El Trumpismo: ¿Síntoma o enfermedad?

“El trumpismo se ha asociado con el racismo, la misoginia, el prejuicio, la xenofobia, la vulgaridad y más recientemente la amenaza de violencia. Me repugna cada una de ellas” (Senador republicano Mitt Romney), 

Ganó Joe Biden, pero: ¿a Rey muerto, Rey puesto? La respuesta no es nada sencilla, porque en la sociedad estadounidense se instaló un nuevo estilo y una forma de hacer política. Se llama el trumpismo, por lo que el nuevo presidente tendrá que responder ante una sociedad más dividida que nunca. 

Con Trump en la presidencia de Estados Unidos nació el trumpismo y desde entonces tiene su propia ontología e identidad, con unos cuantos seguidores en el mundo, en particular en Occidente.

Por eso, aunque Joe Biden ganó ciertamente, no obstante, también triunfó el trumpismo, consolidado ya como una corriente de pensamiento y por tanto, deber es tenerlo en la agenda. 

Su ontología

Como corriente de pensamiento, el trumpismo hace uso de las emociones más que de la racionalidad. Estimula la confrontación y el lenguaje bélico. Divide la sociedad entre un “nosotros” y un “ellos”, lo que genera una polarización, que se alimenta del enfrentamiento, del enemigo y del desconocimiento del otro.  

El trumpismo utiliza la provocación, los insultos y el bullying contra cualquier colectivo social. Sean minorías raciales, mujeres o inmigrantes. Aplica la aporofobia.

El trumpismo nació y se ha desarrollado en la era de las redes sociales y hace uso con frecuencia de las posverdades y de las Fake news. Su mejor paradigma, para posesionarse en el escenario político, es la verdad subjetiva y su lenguaje son los iconos, emoticonos y emojis. 

El trumpismo es atractivo y llama mucho la atención, porque se hace presentar contra el establishment, contra las elites y contra los “recién llegados”. Es así que se manifiesta abiertamente contra la globalización financiera, digital, logística, política, étnica y religiosa y abogan por la defensa del Estado-nación, de su cultura, su idioma, los puestos de trabajo y de su credo nacional.

Para el trumpismo todo es culpa de los extranjeros, que están en todas partes y compiten por un puesto de trabajo, con aspecto diferente, hablan idiomas extraños y profesan religiones que en la mayoría de los casos son infames o incluso peligrosas. Plantea que, para que un país sea grande y robusto, lo primero es proteger a los nacionales, de cualquier clase o estamento social, el territorio, el idioma, las tradiciones y la cultura ante la avalancha o los tsunamis de extranjeros y de cualquier “espécimen raro”, vengan de donde venga, especialmente sin son terroristas islámicos, gente de color amarillo o negro.

El discurso del desprecio

Se algo identifica a un trumpista es su profundo desprecio por el otro y eso está en la sociedad de EEUU hoy más arraigado que nunca y sus seguidores se han incrementado. Por ejemplo, Trump en el año 2016  obtuvo: 60.541,308 votos y el año 2020: 74.223.744, con casi el mismo porcentaje.

El creador del trumpismo desde un principio habló de que los inmigrantes mexicanos “traen drogas, crimen, son violadores y por tanto hay que construir un muro para contenerlos”, El 13/10/2020, al referirse a los disturbios desarrollados en ciudad de Portland contra las atrocidades cometidas a partir del 12 de octubre de 1492, Trump calificaría a los manifestantes de “tontos” y " animales" que deberían “ser puestos en la cárcel”. 

Con el Brexit en 2016 se dijo: “basta de extranjeros en Reino Unido; la inmigración es la gran plaga que la Unión Europea ha traído al país” (Nigel Farage). 

La francesa  Marine Le Pen dijo también que: “Hay que expulsar a todos los fundamentalistas extranjeros” 

El 24/01/2020, en Brasil, “Jair Bolsonaro diría: "El indio es cada vez más un ser humano como nosotros. Entonces, vamos a hacer que el indio se integre en la sociedad y sea realmente dueño de su tierra indígena”.

Ante el resultado electoral del 18/10/2020 en Bolivia, se desataron los demonios del desprecio. Desde “la madre patria” unos que se hacen llamar comunicadores sociales, Alejandro Entrambasaguas y Hugo Pereira, soltaron estas perlas, dos días después de esas elecciones: “En Bolivia hay una gran masa de la población que es ignorante, que no está al tanto de las noticias de política, de economía" y “el votante medio del Movimiento al Socialismo es un votante con un nivel intelectual nulo, prácticamente inexistente, ya no te digo cultural, no, no tienen prácticamente nivel".

Y remataron diciendo que la mayoría de gente que votó por el MAS y sus candidatos “es gente que vive en el campo, gente que no sabe lo que es un teléfono móvil, no sabe lo que es internet y mentalmente no tiene absolutamente idea de prácticamente nada". 

En Europa el trumpismo también tiene unos cuantos representantes, todos xenófobos y racistas. Una muestra se encuentra en la figura de Boris Johnson en el Reino Unido, en el líder esloveno, Janez Jansa, en la Hungría de Viktor Orbán y en la Polonia el partido Ley y Justicia.

¿SÍNTOMA O ENFERMEDAD?

El trumpismo no es un síntoma, es una enfermedad. Para apoyar esa afirmación acudimos a las opiniones de dos escritores estadounidenses. 

Una, la de George Packer, quien comentó que Trump encarnó el cinismo y el miedo de muchos estadounidenses. “Les gustaba el hecho de que no hablaba como un político. Decía lo que pensaba, aunque lo que pensaba fuera feo, odioso y divisivo. Solíamos pensar que si un candidato presidencial decía esas cosas, eso le perjudicará. Trump ha demostrado que eso ya no es cierto. Aunque llegó como un síntoma, ahora es la enfermedad”, por tanto, “No es un accidente ni un desvío. Hay algo malo en nosotros, algo que está mal en nuestra política y en nuestra cultura, algo que Trump encarna. Cuando se vaya (…) esa cosa seguirá estando ahí. Tendremos que enfrentarnos a ella”.

La otra, de Noam Chomsky, que dice: “Creo que tanto Trump como el trumpismo permanecerán con nosotros durante mucho tiempo, tanto el propio individuo como las venenosas corrientes que ha desatado. Estos venenos pueden ser lo suficientemente virulentos como para llevar la civilización a un final espantoso. Existen soluciones viables para las crisis que enfrentan los seres humanos en este momento singularmente peligroso de la historia humana. Lo que sucede en el país más poderoso de la historia de la humanidad no puede dejar de tener un impacto abrumador en lo que suceda, un impacto incluso en la supervivencia de la sociedad humana en cualquier forma reconocible”.

Aunque no haya ganado en las elecciones del 03/11/2020, su legado va a permanecer y al parecer no habrá vuelta atrás.

 



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Franklin González

Doctor en Ciencias Sociales, UCV. Sociólogo, Profesor Titular, Ex Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV. Profesor de Postgrado en la UCV, la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela y en el Instituto de Altos Estudios ?Pedro Gual? del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores. Fue embajador en Polonia, Uruguay y Grecia.

 framongonzalez@gmail.com

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