El gobierno de Evo Morales y la revolución boliviana


El “decreto supremo” 28.701, que establece una nacionalización parcial de los hidrocarburos de Bolivia, conmovió a América. Evo Morales lo anunció en un acto público el 1º de mayo, en un yacimiento petrolero, después de ordenar la ocupación militar y rodeado de manifestantes obreros. Comentarios y debates sobre el tema se sucedieron desde las cumbres del poder y reuniones empresariales, hasta las charlas en fábricas, oficinas y barrios populares. Posteriormente, Evo Morales anunció el inicio de la reforma agraria, otra reivindicación largamente postergada del campesinado boliviano. Estas medidas despertaron inmensa simpatía popular en Bolivia y en toda América Latina. ¿Qué significan? ¿Qué clase de gobierno es el que preside Evo Morales?

No se puede entender nada de lo que sucede en Bolivia, ni el decreto de nacionalizaciones, ni los anuncios posteriores de reforma agraria, ni el aplastante triunfo electoral del MAS en diciembre del 2005, si no se ve como parte de un proceso que arranca en el 2000, que a su vez se nutre de la experiencia histórica de los trabajadores bolivianos que tuvo un hito histórico en 1952 cuando una insurrección obrera derrotó al ejército. Por otra parte Bolivia no está sola. El proceso boliviano es parte de un poderoso ascenso de las luchas obreras, populares y campesinas, en el conjunto de Latinoamérica, contra los planes neoliberales, contra el imperialismo y sus sirvientes gobernantes locales.
Bolivia es vanguardia de esta lucha latinoamericana. Desde el 2000 vivió un profundo proceso revolucionario que incluyó insurrecciones populares. “Guerras” le llaman los bolivianos. Sí, son verdaderas “guerras” de clases - protagonizadas por los trabajadores, el pueblo pobre urbano y los campesinos - que impidieron priva-tizaciones, derribaron 2 presidentes, demolieron a los viejos partidos, creando instituciones de poder obreras y populares, e impusieron las elecciones anticipadas, exigiendo la llamada “agenda de octubre”, y dieron el gobierno a Evo Morales por una mayoría absoluta del 54% sin antecedentes en Bolivia.

Las elecciones de
diciembre del 2005

Ante el derrumbe de los viejos partidos, la oligarquía tuvo que improvisar un nuevo movimiento político, “Podemos”, en torno al empresario cruceño Tuto Quiroga, ex vicepresidente del neoliberal y antiguo dictador Banzer, para intentar derrotar electoralmente al MAS. Todos los medios y la embajada yanqui se pusieron al servicio del triunfo de Tuto Quiroga. En Bolivia, si ninguno de los candidatos obtiene más del 50%, es el Congreso electo el que elige el presidente. Se especulaba que aún si ganaba Morales por pocos puntos, el Congreso electo, con la colaboración de todos los partidos de derecha tradicionales: MNR, NFR, UN, etc., elegiría a Quiroga, repitiendo lo que ocurrió en el 2002 con Sánchez de Losada. En tanto, denuncias del MAS y de organizaciones campesinas e indígenas aseguraban que 800.000 campesinos habían sido “depurados” del padrón por el Tribunal Electoral (atropello amparado en la precariedad de la documentación electoral en Bolivia).
Pero fue tan profundo y drástico el efecto electoral del proceso revolucionario vivido por las masas bolivianas, que todos los encuestadores se equivocaron en sus pronósticos. Evo Morales sacó el 54% (¡15% arriba de lo previsto por él mismo como aspiración máxima!). Este resultado sorpresivo se debe a un fenómeno electoral profundo e inédito, de vuelco de los más oprimidos y marginados, especialmente los indígenas campesinos y pobres urbanos, «invisibles» en las encuestas (probablemente, aun en el caso de que les preguntaran, no dirían a quien iban a votar), a la participación política y a darle el triunfo al MAS. Esta mayoría electoral se amplía aún más en las recientes elecciones a Asamblea Constituyente. Y esto es producto de la revolución. Los campesinos, la mayoría indígenas, que en elecciones anteriores era abstencionista o burdamente manipulada por oligarcas o militares, esta vez votaron y hubo una participación récord de casi el 90% del padrón. A este vuelco obrero y campesino, se unió un fenómeno de sectores de clase media que también votaron por Morales. Quiroga quedó electoralmente humillado con el 28% de la votación. El histórico MNR, partido gobernante con Paz Estenssoro y que ganó en el 2002 con Sánchez de Losada, apenas llegó al 6% nacional.
El MAS obtiene los resultados más altos en los sectores que fueron vanguardia de las insurrecciones, la ciudad obrera de El Alto, el campesinado aymará (aymaras y quechuas son las etnias indígenas más numerosas) cercano a La Paz, el pueblo obrero y campesino de Cochabamba. En el departamento de La Paz (Bolivia se divide en 9 departamentos), el más poblado, la votación llega al 67%, en Cocha-bamba el 65% y en Oruro el 62%. Dentro de La Paz, en la ciudad revolucionaria de El Alto, el MAS saca el 80%. En cambio, Podemos ganó en los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, que son las zonas menos pobladas, pero adonde está la riqueza gasífera y petrolera, las tierras más ricas y se concentra el poder terrateniente.
El MAS logra mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. En el Senado, por el antidemo-crático sistema de elección (se eligen por Departamento, sin importar la población), queda con igual número de senadores que Podemos.

El gobierno de Evo Morales

Evo Morales jura en el Altiplano, en Tiwanacu, el lugar sagrado de los indígenas aymaras, en una ceremonia que no se había hecho en 500 años. El hecho tiene un altísimo contenido simbólico en un país adonde los habitantes originarios, bautizados “indios” por los españoles, vivieron marginados desde la llegada de los colonizadores. Evo prometió que “con la fuerza del pueblo vamos a acabar con el estado colonial y el modelo neoliberal” y pidió “unidad de los pueblos indígenas para doblar la mano al imperio”. Se proclamó continuador de la lucha del líder rebelde indígena boliviano del siglo XIX Tupac Katari y del Che.
El primer acto de gobierno, el nombramiento de sus ministros, ya prefigura todas las contradicciones que van a marcar su gobierno. Salvador Ric Riera, un millonario catalán de Santa Cruz, es puesto al frente de Obras Públicas. El importante ministerio de minas fue entregado a Walter Villarroel, un minero cooperativista, fuertemente cuestionado por el sindicato minero, por haber sido parte del desmantelamiento de la minería estatal. Dos de los ministros, el de Educación y el de Aguas, son provenientes de la gloriosa Fejuve (Federación de Juntas Vecinales) de El Alto, pero la propia Fejuve los desautoriza por no haberse aprobado en asambleas su nombramiento. El ministro de Hidrocarburos es Andrés Solís Rada, un intelectual nacionalista. En el ministerio de Hacienda es nombrado Luis Alberto Arce, con fuertes vínculos con instituciones internacionales financieras (es decir, imperialistas). También integra el gabinete como ministra de Justicia, Casimira Rodríguez Romero, dirigente de las empleadas domésticas, y un dirigente obrero, Alex Gálvez Mamani.
En los primeros días, Morales fue a Santa Cruz a sentarse a negociar directamente con la oligarquía cruceña. Ahí se comprometió a licitar el riquísimo yacimiento de El Mutum, pero dijo que se debería industrializar en Bolivia.
El gobierno de Evo es por un lado un resultado del proceso revolucionario. Y el MAS gobernante es un partido fundado por los campesinos indígenas (ver nota) y especialmente de los cocaleros, protagonistas de grandes luchas. Pero, Evo Morales se propone públicamente mantener el capitalismo (ver nota sobre “Capitalismo Andino”) y gobernar con los empresarios e incluso tiende su mano a los oligarcas de Santa Cruz e intenta pactar con las multinacionales. Por eso la nacionalización es parcial y crea empresas mixtas siguiendo el modelo petrolero de Chávez en Venezuela.
Esto es lo que el marxismo ha definido como “gobiernos de frente popular”, es decir un gobierno que ejercen organizaciones obreras y populares en alianza con sectores capitalistas, y que se propone gobernar en el marco capitalista. En el caso boliviano, la presión que sufre desde el movimiento de masas es enorme, porque se viene de grandes movilizaciones y triunfos revolucionarios, y además en uno de los países más pobres de América junto a Haití: 1 de cada 3 bolivianos es pobre. Esto agudiza todas las contradicciones y lo obliga a enfrentamientos parciales con los imperialistas yanquis y españoles y con el subimperialismo brasileño, especialmente en el tema de hidrocarburos, y con la oligarquía por la cuestión de la tenencia de la tierra.
Después de los discursos iniciales, Evo Morales va directamente a Santa Cruz a negociar con la oligarquía. Y, en esta negociación, cede en dos puntos muy importantes, la Asamblea Constituyente y las autonomías departamentales, barriendo con todos los reclamos populares sobre el tema y con el propio programa del MAS (ver nota sobre Constituyente). Permitiendo así que la derecha levante cabeza, y comience a recuperarse de la aplastante derrota electoral.
Al mismo tiempo, desde los primeros días del gobierno del MAS tuvo que enfrentar conflictos sociales. Hubo huelgas y reclamos salariales de trabajadores de salud y docentes. El gobierno solo otorgó un 7% de aumento, muy por detrás de las demandas y de las propias promesas de campaña de Evo.
El conflicto más grave fue el de los trabajadores de la privatizada LAB (Lloyd Aéreo Boliviano) ante una crisis de vaciamiento de la empresa por la administración fraudulenta de su accionista mayoritario Ernesto Asbún. Los trabajadores salieron a exigir nacionalización y castigo para Asbún, con gran apoyo popular. Incluso llegaron a ocupar el aeropuerto de Cochabamba, con apoyo de la central obrera local. Pero el gobierno reprimió a los trabajadores de LAB y se negó redondamente a nacionalizar la empresa. Solo accedió a intervenirla para “investigar”.
La COB lanzó un paro de 24 horas para que se cumpla la “agenda de octubre”, pero fue muy parcial. Hubo corte de rutas de un pueblo que quería echar (y terminó echando) a su alcalde del MAS. Hubo también un paro de la patronal del transporte colectivo contra un impuesto.

Las nacionalizaciones y reforma agraria

El gobierno de Evo Morales quedó atrapado entre la presión creciente de la oligarquía y el imperialismo para que ceda totalmente, como lo hizo Lula en Brasil por ejemplo, y el movimiento de masas que exige el cumplimiento de la “agenda de octubre” (nacionalizaciones, constituyente, reforma agraria).
Esta situación explica por qué, después de tres meses de intentos de “concertación” con el imperialismo, las empresas petroleras y la oligarquía de Santa Cruz, Evo Morales lanza sorpresivamente su decreto de nacionalización parcial del petróleo y pocos días después el de reforma agraria.
Es un giro en relación a sus primeros meses de gobierno. Ni la nacionalización de hidrocarburos ni los decretos de reforma agraria van hasta el final. Pero tampoco son medidas meramente cosméticas. La propia forma de los decretos, en un acto público con ocupación de los yacimientos, la proclamación pública de la reforma agraria, se convirtieron en fuertes señales políticas hacia el conjunto del movimiento de masas boliviano y latinoamericano. Pero, además, hay un real aumento de impuestos a las multinacionales y mayor control estatal del petróleo, aunque no sea la nacionalización con expropiación reclamada por la “agenda de octubre”. También los decretos de reforma agraria han merecido el apoyo de organizaciones indígenas que los consideran positivos.
Esto generó de inmediato choques con el imperialismo yanqui y español (dueño de la petrolera Repsol), con los gobierno de Brasil (dueño de Petrobrás, que a su vez tiene socios multinacionales) y Argentina (adonde Kirchner es agente de Repsol desde hace muchos años y le compra gas a Bolivia). España y Brasil denunciaron duramente la medida de Evo Morales y amenazaron con juicios internacionales. Luego Lula se reunió con Kirchner, Evo Morales y Chávez, y dijeron que iban a llegar a un acuerdo. Pero los choques públicos continúan. Bush declaró su “preocupación por la erosión de la democracia en Venezuela y Bolivia” (El Nuevo Herald, Miami, 22/6/6)
Respecto a la reforma agraria, hubo una reacción muy fuerte de la oligarquía que se negó a ir a la reunión de “concertación”, anunció veladamente que iba a crear bandas armadas para defender sus latifundios, y que había riesgo de guerra civil. Por otro lado, campesinos, tomando por un hecho la reforma agraria, empezaron a ocupar tierras.
Evo Morales también anuncia que rechaza el TLC (tratado de libre comercio con Estados Unidos) y firmó acuerdos con Cuba y Venezuela con Hugo Chávez, Carlos Lage (Cuba) y ante un acto de masas con 50.000 campesinos en El Chapare (Cochabamba, la región agrícola de productores de coca de la que salió Evo Morales). “En el marco de los acuerdos ALBA y TCP, los mandatarios de Bolivia, Venezuela y de Cuba suscribieron acuerdos comerciales y de cooperación por 100 millones de dólares destinados a 207 proyectos comunitarios, pequeña y mediana empresa que abarcan rubros productivos, minería, petroquímica, salud, educación, turismo, finanzas, defensa y medio ambiente” (Red Bolivia). Al mismo tiempo denunciaron a Estados Unidos, a los TLC y a los intentos de desestabilización contra el gobierno de Bolivia.
¿Todo esto quiere decir que Evo Morales dio un viraje hacia una política revolucionaria y va a cumplir con la “agenda de octubre”? Creemos que, lamentablemente, no es así. Intenta escapar de la encerrona apoyándose en los movimientos sociales para lograr negociar en mejores condiciones.
Tampoco los acuerdos con Cuba y Venezuela van en ese sentido pese a que algunos de sus puntos son positivos para los pueblos. Pero, la política de Cuba, como la de Chávez, es abiertamente contraria a expropiar a las multinacionales, oligarcas y capitalistas, como lo hizo Cuba en la década del 60 y como lo sintetizó la famosa consigna del Che: “O revolución socialista o caricatura de revolución”. En cambio, la política de Fidel Castro actual es, como lo fue en Nicaragua en los 80, lograr acuerdos de cooperación en los marcos capitalistas. Esta política llevó a la derrota a la revolución nicaragüense.
Tampoco se proponen estos acuerdos crear una empresa petrolera latinoamericana, sobre la base de la estatización total de los recursos de gas y petróleo, y controlada por los trabajadores, lo que sería un inmenso paso adelante en la integración sobre bases independientes de Latinoamérica.

La vigencia de la “agenda de octubre”

La COB (Central Obrera Boliviana), organizaciones indígenas, así como también movimientos sociales, que se reunieron el 16 de junio en un plenario en El Alto, han denunciado que el MAS y Evo Morales abandonaron la “agenda de octubre” de nacionalización total de los hidrocarburos, asamblea constituyente soberana, reforma agraria integral, castigo a los repre-sores asesinos, y exigen su cumplimiento hasta el final. Tienen razón. Es necesaria una alternativa política obrera y popular para continuar la lucha por esos objetivos, así como por el gobierno obrero y campesino, levantado por el Cabildo Abierto de La Paz de julio del 2005 y por decenas de plenarios obreros.
Para construir esa alternativa, está bien denunciar que Evo Morales no cumplió con la “agenda de octubre”. Pero esa denuncia no basta. Es necesario tomar en cuenta que Evo Morales tiene un gran apoyo popular, que se basa en las medidas parciales antiimperialistas que ha tomado y que tienen una proyección latinoamericana.
Lo fundamental es que la movilización obrera, popular y campesina, continúen peleando por el salario, la nacionalización, la reforma agraria. Y esta pelea pasa hoy en gran medida por exigencias al gobierno de Evo Morales, junto a los que tienen expectativas de que siga adelante. Hay que apoyar las luchas salariales, las ocupaciones de tierras, exigiendo a Morales que expropie a todos los latifundistas, hay que apoyar a los que reclaman a Morales que no van aceptar ni un paso atrás del 82% de los ingresos petroleros para el Estado boliviano. También pasa por las exigencias al MÁS en la Constituyente para que haga lo que dijo: “refundar Bolivia”, estableciendo todos los derechos territoriales y culturales indígenas, la reforma agraria integral como hecho constitucional, la propiedad total de los hidrocarburos por el Estado.

*MST, Argentina.
Tomado de Correspondencia Internacional, publicación de la Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (Corriente Mayoritaria)
www.uit-ci.org





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