Se dice que mientras haya salud, lo demás viene solo, porque sin salud, un ser humano no puede desarrollar todo su potencial creador y hacedor. Y la salud tiene que ser vista en su sentido más amplio, como salud física, espiritual y mental.
En el caso de Venezuela, la salud de la población en general se ha visto bastante afectada durante los últimos años, debido a la crisis sistémica por la que estamos atravesando. En buena medida, la población en general no ha podido desarrollar todo su potencial creador y hacedor.
La buena o mala salud de la población depende, en primer lugar, de las posibilidades reales que existen de ser atendida y diagnosticada oportunamente, para lo cual los servicios de salud, tanto públicos como privados, juegan un papel central.
Se pudiera decir que en Venezuela existe una amplia red de centros de atención de la salud, que cuentan con personal médico y paramédico diversificado, con capacidad para diagnosticar y recomendar las soluciones más adecuadas. Es decir, los pacientes salen de los consultorios con el diagnóstico y con el récipe en la mano.
El problema surge cuando los pacientes acuden a las farmacias para adquirir los medicamentos que les han recomendado, porque es evidente que hay una notoria dificultad para poder adquirirlos, debido a lo costoso que resultan, tomando en cuenta los ingresos mermados de la mayoría de la población venezolana.
Porque algo que sí se puede comprobar, es que en las diferentes ciudades de Venezuela existe una amplia red de farmacias, dotadas con los más variados medicamentos. Sin embargo, de manera curiosa, los precios varían en una buena proporción entre una farmacia y otra, y por lo general, el aumento de los precios mensualmente, en muchos casos, supera la tasa inflacionaria resultante de la distorsionada relación dólar/bolívar. Así que, sería bueno tomar algunas medidas para aliviar este problema.
