Habló el Comandante: 4-F 1992

“Cuando los cuadros medios y bajos de las Fuerzas Armadas observan que sus superiores no cumplen con sus responsabilidades y ven como se diluye la misión de la institución consagrada en la Carta Magna y las leyes de la República, surge la frustración, comienzan los rumores y finalmente retumban los cañones”.

“Mi querida Venezuela me dio la oportunidad de ingresar a la Academia Militar. Mi vida durante cuatro años transcurrió apegada a los valores militares que en todo momento me inculcaron el honor, el deber y la verdad. El Código de Honor esencia de nuestra formación moral. El claustro iba modelando mi espíritu de servicio, porque un día sería oficial del Ejército, forjador de libertades.

Cuando abracé  la carrera de las armas, lo hice con el firme convencimiento que ingresaba a la ‘reserva moral de la nación’ con la ilusión juvenil de servir a mi patria como en una época lo hicieron los libertadores cuando ella les reclamó su participación.

La burguesía ha entregado la soberanía del territorio, se ha renunciado a la jurisdicción nacional, los gobernantes han entregado la dignidad del pueblo, han presentado a Venezuela como un simple lacayo, arrodillando a nuestra nación a los poderosos de otros países, nos han humillado.

Nosotros que sentimos ese orgullo de nuestra historia nos revelamos contra eso… En Venezuela se ha entregado la soberanía, se ha puesto en grave peligro la integridad territorial… El Golfo de Venezuela, las minas de carbón del Cerrejón (una de las más grandes del mundo), en los cerros de Monte de Oca (Zulia), territorio venezolano, están en manos de Colombia. Por ello, los venezolanos no reconocemos ninguna otra  delimitación con Colombia sobre el Golfo de Venezuela, que no sea la prolongación de la línea fronteriza.

Consolidé valores que fueron ampliación de las enseñanzas inculcadas en mi formación familiar y que a lo largo de mi existencia han sido el norte que me guía, como aquel Código de Honor que me comprometió a guardar culto al valor, a la honestidad y a la verdad, que practicaré y mantendré aun con riesgo de mi propia seguridad y mi bienestar. Sin embargo, hoy día veo con tristeza cómo nos hacemos partícipes del desangramiento de nuestro país, por el cual lucharon nuestros antecesores.

Nuestra institución cada día se corrompía más, era un hecho que los más idóneos para el combate, para garantizar la seguridad nacional, los verdaderos militares con vocación de servicio, no eran los llamados a dirigir nuestra organización. En mis noches de vigilia me preguntaba: ¿Estos hombres que se venden ante los políticos corruptos, para lograr un ascenso, podrán liderizar las voluntades de una maquinaria de combate para defender a nuestra Venezuela? Honestamente no lo creo.

Es cierto. Hay excepciones, pero forman parte de esta sociedad de cómplices que destroza al país. La política ha deteriorado tanto nuestra organización que algunos comandantes daban prioridad para complacer a los políticos estadales en lugar de ocuparse del entrenamiento. Las horas para instrucción de las tropas, al igual que su presupuesto, se iban en hacer concursos de sancochos, limpiar haciendas de los políticos, en vez de prepararnos para el cumplimiento de nuestra misión (asegurar la defensa nacional). ¡Que tristeza! Desde nóveles nuestros oficiales se alejaban más de nuestra razón de ser al ver el comportamiento de sus líderes.

Ya nadie quiere ir a los cazadores, selva, frontera. El centro del poder era Caracas. Todos querían trabajar en el circulo vicioso: Guardia de honor, Batallón Caracas, O’Leary, etc. ¿Con este nivel de convencimiento y motivación aseguramos el cumplimiento de la misión para la cual fuimos forjados?

En Ejército, que era mi fuerza, estaba desmoralizado al sentir como nos corrompían día a día. El deber, el honor y la verdad, ni siquiera se enseñaba en la Academia Militar, donde la corrupción se personificaba en la figura de su antiguo director, el ejemplo de los políticos uniformados en nuestras Fuerzas Armadas.

Con mirada impotente veía que ante mis ojos todos estos principios que me formaron eran pisoteados por mis superiores, a los cuales debía subordinación, obediencia y lealtad. Pero ¿Cómo podía ser leal a aquel que no ha sido leal con mi Patria? ¿Cómo podía ser ferviente defensor de aquel que no ha sido obediente a los ideales Bolivarianos que son el origen de nuestra nacionalidad? ¿Cómo podía ser ferviente defensor de aquel que ha ultrajado con infames vicios ese ensayo democrático nacido el 23 de enero de 1958, que tiene su origen en las Fuerzas Armadas, el pueblo uniformado?

No es que me encontrara fuera de las leyes y reglamentos que conforman mi disciplina militar, pues sobre ellos está la Carta Magna de mí país, que me enseña y recuerda mis deberes de ciudadano y sobre todo de Bolivariana, y además me ordena como hombre de las armas que soy, defender a toda costa el sistema democrático del cual soy uno de sus expresiones. Pero dentro de estos términos, y al final de un profundo análisis, llegué a la firme conclusión de que era un cómplice y un desleal para con mis compatriotas venezolanos al permitir el rumbo que había tomado este ensayo democrático, desligándose por completo de aquellas instrucciones que nos da la Constitución Nacional acerca de la conducción de nuestra Patria. Para muestra sólo hacía falta leer la prensa diaria: narco campaña, Manzo Pol, corrupción en las empresas Básicas del Estado (CVG), corrupción en la Fiscalía General de la República, indolencia para ejecutar la Reforma del Estado y el problema económico del día: el endeudamiento producto de la malversación de los dineros del Estado.

Ante esa situación: ¿Me adaptaría y me sumaría sin conciencia al desangramiento de mi Patria? ¿Continuaría indiferente, miedoso y recordándome constantemente: no es mi problema, porque no hago nada? ¿Haría cualquier cosa que no fuera quedarme con los brazos cruzados? Mi decisión como militar honesto, patriota y por sobre todas las cosas `venezolano Bolivariano’ que estaba en desacuerdo total con el rumbo que había tomado el ensayo democrático, y que se había convertido en el cáncer que estaba carcomiendo las bases morales de la Patria, era no seguir apoyando un sistema de gobierno que había perdido legitimidad ante el pueblo venezolano y declaré mi decisión de `luchar sin descanso por dar al país el rumbo hacia una verdadera democracia’, para que tú ‘Padre Libertador´, puedas bajar tranquilo al sepulcro”.

“Los militares empuñando su espada en defensa de las garantías sociales”

General en Jefe Simón Bolívar.

¡Pa´lante Comandante! Lucharemos. Viviremos y Venceremos.

Hasta la victoria siempre y Patria socialista.

manueltaibo1936@gmail.com



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Manuel Taibo


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