Los hijos disociados

Gente hay que por donde se desbarranca, lo hace con sus hijos. Es un ejercicio de máxima irresponsabilidad y extremo egoísmo. Por lo general, los padres tratan de salvar a su descendencia, de ponerla lejos del abismo o el naufragio. 2002 fue un año de locura opositora y disociación sicótica. Empero, se procuraba no involucrar a la prole en la enajenación desatada. Cuando se pensaba que estos extravíos del alma y la conciencia habían sido superados, tropezamos con que algunas de que aquellas criaturas –pocas, afortunadamente- hoy colocan a sus hijos en la trinchera de la disociación.

Los tiempos del aceite hirviente ceden a los más avanzados de las invasiones virtuales. A la final, siempre los gringos vendrán a salvarnos. Los videos juegos donde los “rojos” se adueñan de nuestra industria petrolera y el embajador Brownfield nos la devuelve luego de heroicos combates, tienen una salida –un tremendo happy end- que la disociación mediática de 2002 no ofrecía. Entonces, cuando las hordas chavistas asaltaban a la clase media y caían fritas bajo el aceite caliente lanzado por ésta, se ignoraba lo que pasaría luego. Ahora todo está claro: el desprendido embajador viene al rescate, como Superman o cualquiera de sus hermanos del alma, si es que los hermanos, primos y hermanastros del hombre de acero tenían alma.

A muchos disociados de 2002 costó un mundo revertirlos, volverlos a la normalidad. Algunos reclamaban enfurecidos que la televisión les suministrara su dosis diaria de veneno radioeléctrico. Sin plomo no hay vida, vociferaban, así sea plomo mediático. Pese a todo, la minoría opositora fue retornando al redil de la sensatez. Al fin, el Presidente no se había ido (¡ya!), la economía despertaba y había que trabajar, previa desprogramación de la locura inducida.

Los ideólogos del golpe petrolero cayeron en cuenta de que disociar a los padres sin afectar a los hijos, fue un error garrafal. Éstos, a la larga, presionarían demasiado desde su normalidad. Lo correcto entonces era llevarlos a ver el aceite hirviente durante todo el proceso de cocción y explicarles cómo se le lanzaría a la chusma. Un prurito pequeño burgués y la mala conciencia judeocristiana impidieron que esto se hiciera en 2002. Occidente siempre ha fregado a Occidente. La cultura para la clase media es una espuela de gallo que invariablemente termina clavada en el pecho del gallo, esto es, de la clase media. ¡Abajo la susodicha!, o sea, al cultura, gritaban desde el Obelisco.

2006 es año de rectificación y esperanza. Esto pasa por una conclusión axiomática: “disociar a los padres sin disociar a los hijos es paja”. La lección ha sido asimilada. Los videos juegos de los “rojos” invasores y los gringos salvadores, apuntan en la dirección correcta: primero se disocia a los hijos y luego éstos se encargarán de sus padres. Eso sí, no pierdan la cordura cuando quieran revertir la enajenación de los pequeños y caigan en cuenta de que ya es tarde. Verán el odio empozado en sus ojos y el rictus de júbilo y desprecio con que manipulan el aceite hirviente. Manténganse a distancia de su propia prole, disociados e inocentes padres de 2002.


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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