La verdadera dictadura pregonada por la oposición

“El que dice una mentira

 no sabe qué tarea ha asumido,

 porque estará obligado a inventar veinte más

 para sostener la certeza de esta primera”

Alexander Pop

 

Por donde usted pase puede darse cuenta, que todo el escándalo de la dictadura es un cuento de caminos de nunca acabar, mientras existía el proceso bolivariano y por momentos los pregoneros del tal peligro, son ellos mismos, porque buscan revertir una situación, que en nada les favorece. La oposición no pierde tiempo para gritar cualquiera mentira y en este momento el único argumento para tratar de asustar al pueblo venezolano, es precisamente insistiendo en la fulana dictadura, pero al observar detenidamente el comportamiento de un porcentaje muy alto de la población se encuentra con una realidad, tan contraria a lo que vienen afirmando los vetustos dirigentes de la oposición, que cualquiera persona medianamente pensante puede preguntarse de manera incrédula ¿Dónde está esa dictadura?

Claro, que está presente en toda Venezuela y los fines de semana con mayor intensidad, ya que, el movimiento –sobre todo– en los centros comerciales tradicionales de las grandes ciudades, es impresionante. Desde la indetenible proliferación de motos, ya casi convertidas en un problema de salud pública aparcadas en la calle y sus dueños comprando más las que andan rodando, hasta la compra de artefactos eléctricos y la comida en muchos casos por mayor y finalmente al llegar la noche, las ventas de comida rápida y de licor se abarrotan, dando la ligera impresión de estar en una celebración de fiestas patronales, ya que, para comprar tiene que cargar dinero, bien sea en soberanos o en los dólares, el cual se mueven en el país, como si el Sistema de la Reserva Federal (Fed) el banco central federal de los Estados Unidos, funcionara en cualquier esquina del país.

La verdadera dictadura la quieren imponer, desde los Estados Unidos y para esto la oposición se ha prestado de manera incondicional a través de la historia o es que el papel desempeñado por AD y COPEY eran juegos infantiles. Ahora, los emergentes, piezas con la etiqueta de títeres, marionetas o serviles sin ningún amor por la patria de Simón Bolívar, se colocan en fila india, como en un casting y de ahí sale el más arrastrado y desvergonzado. Han intentado de distintas maneras acabar con el proceso bolivariano y antes tantos fracasos, ahora no los pueden ver ni tocar y cuando los agarran infraganti atentando contra un proceso transparente y democrático, surgido por la vía de los votos, pegan el grito al cielo para que los escuche, quien los parió: el imperialismo y su historial de apoyar dictaduras sanguinarias.

 


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Narciso Torrealba


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