Venezuela, tres tiempos, una pregunta: ¿Qué país queremos heredar?

A veces, para saber hacia dónde caminar, hay que detenerse un momento y mirar de dónde venimos. No para juzgar con furia, ni para idealizar con nostalgia, sino para entender con claridad.

Porque la historia no es un arma; es una brújula.

En Venezuela, muchos hablamos; aunque no siempre con las mismas palabras, de estos tres tiempos que marcaron profundamente el alma del país:

Antes de 1999 décadas de los (60,70,80 y 90) del siglo pasado : existió la democracia que excluía y perseguía.

Era una Venezuela que se presentaba al mundo como modelo de estabilidad, pero que por dentro mantenía un orden cruel.

Los gobiernos de Acción Democrática Y COPEI, durante décadas, construyeron un sistema donde la ciudadanía era condicionada: si callabas, podías sobrevivir; si alzabas la voz, corrías riesgo.

No fue una época de paz para todos. Fue una paz impuesta. Hubo persecución contra quienes cuestionaban el modelo. Hubo encarcelamientos arbitrarios, torturas, desapariciones forzadas ,especialmente contra campesinos, estudiantes, trabajadores y jóvenes que se atrevían a exigir justicia.

En 1989, cuando el hambre y la desesperanza explotaron en las calles, el Estado respondió con balas, con ensañamiento contra un pueblo sumido en la miseria .

Miles de venezolanos , la mayoría pobres, negros, mestizos , del barrio murieron en el Caracazo.

No fueron alborotadores, como los llamaron entonces. Eran seres humanos que ya no podían más. Y su grito fue silenciado con fuego.

Durante los años del comandante Chávez (1999–2013): el pueblo fue protagonista

Llegó un momento en que el silencio se rompió. No solo se hizo visible a quienes antes eran invisibles: se les entregó el protagonismo que históricamente les había sido negado.

Por primera vez, el barrio no era un problema a esconder, sino un lugar donde nacía la política.

El campesino y el indígena no era un estorbo, sino un sujeto de derechos.

El trabajador no era un número en una planilla, sino un actor en la construcción del país.

Se abrieron escuelas , liceos y universidades en los cerros, consultorios en los barrios, misiones que devolvieron la vista, la lectura, la Identidad ,la dignidad.

Pero más allá de los programas, hubo un cambio profundo: el pueblo dejó de ser masa y se convirtió en sujeto histórico.

No fue un período perfecto hubo errores, contradicciones, pero sí fue un tiempo en el que millones sintieron, por primera vez, que el país también era suyo.

Desde 2013 hasta hoy: el desgaste de la esperanza se volvió sistémico .

Con la partida del comandante, algo comenzó a deshilacharse.

Lo que antes era un proyecto con aciertos y desaciertos, fue perdiendo su rumbo social.

Las promesas se convirtieron en consignas vacías. La corrupción, antes tolerada en silencio, se volvió descarada. Y lo más grave: la esperanza se fue apagando.

Pero el dolor no viene solo de un lado. Porque mientras un lado ha ido cerrando espacios de participación real, la oposición política; en lugar de ofrecer una alternativa ética y popular . ha apostado, una y otra vez, por la confrontación, el odio y la violencia.

Ha pedido a gobiernos extranjeros que impongan sanciones económicas que, lejos de tocar a quienes gobiernan, han golpeado con saña al pueblo: al enfermo que no consigue medicinas, al niño que no tiene que comer , a la madre que tiene que dejar a sus hijos solos para salir a buscar el pan , al anciano que no le alcanza la pensión.

Mientras tanto, quienes dirigen , tanto en el poder como en la oposición tradicional siguen viviendo en otra realidad. A ellos no les falta nada. Pero al pueblo, todo.

Hoy, muchos miran atrás con rabia o con añoranza. Pero la verdadera pregunta no debe ser : ¿quién tuvo la culpa?, sino: ¿qué queremos heredar?

Porque no se trata de volver al pasado, ni de repetirlo, ni de negarlo. Se trata de aprender de él.

Del primer tiempo (antes de Chávez), aprendimos que la democracia sin justicia social es una farsa… y que el silencio forzado nunca construye nación.

Del segundo (durante Chávez), que el poder puede ser cercano, humano, transformador… pero también frágil si no se sostiene con ética y con proyectos que permita una sostenibilidad en el tiempo para garantizar que se mantenga los logros sociales alcanzados .

Del tercero (después de Chávez), que cuando la política se convierte en guerra ya sea con armas o con sanciones, el único que pierde es el pueblo.

La Venezuela que queremos heredar no es la de los discursos grandilocuentes, sino la de los gestos cotidianos: la del maestro que sigue enseñando, la del médico que atiende sin preguntar ideologías, la del vecino que comparte su pan, la del joven que elige estudiar y construir en vez de destruir.

Queremos una Venezuela donde no se tenga que elegir entre ser leal al gobierno o ser perseguido.

Donde la oposición no sea sinónimo de traición a la Patria .

Donde se pueda discrepar sin miedo, soñar sin culpa, y amar al país sin tener que odiar a nadie.

No necesitamos héroes ni villanos. Necesitamos ciudadanos.

No necesitamos revanchas. Necesitamos reparación.

No necesitamos más guerras ni reales ni simbólicas. Necesitamos paz con justicia.

Y esa paz no vendrá de afuera, no vendrá de aquellos que han invadidos países como Vietnam ,Panamá, Irak , Afganistán, Libia, Siria, etc. ... En nombre de la libertad y la paz . Y sólo han dejado sangre y muerte .

La paz vendrá de nosotros. De la capacidad de mirarnos sin prejuicios, de escucharnos sin interrumpir, de reconocer que todos absolutamente todos hemos sido parte de este drama colectivo, ya sea por acción, omisión o silencio.

Así que, al final de estos tres tiempos, solo queda una pregunta que nos compete a todos:

¿Qué Venezuela queremos heredar?

No para nosotros, que ya hemos vivido tanto.

Sino para quienes apenas empiezan a caminar.

Para los que aún creen que otro país es posible.

Para los que merecen, al menos, una oportunidad de vivir en paz.



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