La oposición intestina

La capacidad de movilización organizada y la unidad de acción que ha mostrado el Psuv han dislocado a los enemigos políticos del régimen incorporador y patriótico que gobierna el Estado. Los ha obligado a recurrir al manido tema de la inseguridad. Han incrementado la ansiedad social con un amarillismo periodístico que ha trasladado "las páginas rojas", con los hechos delictivos que ocurren en el país, desde el reverso de sus diarios a las portadas. No plantean un debate político sobre el orden social más conveniente para mantener la paz y la armonía social entre los sectores que conforman el pueblo venezolano.

Forjan una polémica, mediante la descalificación personal, para romper su unidad. "Dividir para reinar", ha sido, según su mejor tradición, la base de su estrategia. Exacerban los regionalismos, los racismos, los fanatismos religiosos y, en general, el conjuntos de sentimientos primarios del ser humano descartando toda racionalidad, inclusa la derivada de la conservación de la vida amenazada por el absurdo modo de vida que han impuesto a través de la monstruosa concentración de poderes fácticos. Sin embargo, ni la amenaza del poder acumulado globalmente ha hecho tanta mella en los sectores populares –el alma de este proceso revolucionario– como lo está haciendo la oposición intestina.

Ha surgido, como ocurrió en el Chile de Allende, una resistencia que no enfrenta abiertamente al régimen, critica públicamente sus políticas y realiza acciones que debilitan la gobernabilidad del Estado. Se le podría atribuir su conducta a la presencia de tendencias anarquistas, a dogmatismos cuasi religiosos, al burocratismo encubridor del capitalismo, al caudillismo primitivo, y a otras ideologías que contradicen la realidad concreta. Formas de pensar que, como la conservadora, son totalmente irracionales. Resultan de esos instintos arcaicos de carácter darwiniano que en la vida social se expresan por conductas excluyentes. De hecho, no comprenden el socialismo como transición de un modo de existencia ilógico a una forma que armonice la cultura de la civilización, con la naturaleza de la vida. Les resulta difícil aceptar que el socialismo es una creación cultural, no una ley natural. Y, como tal, su adopción depende de un aprendizaje que se desarrolla en el tiempo. No es el producto, como lo pensaron los líderes de los movimientos revolucionarios del siglo XX, de su imposición en un momento: el instante revolucionario.

El efecto de esta resistencia no es colocar la mayoría en el campo conservador. Ello no va a suceder. Es sumirla en la apatía.

Desmovilizarla. Y, por lo tanto, debilitar el poder popular que descansa únicamente en su unidad y, en consecuencia, destruir el único instrumento para ejercerlo: el control del Gobierno del Estado. Sus críticas y acciones, sin contenido político, terminan por generar un sentimiento de impotencia en unas masas sujetas a una prolongada privación relativa de valores colectivos. Un hecho que favorece la reacción que, en respuesta, les abre generosa los medios masivos de comunicación que controlan. Allí han encontrado resonancia sus ideas y conductas destructivas.

alberto_muller2003@yahoo.com


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Alberto Müller Rojas


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