¡Qué encantadora es la Filosofía!

La constitución anormal tiene muchas facetas aparentemente contradictorias; lo mismo puede expresarse en forma de energía inusitada que en manifiesta apatía. Tan anormal suele ser el criminal como el santo, el asceta como el concupiscente, el superdotado criminal como el débil mental. Por eso no puede extrañarnos, que del enérgico Don Pelayo salga Favila el apocado cazador necesariamente de osos o que, del combativo Alfonso el Católico, nazca el decadente Aurelio del afeminado Mauregato. En forma Rey de León, es hijo de Ramiro II el fratricida; como Miezco el Loco de Polonia.

De esta forma podríamos continuar por largo rato, tratando poner en evidencia lo que tantas veces se ha dicho y demostrado, como es el Polifacetismo que tiene la constitución anormal, y que lo mismo puede aparecer en forma de intensa enérgica combativa como proyectarse en la locura, la apatía y la degeneración. "El hijo de Cicerón -dice Erasmo- era imbécil, y los de Sócrates se asemejaban a su madre Jantipa, que es como decir que eran dos idiotas".

"El destino de los familiares de los genios forma parte de la tragedia más honda del hombre genial, dice Krestschmer. La constitución indeseable en las familias Reales. Sin que nos atrevamos hacer regla, sí podemos decir que, entre aquellos primeros aventureros, que por la fuerza de su valor, coraje y audacia se elevaron del nivel de sus iguales a los señoríos, feudos y reinos de la Europa medioeval, tuvo que hacer necesariamente contingentes muy elevados de psicópatas criminales, violentos y explosivos, como lo demuestran muy claramente el carácter y el temperamento de algunos fundadores de dinastías.

Dicha constitución fue trasmitida a sus descendientes. En algunos casos la herencia sana predominó sobre la patológica, como fue el caso de los reyes de Francia y de Aragón por tres siglos. En otros casos, la herencia mórbida prevaleció por consanguinidad, por alecciones afines, originándose la serie de reyes locos, anormales y se vale de bobos que se observan con marcada constancia en muchas dinastías. Con el curso de los años se hizo cada más estrecho el panorama genético de esos reyes, aumentando, por consiguiente, los índices de perturbación mental en sus últimos descendientes, como también creemos haber puesto en evidencia de esta forma es como creemos haber explicar la continuidad indefinida de enfermedades mentales en las familias Reales de Europa. No fue la consanguinidad simplemente, fue la selección natural o el reclamo que ejerce la ambición de Poder sobre los insanos. Y en especial, cuando ella para alcanzar su objeto se vale de la actividad guerrera.

Si el hombre en sus caracteriscas estructurales es en última instancia una consecuencia de su adaptación al medio, esta posibilidad de acción del medio sobre el individuo, requiere décadas de milenios para traducirse en modificaciones apreciables, de lo que se infiere el origen genético de la constitución en todos los milenios de historia conocida.

Si las enfermedades llamadas mentales, esto es, la locura, la debilidad mental, la epilepsia, y las llamadas personalidades anormales o psicopáticas, son enfermedades génito-constitucionales, es forzoso aceptablemente de aquellas obedece a una variante de estructura que se transmite de generación y de manera indefinida.

Demostrar esta inferencia lógica; si en mil doscientos años, y a pesar de todo los elementos de sustracción, logramos poner en evidencia esta sucesión intercumplida de enfermos mentales, es licito suponer que esta misma continuidad se mantendrá igualmente inalterable por varios milenios.

De acuerdo a este principio, la constitución hereditaria de un sujeto en un momento determinado, no es más que la resultante de una serie de combinaciones genéticas a todo lo nada en la largo de la historia humana. No hay nada en la fórmula constitución de sus antepasados.

Es un hecho comentado desde la Grecia Clásica que los parientes de los enfermos mentales están más proclives al padecimiento de eses enferdades que la población corriente. Hay familias de nerviosos, de locos y de perversos. Los antiguos atribuían el fenómeno a causa sobrenaturales, específicamente el castigo Divino, aunque muchas veces señalaron a la herencia física como factor causal.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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