¡Basta de Haarp!

Se me congelan los pies en Italia, y estamos en febrero, se me mueren de frío mis hermanos y hermanas, los pobres, que no tienen como palear el temporal, que no es natural. En Buenos Aires me muero de calor, derretidas mis ideas apenas alcanzo a darme cuenta que vivo bajo el yugo de lo artificial. ¿Vivo dije? Estridente suena el televisor proyectando ondas hasta desenchufado. Me duele la cabeza, respiro un poco, miro al piso, y veo las hormigas militarizando una escena trivial, expropiando restos de comida, que sobró y que cayó de la mesa, en eso la brisa, el soplo de un viento húmedo me inspira levantarme y salir del asiento donde tecleo esto para ti. Ya en la puerta de casa, miro el horizonte multicolor del ocaso, levanto más la vista, y no puedo dejar de ver al cuadriculado cielo azul de blancas nubes que no son nubes, son estelas químicas cociendo lo que una vez fue cielo. ¿Dónde está la aguja de este hilo tóxico capaz de dispersar un colectivo malestar? Este Apocalipsis silencioso y cruel, lo sobrevivo bajo la más oscura de las edades, sobre las ruinas de una civilización del plástico, y al lado de los pocos que osamos señalar con un dedo electrónico, la más inhumana de las calamidades: destruir exhaustivamente a la humanidad.

¿Dónde está el tribunal penal internacional que castigue este sistemático geocidio? ¿Dónde los medios que informen del holocausto distribuido en 4 crisis (alimentaria, energética, financiera y ambiental) como cuatro caballos del fin del mundo cabalgando nuestras mentes adormecidas por el caos? ¿Qué le voy a decir a mi hija cuando ya no quede más agua para tomar? ¿Cuándo no quede cielo por admirar?

Gracias a Internet, que empieza a recibir duros golpes del congreso del Estado imperial, todavía puedo sentirme acompañado, desde Argentina hasta Dinamarca. Desde Ecuador hasta la India, y más allá. Pocos, pero unidos, llevamos años gritando una verdad que sólo ayer era de los locos paranoicos, y cada día que pasa, empieza a tomar cuerpo de tempestad. Nos están rociando el veneno que va a volver más ricos a los dueños del gran capital. Matemática sencilla: no hace falta sino rociar enfermedad y esperar sereno detrás del mostrador de la farmacia, que expende los productos de las multinacionales de fármacos. Claro que las pandemias rociadas desde el cielo, no la ven ni los presidentes progresistas, y se la callan como si fuera una mordida fatal. No importa, me digo, no importa que Chávez, Lula, Cristina, Fidel o Evo, Dilma por estas esquinas no digan nada de Haarp. No importa, sigo sintiéndome acompañado por ti invisible lector y lectora, yo se que algún día será más importante respirar que pensar. Estoy completamente seguro que mi muerte no será nunca un obstáculo para luchar. Luchar por el más simple de los derechos humanos: habitar la tierra, caminar. Poder tomarme un vaso de agua sin vomitar.

Por su puesto que no me sorprende que la juventud mire impávida mi presentación y prefiera chatear, aunque tenga al tsunami sobre la cabeza, facebook ya habrá condicionado toda la mentalidad. Tremendo cambalache me digo, cambiar la vida por un segundo de efimera y cibernética felicidad. Y los plutócratas del mundo unidos mas que los 140 caracteres del twitter cocinando la masacre de más de la mitad del rebaño, ya de por sí muy mal alimentado, muerto de frío en Rumania, asado en Uruguay. Y disuelto en las aguas del torrencial aguacero que no para y se lleva mi ciudad en Bolivia, que revienta en terremoto en Irán, cerca de los reactores nucleares, ¿Fukuyima de casualidad? No, me quejo, esa mueca del capitalismo no es casual. Preferimos hundirnos en las evasivas y laberínticas avenidas de la propia y aprendida manera de escapar. ¿Pero a dónde me pregunto yo, a dónde vamos a repatriar nuestra osamenta, llena del miedo, como la luna plena que desde arriba alumbra estas lágrimas mías que no paran de llover sobre tu cabello suelto sobre el mar? Lloro sí, como un niño pequeño sobre los cadáveres de un batallón de delfines en la arena poluta de la playa sin sol, llena de botellas vacías.

Aprovecho ahora que todos están durmiendo, en esta noche acuariana, que no para de llamar mi alma soñadora, luna cubierta por un círculo de colores que antes no tenía, y ahora parece presa y secuestrada por Haarp. ¿Cuántas bandadas de pájaros silvestres mueren cada vez que desde Gakona suena la trompeta fatal? Claro, repito, este silencio cuyo eco sólo tu, desprevenido lector osas interpretar, importa nada, no existe para la tele, la radio, la prensa, secuestrada como la luna, atrapados como lo están, primeros ministros, presidentes progresistas, grandes artistas, célebres deportistas, afamados actores, ingeniosos científicos, puntillosos filósofos, iluminados religiosos; nada, como si hablara de un mal que no es de este mundo militar…No importa me grito y quiebro a la noche y no duermo mas. Estoy completamente seguro que alguien en algún lugar ya no se cree las mentiras de los extraterrestres, y es capaz de señalar, tal vez como recientemente Correa, desde Quito, que las estelas químicas, ese humo líquido nos está asesinando colectivamente. ¿Porqué entonces el ALBA, CELAC, UNASUR, no demuestran que no son la misma mierda que las demás, y no se calla (como lo inquiere la monarquía española: ¿porqué no te callas?) sobre Haarp.

Necesitamos urgentemente una Islandia contra Haarp. Es una deuda con los aborígenes que secretamente son esterilizados, milenaria deuda con los hermanos africanos sometidos por la mercantilista Europa holocáustica y macabra, trasladando naciones enteras esclavizadas por el capital que hoy regresa como un boomerang y devora hambrienta, insaciable, sin límite de estómago, los empleos de la gente, el trabajo, único héroe capaz de cambiar la esquizofrénica tentativa del suicidio universal.

¿Es que todavía no nos damos cuenta que el cielo de Aarhus y el de Tegucigalpa es convertido en una red tóxica capaz de matar? ¿En qué piensan los sesudos filántropos del mundo cada vez que la tierra tiembla de manera artificial? ¡El clima arma mortal! Y otra vez, me repito para no olvidarme que aún estoy vivo, claro, quién va a ser tan demente como para castigar al viento, juzgar en La Haya, no al juez Garzón sino a un huracán? Bush soltando Katrina en New Orleáns, Putin estremeciendo la cordillera andina, cambiando el eje de la tierra desde Chile, no. Imposible, delirios nocturnos, fiebre ionizando la atmósfera, el fantasma de Tesla regresando a New York, convertido en ocupas que van a hacer temblar a Obama. Increíble, nadie va a prestarme atención aunque se compruebe que desde Puerto Rico las ondas de alta y baja frecuencia como un arpa colosal permitió la destrucción de Haití y la ocupación militar. Es más fácil llevar submarinos nucleares a Las Malvinas, que señalar y admitir y frenar a Haarp.

Siguen las auto inmolaciones en Túnez y el norte africano, pero ya Libia no está. Aún tiembla de pisadas la plaza Tahrir, pero Mubarak no está. El clima convertido en arma que mata sin permiso y silenciosamente va imponiendo la dictadura mundial. Mapuches siguen gritando contra la inmoralidad criolla chilena y el silencio de 13 naciones que reclaman libertad y celebran 200 años de independencia, de juventud, de revolución, de libre pensamiento, de cultura popular. ¿Es más importante elegir un presidente negro, uno blanco, uno mestizo que poder respirar? El transparente líquido vital que más de dos mil millones de personas no tienen, o el maíz transformado con la soya trangénica en gasolina para que los “verdes” blancos, sajones, protestantes y libre laico pensadores puedan deambular. Claro, me digo repitiendo un mantra en el medio de una lacaniana nada existencial, para la aldea global es más publicitada la pelea entre Obama y Chávez en la clásica lucha electoral. ¿Qué diferencia hay entre ganar en Caracas o perder en Florida si igualmente cubanos y argentinos vamos a flotar sobre las venideras inundaciones, quemarnos en las calcinantes sequías, enterrarnos bajo oleadas sísmicas atravesando el cordón del diablo globalizado y activando la comuna anarquista de super volcanes socializadas por Haarp?

Para los pocos plutócratas del mundo unidos las revoluciones se fabrican como el helado de Mc Donalds, se mercan como las “cajita feliz” y se reparten multinacionalmente como la coca cola, ¿hace cuanto que el Che Guevara es una mercancía como las revueltas de colores? Mercancía como han convertido al alimento para siete mil millones de bocas. Claro Monsanto y Bil Gates no pierden el tiempo en privatizar las semillas y transforman como al clima, los alimentos en armas genocidas. Para la elite satánica cuyos lacayos se reúnen en Davos, ¿Qué mierda les importa que el mundo feliz que ellos han mutado en arma asesina consuma como los motores de una multifacética maquina deseante un niño cada 4 segundos? Ya Kissinger en el 1974 lo había programado sistemáticamente para la posteridad, controlar (entiéndase reducir) la demografía, la quinta crisis como quinto sol Maya consumiéndose al final de cinco milenios.

Se me congelan los codos en Maracay, y me arde la nuca del sofocante calor de Tucumán, y si Cristina habla de las estelas químicas ni se le ocurre parar la siniestra minería a cielo abierto. ¿Es que no nos hemos dado cuenta que ya hay más muertos por el clima que por las guerras que el Pentágono fabrica como Hollywood sus películas para someter multitudes? Medio millar de europeos muertos por el frío pero la televisión por cable se encarga de retener la conciencia automatizada, bipolarizada, rociada tóxicamente y mutilada sistemática y exhaustivamente con la chatarra por comida. Globalmente idiotizados con las redes sociales ¿qué nos importa lo que pasa en Nigeria o en El Salvador? Igual al terremoto que tumba gobiernos y que no es juzgado por tribunal alguno los drones sin pilotos (no hay nadie a quien castigar) siguen matando pakistaníes. Y al igual que cuando la Thatcher invadió Malvinas y Galtieri se vistió de campeón mundial de fútbol regresa invertida la historia de las manipulaciones (deportiva, climática, política, económica, religiosa, social) y gritamos todos unidos ¡Malvinas Argentinas!. Detrás del telón, siguen rociando nuestro cielo que ya no es mas azul, siguen envenenando las aguas oceánicas con basura, las tormentas (por no decir tornados y huracanes) solares repiten como cada 11 años el caos que el fuego tiene para nuestra cultura electrónica. Y la tierra tiembla artificialmente. Aprietan el “ratón” y con un clic en Arecibo puede temblar Irán y Venezuela, allá puede desencadenar un Chernobil musulmán, aquí una “revolución” de manitos blancas para sacar al electoralmente invencible Chávez.

Que en Octubre que viene gane Chávez y en Noviembre Mitt Romney puede satisfacer a socialistas y a neoconservadores igualmente para unos y para otros la tormenta solar nos tragará como Kronos a sus hijos en la mitología helena, el agua faltará sin ideología, y las enfermedades como el cáncer y el Alzheimer son producidas artificialmente como las revoluciones, los terremotos, las inundaciones y la mini era glacial socializará el miedo, el hambre y las enfermedades, así habrá sido la muerte misma convertida en mercancía, en arma para sofocar conciencias. Usan profecías Mayas, Chinas, de Egipto, de la India, para asustar colectivamente, sí será más fácil dominar, dictar, vigilar, controlar y finalmente masacrar gente y planeta con tal de mantener el sistema, y al gran capital.



Mforti9@gmail.com


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Mario Forti

Astrólogo, filósofo, músico, tatankisi, escritor, poeta, critico, ddhh, tarotista, taoista, lector, meditación, yoga, sanación, terapias shamánicas integradoras

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