La dictadura médica

La Medicina es un estrato de la sociedad muy peligroso. No es una excepción a la regla general de la corrupción subrepticia respecto al resto de los estamentos. Y es muy peligroso porque, mientras los demás (salvo el intocable estamento militar) están siempre bajo sospecha y hay mil ojos al acecho de la comisión del delito escondido bajos los pliegues de la solemnidad y la honestidad, la Medicina, los médicos y el poder médico sobrenadan en las sociedades precedidos de una convención, de un supuesto y del convencimiento generalizado en todas las poblaciones de occidente de que su papel, su oficio y su misión son los más desinteresados y excelsos de todos los posibles. Y aquí es donde se entierran las raíces de su peligro. Una percepción parecida, o exactamente igual, a la que se ha tenido durante siglos respecto al estamento clerical dedicado, en nombre de Dios, a la salud de las almas…

Por supuesto, como en todas las actividades humanas, hay de todo. Por supuesto que hay legiones de médicos que ejercen su profesión con el máximo celo, la máxima generosidad y dedicación a ayudar a los seres humanos. Pero, como en todo, siempre ha habido individuos practicantes de la Medicina quevan más allá de los objetivos sanadores que se les atribuye. Individuos que han tomado otros caminos mucho más excitantes para ellos, con independencia de su ambición económica que quedaba en un segundo término. Me refiero a esos que han dado rienda suelta a otra tentación pavorosa: la del ejercicio del poder sobre los demás llevada a sus últimas consecuencias. De ahí en buena medida, la oposición a las Medicinas alternativas que no aprueban los Colegios. Y aún mucho más allá. En el campo de la psiquiatría no hay más que consultar a Foucault sobre las atrocidades cometidas en nombre de la Salud en siglos pasados.

La dictadura de la Medicina es mil veces peor que una dictadura militar que, una vez consolidado el golpe de Estado, se asienta. La dictadura médica perdura a través del tiempo sin despertar nunca sospechas, por lo dicho de su exclusiva y supuesta noble dedicación. Mi visión mezcla de experiencias familiares, paciente observación e investigación, me permiten asegurar, con la misma desvergüenza y rotundidad que esos periodistas y esos medios que mienten con datos manipulados, que el mayor error que una persona puede cometer hoy día, más que nunca, sobre todo si es ya mayor, es internarse en un Hospital o en un Centro de Salud.

No es éste el sitio para hacer una relación de casos atroces de la historia de la medicina sobre el comportamiento combinado entre el poder médico y el judicial. Pero lo cierto es que, si se conociesen masivamente de primera mano muchos de esos casos, el pánico y la indignación que desencadenaría en las naciones llevaría a estas a la revolución de toda la vida…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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