Rastros del tiempo (CXLI)

Los pioneros digitales: una generación en reserva

Si observamos con atención la dinámica generacional demográfica, podemos detectar la aparición de un nuevo grupo social, que antes no existía. Pues, somos las personas que ahora estamos entre los sesenta y ochenta años. Pertenecemos a una generación que ha expulsado de su léxico, la palabra viejo, anciano o envejecimiento, y hemos dejado de utilizarlo, porque simplemente no tenemos la posibilidad ni la necesidad de hacerlo para nuestros planes actuales, cuando nos hemos perfilado como una generación experimental, podría decirse.

A mediados del siglo XX surge una verdadera novedad demográfica, surge un nuevo grupo generacional, que nace y se forma en el periodo del "boom de la natalidad", una generación de niños, que los estudiosos generacionales han identificado como los "Baby Boonner", debido al momento de la explosión demográfica, que se experimentó durante el periodo comprendido después de la II Segunda Guerra Mundial, hasta 1964. Fue un periodo de explosión demográfica sin precedentes, no solo un repunte, sino un boom de nacimientos, que definió a una generación entera, cambiando patrones sociales y económicos a largo plazo.

Durante el período 1946-1964, la humanidad experimentó una fase de rápido crecimiento poblacional, con tasas globales que rondaron el 2% anual, alcanzando su punto máximo en los años 60, reflejando una tendencia acelerada de crecimiento demográfico en la era del "baby boom" global. En 1946, la cifra de habitantes a nivel planetario, según las estadísticas del momento, rondaba sobre los 2.300 millones de habitantes, y para 1964, la población mundial estaba alrededor de 3.283 millones de habitantes, lo que podemos resumir, que hubo un incremento poblacional a nivel global, de 983 millones de personas, en ese periodo de 18 años, sentando las bases para que el crecimiento poblacional mundial alcanzara su pico histórico poco después.

El período de 1946 a 1964 se caracterizó por una continua mejora en la esperanza de vida y una disminución general en la tasa de mortalidad a nivel global. Las estadísticas reflejan que en 1950 la tasa de mortalidad global era de aproximadamente 19 muertes por cada 1.000 personas y en 1960: La tasa global disminuyó a alrededor de 14 muertes por cada 1.000 personas. Estas tendencias fueron impulsadas por el progreso en la medicina, la salud pública y las condiciones socioeconómicas.

Este nuevo grupo, que ahora estamos por los sesenta, setenta u ochenta años, que llevamos una vida satisfactoria razonablemente. Ahora somos hombres y mujeres, que hemos trabajado durante mucho tiempo, logrando cambiar el oscuro significado que la retórica tradicional, le dio al concepto de trabajo, durante décadas, bajo la influencia tradicional neoclásica, que sostuvo su formalismo y la falta de consideración del factor humano, que sólo velaba por la aplicación del trabajo asalariado como mercancía, y el salario como precio de la fuerza de trabajo, en una visión puramente económica a favor de los dueños de los medios de producción, que aún persiste, pero hemos hecho despertar nuestras conciencias. Así como las denominaciones erróneas, al catalogar a los grupos etarios, a partir de la edad de los sesenta en adelante, como viejos, ancianos, personas anticuadas, desactualizadas, caducos, tratados con menosprecio y vistos por la sociedad, como una generación en desuso.

Pero nosotros, los nacidos entre las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta tuvimos la providencia de hacernos sentir como seres valiosos, ahora llenos de conocimientos y experiencias que hemos logramos arrancarle a la vida; que buscamos y encontramos, hace mucho tiempo, la actividad que más nos gustaba y con la que nos ganamos la vida, suponiendo que esa es la razón por la que nos sentimos a nuestra edad llenos; algunos ni siquiera sueñan con jubilarse y los que lo hemos hecho, disfrutamos plenamente de nuestros días, sin miedo a la ociosidad ni a la soledad, con un crecimiento acompasado interiormente. Disfrutando del tiempo libre, porque después de años de trabajo, crianza de los hijos, necesidades, esfuerzos y hechos fortuitos, bien vale la pena contemplar la vida en toda su intensidad.

Ya sabemos que no somos personas estancadas en el tiempo; personas de sesenta, setenta u ochenta, hombres y mujeres, operamos la computadora como si lo hubieran hecho toda su vida. Escribimos y vemos a nuestros hijos que están lejos, e incluso nos hemos olvidado del antiguo teléfono, para ponernos en contacto con nuestros amigos y familiares, con los nuevos equipos tecnológicos a través de las redes, sacándole provecho a los avances especializados, propios de la era digital, convirtiéndonos en "Pioneros Digitales".

Antes, los que tenían esa edad, eran viejos y hoy ya no lo somos, hoy estamos llenos, física e intelectualmente, recordamos nuestra juventud, pero sin nostalgia, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgia, por su puesto, sabemos muy bien de eso, porque somos portadores de historias enraizadas en lecciones que aprendimos con rudeza, pero muy sabias, que llevamos muy adentro de nosotros, que sabemos apreciar.

Hoy en día, las personas de 60, 70 y 80 años celebramos el sol todas las mañanas y sonreímos a sí mismas muy constantemente; hacemos planes de nuestras vidas, quizás, por alguna razón secreta, que solo los del siglo XXI conocen y sabrán, que la juventud se lleva internamente. En la actualidad la incursión de las personas entre 60 y 80 años, en el mundo digital, representa un fenómeno sociológico de gran relevancia, desafiando estereotipos y redefiniendo el concepto de "pioneros digitales". Lejos de ser simples espectadores, los adultos mayores, como nos llaman ahora, nos estamos convirtiendo en exploradores digitales, como "conectados de oro", término que intenta capturar la activa y audaz adopción de la tecnología. La necesidad de mantenernos conectados con nuestros familiares, acceder a servicios, realizar trámites o simplemente por el deseo de aprender o por entretenimiento, impulsa a muchos, a abrazar las herramientas digitales.

Este "despertar digital en la tercera edad" no solo cierra la brecha generacional, sino que también ofrece beneficios significativos. Existen estudios que sugieren que el uso diario de herramientas digitales estimula la función cognitiva, refuerza habilidades sociales y funcionales, y podría retrasar el deterioro mental, lo que convierte a la tecnología en una aliada inesperada para el cerebro, en esta etapa de la vida. Además, la capacitación digital para adultos mayores se ha convertido en un nuevo reto, destacando la importancia de la alfabetización digital, para una tecnología inclusiva.

Pero a pesar de los beneficios que aporta la tecnología, existen desafíos. Es cierto que existen grupos considerables de la población mayor de 60 años, tiene menos experiencia, con las tecnologías y puede enfrentar el miedo o la falta de capacitación. Sin embargo, iniciativas como talleres presenciales y programas de formación digital, están ayudando a superar estos obstáculos. La participación activa de estos "Pioneros Digitales" está reconfigurando las dinámicas sociales, demostrando que la edad no es una barrera, para la innovación y la adaptación, sino una oportunidad para enriquecer el panorama digital, con una perspectiva y experiencia valiosa, que nos anima a sobrellevar la vida hasta nuestros postreros momentos. En síntesis, podemos determinar que la tecnología digital ha trascendido su papel elemental de entretenimiento o herramienta funcional, para convertirse en un factor clave, para la salud cognitiva y el bienestar social de los adultos mayores. Fomenta la autonomía, mantiene la mente activa, reduce el aislamiento y ofrece un sinfín de oportunidades para el aprendizaje tecnológico.

 



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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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