Reflexiones sobre un triunfo que no fue amargo ni mucho menos derrota

El título no pretende ser una ironía sino la constatación que cualquier habitante de nuestra sufrida Latinoamérica puede tener cuando 24 o 48 horas después de los transparentes comicios celebrados en Venezuela, se le ocurriera leer las crónicas o ver las conclusiones de los “analistas de política internacional” de cada televisora del continente. Para El Universal o El Nacional venezolanos, o Clarín y La Nacion argentinos, o para irnos más lejos, El País y el Mundo españoles, y ni qué decir de los consabidos partes de guerra de la CNN (con la generala Patricia desde el mismo campo de batalla) el resultado siempre es el mismo. “Revés del chavismo” o “las grandes ciudades le dieron la espalda a Chávez”, o “esta vez Venezuela no quiso ser roja”. Simples panfletos de la derecha disfrazados de lo que ellos gustan denominar “información objetiva”

Este manual reiterado de la desinformación, al que muchos llamamos terrorismo mediático, otra vez quiso meter el árbol (el de ellos) para tapar el bosque de los casi 6 millones de votos que muy pronto se lograrán por parte de los apuestan al socialismo y a una Venezuela cada vez más bolivariana.

Se ganó señores y señoras de la oposición. Nada menos que en 17 Estados, y en algunos de los cuales ustedes siempre camparon a sus anchas. Se ganó con el voto militante, con los que ponen el cuerpo ahora en las urnas, y ayer nomás bajando de los cerros para rescatar a su líder encarcelado. Se ganó a pesar de que en muchos lugares los enemigos de adentro y de afuera, más los traidores que durante un período de tiempo se subieron al barco de la Revolución para ver si podían enriquecer sus bolsillos, hicieron todo lo posible para frenar el proceso libertador. Se ganó después de 10 años de ejercicio soberano del Gobierno, donde lo que menos faltaron fueron comicios para que la oposición escuálida demostrara que tenía una propuesta más convincente que el chavismo al que detestan, política, cultural y racialmente.

Claro que eso no significa ceguera, y hay que asumir que se perdieron algunos Estados importantes. Sobre todo (Zulia y Táchira) por donde se va a intentar colar la desestabilización y lo que es peor, el ingerencismo paramilitar yanqui-colombiano. Vale la pena recordar que Zulia conforma con los bolivianos de Santa Cruz y los derechistas ecuatorianos de Guayaquil, una Confederación de Estados que aspiran ejercer una política secesionista. Una fórmula que Washington probó con mucho éxito en Kosovo y que ha causado más de un dolor de cabeza (superado por ahora) a Evo Morales.

También duelen en el alma, por que ocultarlo, Carabobo, donde la maniobra traicionera de Luis Acosta Carlés restó votos bolivarianos, o el Estado estratégico de Miranda, que conforma el Gran Caracas, que junto con la derrota en la Alcaldía Mayor de la ciudad Capital significan un molesto revés. Y esta última derrota afecta aúin más porque por obra y gracia de los errores cometidos (burocracia y manejos autoritarios de la anterior administración “chavista”) tuvo que pagar el desgaste ese extraordinario militante de todas las horas y batallas que es Aristóbulo Istúriz.

Se ganó a pesar de los que remaron en contra y fueron marcados a fuego por un pueblo que cada vez gana más en conciencia y compromiso, una masa que fue consultada y votó libremente lo que quiere para su futuro. Una multitud de millones de ciudadanos y ciudadanas agradecidas que hoy, gracias a la Revolución pueden leer y escribir, se curan con los planes de salud y los Barrio Adentro, descubren por fin, que existen y pueden ir a estudiar a las universidades, compran sin intermediarios en los Mercales, y lo que no es poca cosa, ven como Venezuela se prestigia en el mundo gracias a que tiene un gobierno revolucionario, nacionalista, anticapitalista, antiimperialista y profundamente solidario con los pueblos que enfrentan al Norte opresor.

Si compañeros, camaradas, hermanos del Tercer Mundo, de aquí en más, no queda otra que seguir profundizando todo lo ya construido a nivel de poder popular, avanzar aun más hacia el socialismo, priorizar los lazos de autodefensa continental con Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y todos los que solidariamente se encuentran en el ALBA.

Pero festejar no significa despistarse ni esconder la tierra debajo de la alfombra. Eso sería darle un handicap a la derecha que está convencida que el 23 de noviembre comenzó su lento retorno al poder del cual fue desalojada por obra y gracia de la movilización revolucionaria.

Si se quiere afianzar el camino ya recorrido, y generar confianza en los que votaron con patriotismo a los candidatos bolivarianos, es obligatorio vigilar constantemente las acciones de los elegidos. No es posible conformarse con un decálogo de buenas intenciones y esperar mansamente hasta las próximas elecciones. Todo lo que no se haga para frenar la burocracia y denunciar cualquier acto ilegal que afrente el comportamiento revolucionario, será un espacio ganado para jugarse por el futuro e insuflar ánimo a los millones de jóvenes que están hoy convencidos de que esta Revolución es lo mejor que les ha pasado y están dispuestos a defenderla hasta las últimas consecuencias.

Mientras tanto, nos asociamos desde Argentina al festejo del bravo pueblo que otra vez demostró en las urnas que cualquier retorno al pasado será cortado de raíz.

resumenlat@yahoo.com.ar


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Carlos Aznárez

Director de Resumen Latinoamericano

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