece cuando la actividad económica triunfa sobre el equilibrio de los ciclos elementales y / o destruye unos recursos que es incapaz de regenerar o de reconstruir.

Sin embargo, resulta de todo punto imposible extraer una moral de la ecología. Ivan Illich ha sido uno de los primeros en comprenderlo así. En su opinión, sólo existe una alternativa que, resumida, es como sigue:

O bien nos reagrupamos para imponer a la producción institucional y a las técnicas una limitaciones que permitan ahorrar recursos naturales, preservar los equilibrios propicios a la vida y favorecer la expansión y a la soberanía de las comunidades y los individuos. Esta es la opción covivial.

O bien las limitaciones necesarias para la preservación de la vida serán calculadas y planificadas centralistamente por ingenieros ecologistas, y la producción programada de un medio ambiente óptimo será confiada a instituciones centralizadas y técnicas pesadas. Esta es la opción tecnofascista, en la cual ya estamos algo más que medio integrados convivialidad o tecnofascismo.

La ecología, por lo tanto, a diferencia del ecologismo, no implica el rechazo de las soluciones autoritarias, tecnofascistas. Es muy importante ser consciente de esto. El rechazo del tecnofascismo no procede de una ciencia de los equilibrios naturales, sino de una opción política y de civilización. El ecologismo utiliza la ecología como una palanca en la que apoyar la critica radical de esta civilización y de esta sociedad. Pero la ecología también puede ser utilizada para exaltar la ingeniería aplicada a los sistemas vivos.

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Saúl Flores


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