Cuando el partido depende de la cibernética. ¿Será para prevenir enojos o no salir preñados?

Militantes revolucionarios virtuales y náufragos

La patrulla Alberto Lovera del Psuv de Barcelona, se constituyó a partir del momento que eliminaron los batallones. Un grupo del batallón 171C, la formamos. Llenamos la planilla, la enviamos vía correo electrónico a la dirección indicada. Debíamos esperar que un agente intangible, no un dirigente del partido, con la frialdad de los polos, enviase la clave que la identificaría; no votaríamos en las elecciones internas, para escoger autoridades e integrantes del Congreso, si ella no llegaba. Recibida por la misma vía, podíamos empezar a ejercer derechos y obligaciones. Salvo compatriotas que por alguna deficiencia fuesen desechados, sin juicio alguno, quedaban fuera de la “organización” y por supuesto, sin condición militante; no importaría de quien se tratase; por encima de su historial y conducta consecuente, más podría la decisión del tribunal cibernético.

 La organización del partido de la revolución bolivariana y socialista del Siglo XXI, se nos volvió ni más ni menos algo parecido al drama de “El Proceso”, obra de Frank Kafka; nosotros, los patrulleros y la patrulla toda, asumimos el rol de Joseph K. Así iniciamos este camino calamitoso y laberíntico.

 ¡Al fin!, una soleada tarde de sábado, al correo del compatriota que le asignamos la tarea de gestionar la inscripción de la patrulla, llegó la ansiada respuesta. Se nos dio el bendito número que a quienes estábamos en la nómina devuelta por el agente tras la red comunicacional, nos hacía militantes y “revolucionarios”. Aquello intentó ser una fiesta. Era como para alegrarse; la hilera de números, uno al lado de otro, nos convertía en hombres nuevos. María y Holmes, quienes pasaron toda su joven vida en el PCV, el segundo hasta estuvo preso en la Isla del Burro, y Patete, quien fue del MIR, sufrieron soponcio emocional. Pero la dicha no llegó completa; allá en la gris Transilvania, asiento de la computadora, eliminaron de la lista que enviamos tres compañeros, no por haber algún patuque, sino por asuntos baladíes. Lo cierto es que, por no haber forma de volver a contactar al misterioso personaje, los compatriotas siguen estando excluidos. Burocráticamente, no son militantes. Es más “no son revolucionarios”. Son desechos de la cibernética.

 Llegó la hora de votar para escoger autoridades del partido y miembros al Congreso del mismo; seguíamos sin contactar a nadie más allá de la patrulla que nos ligase al resto de la organización. Todo nos llegaba por los mecanismos informales del sistema. Televisión, radio escasamente, medios impresos. Información sobraba a la patrulla, pero no había quien a ésta escuchase. Pero, en fin, votamos. La abstención fue considerable. ¿Por qué sería?

 La vida continuó. Los integrantes de la patrulla, como náufragos, nada sabíamos del mundo real partidista. Todo era virtual y televisivo. Nada material llegaba y tampoco había cómo hacer saber de nuestras cuitas. Eso si, nos llamaban a apoyar, marchar y concentrarse en algún sitio. Por lo menos teníamos la sensación que en el más allá del horizonte, alguien esperaba.

 Llegó la hora de votar para escoger candidatos a la Asamblea Nacional por el partido; esta vez, todos los inscritos en aquella virtualísima lista de siete millones y más podrían ejercer “su derecho”. Como consuelo, los compañeros que seguían fieles a la patrulla, sin estar en regla por culpa del señor de las tinieblas, el de la computadora, pudieron votar. Eso fue bueno. ¿Por qué fue tanta la abstención?

 De allí en adelante, hasta ahora, nuestra militancia psuvista es imaginación, idea pura, platónica. La dirigencia intermedia, del buró político, que uno no sabe si vida tiene, hasta la que debe controlar a la  patrulla, sigue sin dar muestras de existir.

 Un extraño proceder, más allá de las patrullas, impulsado por computadoras y teléfonos, movió una casi misteriosa red; en ella como por azar incorporó miembros activos de aquellas y sólo inscritos, perdidos desde tiempo atrás por no verle el queso a la tostada. Muchos de estos, como los muertos de Juan Rulfo en “Pedro Páramo”, salieron de sus tumbas a manejar la contienda electoral del 26/9. Pasó lo que pasó ¿Por qué sería, además de esto?

 La tecnología es una vaina, el progreso sorpresivo, la revolución misma deja de ser asunto de humanos, de afectos y restregamientos corporales, para hacerse enigmática, gélida y virtual. ¿Será para prevenir enojos, no salir preñados o las dos cosas?


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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