La terquedad de Teodoro

Cuando Teodoro Petkoff emplaza a Chávez por unas elecciones limpias, pareciera que su capacidad de aprendizaje, incluso de sus propias experiencias, es limitada. No ha asimilado, ni siquiera con su propia derrota, que el uso de la violencia política, cuando las corrientes dominantes son adversas, es inútil y contraproducente. Por ello, hoy pretende reproducir las circunstancias que condujeron al descalabro más estruendoso de la izquierda nacional en la década de los 60, sumándose a unos políticos imberbes que creen que, obteniendo el apoyo de una superpotencia –como él lo creyó- pueden obtener el control del poder en una comunidad política. Ni siquiera recordó en aquella oportunidad las enseñanzas básicas de Maquiavelo, recordadas después por su inmediato competidor Alfredo Maneiro. Fue el movimiento que este originó, él que recupero la fortaleza de las fuerzas de cambio, hoy dominantes en la escena nacional. Y la torpeza es doble, cuando se suma a las fuerzas conservadoras, históricamente derrotadas en Venezuela desde la guerra federal. Ni siquiera las dictaduras de Juan V. Gómez y Pérez Jiménez retomaron la bandera azul de las derechas, cuya última actuación, con apoyo usamericano, fue la Revolución Libertadora (1901-03), vencida en La Victoria y rematada en el Cerro El Zamuro en Ciudad Bolívar. Ayer cayó en la trampa del adequeje disidente, hoy cae en las de Súmate y Primero es Justicia. Se olvida de la enseñanza maquiavélica que vincula la fuerza del Príncipe con el apoyo interno y no con el externo.
No hay dudas que se aparta de la legalidad y la legitimidad, cuando hace su petición al Presidente, desconociendo al CNE. Repudia la institucionalidad vigente, colocándose en la vía de los hechos y no en la del derecho. Y más aun, copia los pedimentos de esos conservadores impúberes: la eliminación de las maquinas captahuellas, la verificación manual de las boletas y la auditoría del registro electoral. En otras palabras, contraría la racionalidad de la ciencia, vigente en la modernidad, para colocarse a la sombra de creencias que reflejan un tradicionalismo instintivo. Olvida que las elecciones son una encuesta –con su margen de error- que interroga la totalidad de un universo, cuyos resultados reflejan con la exactitud posible en las mediciones de fenómenos sociales, la tendencia dominante. No es viable en las mediciones sobre la conducta humana obtener la precisión de los cotejos que se realizan en el mundo físico. Pero ello no descarta la validez de las primeras. Esto, mientras elimina los instrumentos de medición que proporciona la tecnología, indudablemente más precisos que la percepción humana. Pero lo más grave de su conducta, es que incrementa la apatía del electorado, negándoles a muchos adversarios del régimen –posibles seguidores de un liderazgo opositor- la posibilidad de expresar su descontento. La mayoría de los venezolanos rechazan la violencia, y querrían un debate político, y no, una polémica.

Alberto_muller2003@yahoo.com


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Alberto Müller Rojas


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