Diputados con riendas: ¡No!

“Parte de la curación está en la voluntad de sanar”

Lucio Séneca…


En los últimos días hemos observado a muchos dirigentes de la revolución Bolivariana, adelantar sus pretensiones por lograr una postulación a la Asamblea Nacional. Romper ese círculo de hierro que nos encierra será posible únicamente mediante un largo batallar y por la aparición en nuestro medio, de un tipo diferente de un “obrero de la política”, de un homo político distinto, honesto, transparente, profesional y ético.

No nos hagamos muchas ilusiones, mientras en este ambiente tengamos políticos jala bolas, aduladores, aplaudidores, y ratas del mismo albañal. Lo deseable sería una combinación más que perfecta entre la ética y la política, la lealtad, el honor, la prudencia y la honradez. Para lograr ese fin, será necesario destruir o superar la mediocridad. Hemos hecho de la política una actividad reservada a los mediocres, a los vividores, a los sinvergüenzas. Nos deslumbra el triunfo fácil, medimos el valor del ciudadano según el sitio que ocupa en la jerarquía oficial, y no señalamos los medios ni las razones por los que lo han alcanzado. Nuestra política no es una ciencia, ni un arte, ni siquiera una pasión, es nada más una habilidad, y en muchos casos, una aventura.

No hemos llegado a la categoría de contar con políticos de visión de estadistas , más bien los podríamos calificar como “vagos” de la política, sin preocupaciones doctrinales, la política para esta clase de especímenes es sólo un medio para lograr cargos bien remunerados y jubilarse al cabo de los años con una buena mesada. “A mi póngame donde haiga”, expresan todavía muchos aspirantes alegremente. No se refieren a recursos humanos o materiales para realizar una excelente labor; sino donde hay fondos, dinero, para cometer peculado, robar, pues, como ocurrió en tantas administraciones durante los cuarenta años de los gobiernos cuarto republicanos. Es una especie de herencia que este gobierno recibió de los anteriores y es, ligado a sus iguales, un poderoso grupo de boliburgueses, una vasta gama de intereses y complicidades.

Los venezolanos muy dados a los chistes, y la joda criolla suelen calificar a los politiqueros en sinvergüenzas, vividores, estafadores, gritones, mediocres y para sorpresa de muchos a los intuitivos. Por cierto son los que surgen de ciertos sectores gobierneros, los contratistas. Carecen de una educación política sólida pero poseen casi siempre, fidelidad a sus orígenes y hasta una idea romántica de la justicia social. Es un grupo poco numeroso; pero en poco tiempo aprenden y adquieren las “mañas” de los mafiosos, de esos “con experiencia” para “recibir a cambio de aprobar”; es decir, compañías nacionales o extranjeras que les entregan sobres (no con proyectos de ley, por cierto) para que voten por determinada iniciativa que favorecerán sus intereses.

Al cabo de once años de revolución bolivariana, cuando se renovara nuevamente la Asamblea Nacional, usted ve a políticos, hablando de haber “defendido, sin equivocaciones, las grandes causas del pueblo venezolano”. De haber “contribuido a la gobernabilidad”, para aprobar leyes de beneficio popular. Estos son los sinvergüenzas, los corruptos, los estafadores. No les interesa la ética ni los méritos profesionales, como dicho están nada más para aprovecharse de la ingenuidad de los seguidores del proyecto bolivariano, y de la necesidad de tantos venezolanos que en sus hogares piensan que una vez coronados como “diputados de la patria” les ayudarán a conseguir un empleo. Como dice el refrán popular: de promesas vive el pendejo.

La mayoría de los diputados de ahora, por ejemplo, son unos ignorantes. No son capaces ni siquiera de leer un pasquín ni ese pequeño libro de petete, que al menos les mostraría como se hace un invernadero o como transcurren las estaciones anuales del invierno, el verano, el otoño y la primavera. Con semejantes legisladores cómo podríamos contar con leyes decentes o propuestas serias y profesionales. El lenguaje, las ideas, las promesas, la técnica de la propaganda no tiene significado alguno en sus cabezas de tapara. Como diría hace mucho tiempo un jefe de Estado: ser políticamente joven no es llegar al poder temprano (para eso basta la voluntad de los oligarcas) sino llevar al poder el aliento de los nuevos tiempos.

Cuando el Presidente Hugo Chávez, ha expresado ideas que a muchos parecen desconcertantes, quizá éstas encuentren su interpretación y motivaciones, en la necesidad política de escuchar voces de disenso o de protesta que aclaren las interrogantes populares; pero no, los diputados apenas rebuznan y aprueban los postulados, sin preguntar en la mayoría de los casos: ¿de dónde saldrá el dinero para esos proyectos, o sin factibles? o eso de “lo social” es “será pura muela ideológica”.

Hemos visto por el canal de TV de la Asamblea Nacional, decir cada estupidez que francamente dan ganas de llorar. Estamos seguros que no conocen nada de esos articulados que a veces discuten, así sean fuera de contexto, entre los venezolanos existe una creciente tendencia al análisis y la inconformidad, pensamos que no pueden repetir, aquellos diputados de baja calidad.

Del mismo modo cuando se habla, como tan repetidamente acaece, de la necesidad de una revolución en los campos de la economía, la cultura o la política, se trata de hallar, sin duda, una definición estricta para estos conceptos, porque nada es más peligroso según lo demuestra la historia de las ideas políticas, que el manejo impreciso o demagógico del término “revolución”.

En esta trascendental época que vive el mundo, qué más quisiéramos de los diputados que estudiaran y se informaran un poco más para lograr una visión clara del país, que desde luego los llevaría al menos a incitaciones para una reconsideración de nuestros problemas y un angustioso llamado a la crítica política, sin la cual no es posible la vida de un gobierno democrático. Pero todo cae en la indiferencia y el silencio cómplice, sobre todo cuando se trata de multiplicar las sandeces o estupideces.

Y lo más lamentable, es que la revolución aparentemente ha perdido la capacidad de provocar respuestas aun en sus propias filas. El pesado foro político que lo sustenta, no reacciona. No hay comunicado oportuno ni siquiera para destacar ese anuncio presidencial, hecho sobre el racionamiento eléctrico, cuando se habló de la puesta en marcha del ahorro de electricidad en el país; mucho menos para responder a las insolencias de la oposición de las causa que originaron estas medidas.

Lamentablemente en sus declaraciones y discursos “los aspirantes nuevos” no postulan ideas originales. No ofrecen nada novedoso. Aspiran a ser, como sus antecesores, cautos diputados de pacotillas. Desean seguir dando vueltas a la vieja noria seca y nada más. El parlamentario tiene la edad de sus ideas, de sus impulsos, de sus inconformidades, de sus ambiciones. Es todavía tiempo y circunstancias para enderezar el rumbo, para trabajar por esa “opción por los pobres”, para cumplirle al pueblo; no atendiendo reclamos o “sugerencias” de cúpulas empresariales o políticas, sino obedeciendo al mandato constitucional. En este orden los políticos “de la revolución” tienen que plegarse al proyecto nacional y dejar de imitar los rebuznos de los sinvergüenzas, todavía atrincherados en la mediocridad.

En Anzoátegui un General y Embajador que arrugó el 11 de abril, entregando la comandancia de la Guardia, ha dejado correr la bola de que aspira por un circuito de esta entidad, desplazando a los que aquí residen, y no han dejado un solo día de echarle bolas. También ha dejado colar su aspiración el periodista sumiso y adulador del kiosco, pero aquí los esperaremos en la bajadita.

Percasita11@yahoo.es

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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

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