Ciencia para la vida o ciencia para la destrucción creativa

Jamás había visto tantos comentarios sobre el Premio Nobel. Antes, recibíamos la noticia del Premio Nobel, el de la Paz o el de Física, por nombrar dos que han llamado mucho la atención, y respetábamos al ganador y hasta lo venerábamos. Esta magia se ha ido disipando, especialmente tras galardones polémicos como el Nobel de la Paz a Barack Obama (2009).

Por supuesto que la gran controversia de haberle otorgado el premio a Henry Kissinger (1973) desacreditó enormemente al famoso galardón. Aunque Henry promovió los Acuerdos de Paz de París para el alto al fuego en Vietnam, fue él quien expandió la guerra con los bombardeos secretos sobre Camboya y Laos, a lo que habría que sumarle un largo expediente de muerte e intervención en América Latina. Por cierto, Kissinger nació en Alemania, y su nombre de nacimiento era Heinz —como la marca de las compotas—, así que es uno más de los muchos inmigrantes que contribuyeron a crear los EE. UU. de la posguerra.

El asunto del cuestionamiento al Premio Nobel se ha convertido en un tema geopolítico, pues ya hay conversaciones sobre la necesidad de crear un galardón concedido por algún organismo multilateral, lo que equivaldría a un premio menos discrecional.

Como es sabido, la entrega de los Nobel se reparte entre varias instituciones, lo que les otorga una estructura particular. Así: el Nobel de la Paz lo otorgan cinco personas designadas por el parlamento de Noruega. Los premios de Física y Química los entrega la Real Academia Sueca de Ciencias. El de Medicina lo entrega el Instituto Karolinska (Suecia). El de Literatura lo entrega la Academia Sueca. Y el de Economía —que realmente se denomina Premio Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel— también lo administra la Real Academia Sueca de Ciencias.

Resulta que el Premio Nobel de Economía también ha causado polémica, pero no por la duda en la trayectoria o méritos de los galardonados, sino por la simplicidad de los trabajos que sustentan el galardón.

Este Nobel de Economía fue dividido en dos grupos: uno gana el Nobel por explicar que la ciencia trae progreso, y el otro grupo por haber expuesto que donde hay santos nuevos, los viejos no hacen milagros.

Me explico: Joel Mokyr identificó los requisitos previos históricos y culturales que permitieron que el progreso tecnológico se convirtiera en un motor de crecimiento sostenido, destacando el papel de la Ilustración (siglo XVIII) y la voluntad de la sociedad para aceptar el cambio y la experimentación. Eso, en palabras más simples, es descubrir que el agua moja, pues todo invento o descubrimiento que facilite el trabajo o nos alegre la vida es aceptado y sumado a la cotidianidad.

Por su parte, Philippe Aghion y Peter Howitt fueron premiados por desarrollar una "teoría del crecimiento sostenido a través de la destrucción creativa", algo así como descubrir que se han creado máquinas para reducir empleados y que la Coca Cola sustituye al papelón con limón.

Por supuesto que no he leído por completo los trabajos de los premiados, y tampoco creo que lo haga, pues no es mi área. Pero al escuchar a varios youtubers explicar la razón y la importancia del trabajo de los galardonados, simplemente se me activó el sentido común. Yo aspiraba a que las investigaciones en las ciencias económicas, y en general en las ciencias sociales, apunten a proponer una estructura económica mundial más equilibrada, en donde las naciones africanas sean resarcidas de tanta expoliación, pues esa es la más grande deuda que Europa tiene, o aspiraba un nuevo modelo que desarrolle una estrategia global que acabe con el "privilegio exorbitante" que la sumisión mundial al dólar otorga a las elites de los Estados Unidos de América, sin que el pueblo de los Estados Unidos de América sufra.

Claro que cada día sale un nuevo invento o una mejora, pues la creación de herramientas es una característica propia de los seres humanos: es la inteligencia. Ahora, si la propuesta es hacer inservible lo anterior para vender la novedad, sí estamos jodidos, pues ya no se trata de ciencia y tecnología para facilitar el trabajo, alimentar más personas o expandir la felicidad, sino de propiciar una espiral expansiva de consumo y agotamiento de los recursos naturales, y toda espiral expansiva termina por salirse de control.

Otro elemento que me llamó la atención de lo poco que pude captar de los trabajos de estos señores es que reconocen que las subvenciones son necesarias para que la ciencia descubra y proponga. La investigación pura, la que no se sabe si va a tener repercusión o si va a ser realmente útil, es más, la investigación que simplemente concluye que "así no es", solo la auspician los Estados, y se convierte en un gasto público que debe ser cubierto con impuestos, pues el empresariado solo está a la saga de las invenciones, para apropiarse de ellas y convertirlas en negocios rentables. En palabras mas sencillas: Que el Gobierno se encargue, pero que no me cobre. ¡Viva la libertad Carajo!

No sé si los demás candidatos al Premio Nobel de Economía 2025 tenían propuestas como las que ya he comentado. Aspiro a que sí, pues un problema que tiene el mundo de hoy es la cuantificación de un desastre natural —producto de un terremoto o un huracán— en dólares. El dinero y las monedas debieran ser unidades patrón para medir el valor del trabajo o de los bienes, y no una mercancía que simplemente se puede producir desde una PC, tecleando una cifra y pulsando enter."



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Manuel Gragirena

Profesor Universitario. Ingeniero Electricista. Especialista en Telecomunicaciones. Diploma de Estudios Avanzados en Educación. Ex Sidorista

 manuelgragirena1@gmail.com

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