A 40 años del baño de sangre en Chile la amenaza continúa

Este miércoles 11 de septiembre se cumplen 40 años del vergonzoso baño de sangre, que un generalato reaccionario y apátrida provocó en la patria de Bernardo O'Higgins Riquelmi, en esos momento bajo la batuta del inmortal compañero presidente Salvador Allende, quien cumplió dramáticamente el juramento hecho al pueblo chileno de que: Solo muerto me sacaran de la Moneda (Palacio de Gobierno en Santiago de Chile) y así fue. Su inmolación que no fue un suicidio vulgar y cobarde, fue la última bofetada propinada a una oligarquía vende patria al servicio del imperialismo norteamericano.

Fue llamarle por su nombre, al darse el tiro con el fusil que le había regalado su compañero Fidel Castro lanzó su cadáver, más no su honor a la jauría de hienas amaestradas por el Pentágono sedientas de sangre patriota y  hambrientas de carroña de la patria traicionada.

Aquel 11 de septiembre de 1973, los jóvenes revolucionario, que en Venezuela manteníamos llameante la antorcha de la revolución,  lloramos de coraje, frente a la impotencia de no poder hacer mucho en esos momentos contra la saña de un imperio criminal, que había planificado el cruento golpe a la democracia y  a la soberanía chilena, mucho antes de que Salvador Allende fuese proclamado presidente Constitucional de la República de Chile el 24 de octubre de 1970 por el Congreso Nacional, a quien correspondió de acuerdo a la constitución chilena, porque Allende no había alcanzado la mayoría absoluta de votos.

La casa Blanca, ocupada entonces por el inefable Richard Nixon, que saldría de allí por haber violado las reglas de la mafia que gobierna al complejo industrial, militar y comunicacional, que amenaza al mundo; montó la entente contra Chile, desde el mismo instante que conoció las tendencias electorales en el austral país. Nixon, un troglodita que se había quedado anclado emocionalmente en el siglo XVIII, no podía concebir que el pueblo chileno se diera el gobierno que había decidido, porque eso significaba la expansión en el continente de la ideología comunista, cuyas banderas en el Caribe  desde la heroica Cuba, alzaba el legendario Comandante Fidel Castro.

Por eso cuando Salvador Allende, apoyado por la  Unidad Popular, integrada por el Partido Comunista, el Partido Socialista, el Partido Radical y otras organizaciones minoritarias de tendencia izquierdista, derrota a Rodomiro Tomic de la Democracia Cristiana  y a Jorge Alesandri de la ultra derecha, por un escaso margen, de inmediato, el tristemente célebre mentor del Watergate, Espionaje desde la casa Blanca contra el partido Demócrata, en sus oficinas del Hotel Watergate, llamó a su Secretario de Estado Henry Kisinger, uno de los m,más connotados criminales de guerra del siglo XX, Richard Helms, Director de la CIA y otros colaboradores, a una reunión en el salón Oval, donde decidieron la suerte de Allende y su gobierno, sin importar las consecuencias.

Salvador Allende, venía con el antecedente de su  época de Senador Socialista, de presidir la organización OLAS, un movimiento de solidaridad con la revolución cubana y esto bastaba para  ser considerado enemigo público de Estados Unidos y en consecuencia un peligro para la seguridad de la terrorista potencia

Las primeras sombras que se proyectaron sobre la victoria del doctor Allende, fueron, el boicot que intentó la derecha desde el Congreso para evitar su proclamación a la cual se opuso férreamente Alessandri. La Democracia Cristiana, como siempre, fue más hábil y  ofreció sus votos al presidente electo a cambio de la firma de un chantaje, que aseguraba que el nuevo gobierno no tocaría los derechos de prensa, educación, asociación, reunión y se comprometía a indemnizar a los propietarios de empresas que fuesen objeto de expropiación. Allende, firmó el compromiso y estaba claro que en modo alguno esos derechos estaban amenazados con la presidencia del humanista y demócrata, que solo perseguí hacer justicia al pueblo oprimido y excluido.

Zanjado ese impase, vino el asesinato del General  institucional ista Rene Schneider, que pagó con su vida, la declaración pública en el sentido de que las Fuerzas Armadas tenían que ser respetuosas de la voluntad del pueblo. Esto ocurrió el 23 de octubre, un día antes de ola proclamación que fue el 24 de ese mes de 1970, acto realizado en un atmósfera enrarecida, se suma a esto también el asesinato del General Prat en Argentina.

Bajo este clima comienza el gobierno Allende, mientras la CIA y sus agentes colaboradores horadaban las bases de la estabilidad chilena, infiltrando organizaciones gremiales, políticas y  sociales en cuyo seno fomentaban los miedos, los temores y el embrión del descontento, que encontraron terreno fértil, en las capas medias de la sociedad chilena, desde donde comenzaron a organizarse las marchas de las cacerolas, contra la escasez inducida por la CIA, cuyo lema era, ni un tornillo ni un grano de cereal para Chile.

Vinieron las huelgas de transporte, sector que en el mundo entero es el más proclive a ser llevado  a los proyectos de conspiración, con lo cual la estabilidad del primer gobierno marxista en el mundo alcanzado por la vía pacífica electoral dentro la estructura arquitectónica del estado burgués, se ponía en jaque. A esto hay que agregar que sectores radicales de la UP, infiltrados por la CIA , cayeron en la trampa del Sarampión revolucionario y se convirtieron en los carros formula del proceso, con lo cual solo hacían el juego a la derecha, que les aupaba en sus demandas de medidas radicales, imposibles de aplicar en ese momento de transición.

El crimen contra Chile, fue tan bien planificado que pese a la organización obrera y estudiantil, la resistencia contra el fascismo no se pudo organizar, porque la CIA, la Internacional Telegrafic and Telephone (ITT) y demás transnacionales con sus agentes habían ocupado todos los espacios estratégicos. De acuerdo a las publicaciones testimoniales que leímos en su momento, llegaron hasta ganarse a la gente común y los propios vecinos de los conjuntos residenciales, se convirtieron en delatores de los extranjeros, adeptos o no al gobierno y de los dirigentes de la UP. Los golpistas que laboraban hasta en la propia Moneda, tenían diferentes códigos para identificarse, entre ellos preguntar o enviar saludos al señor Dalprea, cuyo significado era (Derrocaremos al Presidente Allende).

Fueron tantas maniobras que se tejieron para arrebatarle el sueño al pueblo chileno, que hoy debemos tener presente más que nunca esa experiencia, porque fue la primera en el continente y parecida a la nuestra en Venezuela, con la gran diferencia que nuestra Fuerza Armada, es pueblo en armas y no castas oligarcas, como en ese hermano país y otros del continente.

Hay que tener presente que la resistencia del pueblo chileno, contribuyó a la caída de la dictadura de Augusto Pinochet, el traidor mayor de la historia chilena. Pero también hay que reflexioenar y tener en cuenta, que el Pentágono y  sus agentes internos y externos, maniobraron para escamotear el completo triunfo popular y montaron aquel teatro del plebiscito, para darle una salida suave al criminal y evitar la insurrección. Con esa salida, se dio el cambio para que nada cambiara y se mantiene la constitución de Pinochet y sus actores siguen conduciendo los hilos del país, mientras el fascismo se fortalece y repunta no solo allí, sino en otras latitudes.

Frente a esta realidad la discusión revolucionaria en la calle, en la fábrica, en el liceo, en la universidad, en el campo deportivo, donde quiera que inter actuemos, tiene que darse abierta y sin tapujos, para extirpar las purulencias que no hay duda tenemos dentro de las filas revolucionarias. Hay las tendencias fascistas, como hacer del partido el centro de poder que está por encima de la voluntad comunal y con ello el crecimiento de las vacas sagradas, intocables, permeadas contra la crítica, porque quien lo haga es escuálido y contra revolucionario. Igualmente tenemos los apuraditos como dijo el Pepe Mujica, los carritos formulas come candela, pero con la misma velocidad que quieren que avancemos, con esa misma retroceden al primer asomo de obstáculo en la vía. Por eso debemos tener presenta que a 43 años del primer triunfo marxista, por elecciones  en Latinoamérica y a 40 años del baño de sangre contra Chile, la amenaza continua.



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Cástor Díaz

Periodista CNP 2414

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