Eduardo Galeano

"La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será"

La geopolítica del siglo XXI no puede entenderse sin la figura disruptiva del comandante Hugo Chávez. Su llegada al poder en 1999 marcó el inicio de un proceso transformador que, desde Venezuela, desafió estructuras hegemónicas consolidadas y aceleró la emergencia de un mundo multipolar. A través de acciones audaces, que muchas veces pusieron en juego su propia integridad física, y una estrategia internacional de alianzas contra hegemónicas.

Como escribió Eduardo Galeano, la historia mira hacia atrás para anunciar lo que será. A pesar de quienes buscan invisibilizar su rol, Hugo Chávez encarnó esta visión: su acción, arraigada en la memoria del continente, se convirtió en el catalizador profético de un nuevo orden mundial que aún se construye.

Un buen ejemplo de estas muchas acciones lo vimos el 18 de abril de 2009, durante la V Cumbre de las Américas en Puerto España, Trinidad y Tobago, el presidente Hugo Chávez se acercó al entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama y le obsequió un ejemplar de "Las venas abiertas de América Latina" (Publicado por primera vez en 1971). Como resultado, un ensayo de 1971 se disparó a los primeros puestos de ventas en plataformas como Amazon al día siguiente, demostrando el poder de un gesto político para catalizar un debate global.

Regalar este libro a el presidente de la principal potencia mundial fue un acto de diplomacia simbólica audaz. Era una manera de decir: "Esta es la historia no contada, la visión de los vencidos que tú debes conocer".

Chávez se convirtió en un factor catalítico de cambios fundamentales cuya vigencia hoy perdura.

La revolución bolivariana comenzó con una refundación nacional. El 2 de febrero de 1999, Chávez juraba sobre una Constitución "moribunda" y prometía una nueva Carta Magna, materializada en diciembre. Este acto simbólico fue el primer factor de legitimidad popular para desmontar el antiguo orden.

El instrumento clave fue el petróleo. En el año 2000, en una acción que combinó audacia geopolítica con riesgo personal, Chávez viajó a Irak, desafiando la zona de exclusión aérea impuesta por Estados Unidos y el Reino Unido, para entrevistarse con Sadam Huseín. Este viaje, un mensaje de soberanía y desafío, precedió a la Cumbre de la OPEP en Caracas ese mismo año, donde lideró la revitalización del cartel como un instrumento político eficaz, estableciéndose como un factor de estabilización de los precios globales del crudo.

La confrontación con Estados Unidos fue constante. El punto de inflexión fue el golpe de Estado de abril de 2002, donde su vida una vez más corrió peligro. Tras su restitución, radicalizó su postura, nacionalizando industrias estratégicas. En 2006, ante la Asamblea General de la ONU, pronunciaría su famosa frase sobre el "diablo" y el "azufre", refiriéndose al presidente George W. Bush. Esta confrontación retórica y política evidenció su rol como un factor de desestabilización del discurso unipolar.

La segunda fase de su política exterior fue ofensiva y constructiva. Chávez comprendió que el desafío al unilateralismo requería una red de alianzas sólidas, que construyó con tenacidad y a veces contra viento y marea.

Promovió instituciones alternativas que excluyeran a las potencias tradicionales, actuando como un factor de cohesión regional: ALBA-TCP (2004): Un modelo de integración basado en cooperación solidaria, contrario al libre comercio. Petrocaribe (2005): Un mecanismo de suministro petrolero en condiciones preferenciales, un factor de poder blando que extendió la influencia venezolana en el Caribe. Unasur (2008) y CELAC (2011): Espacios de diálogo político sin la presencia de Estados Unidos o Canadá, erigiéndose como el principal factor promotor de esta integración suramericana.

Paralelamente, fortaleció lazos con China y Rusia, visitando Moscú y Beijing en numerosas ocasiones para firmar acuerdos estratégicos en los sectores energético, militar y financiero. Este acercamiento fue un factor acelerador del mundo pluripolar, ofreciendo a Venezuela y a otros países una ruta para diversificar sus alianzas fuera del eje occidental.

El legado geopolítico de Hugo Chávez es la demostración de que la acción decidida y a menudo temeraria de un solo líder puede alterar las dinámicas de poder global. Al usar el petróleo como arma política, al construir una densa red de instituciones de integración desde el Sur, y al dar voz a un discurso de soberanía con total desprecio por el riesgo personal, Chávez funcionó como el factor desencadenante de un sentimiento latente.

Su mayor éxito fue contribuir a "maniatar" al hegemon, no mediante fuerza militar, sino a través de la creación de contrapesos políticos, económicos y diplomáticos. Las alianzas que forjó, a menudo contra toda prudencia convencional, y los organismos que fundó, dificultan la intervención unilateral en la región y validan globalmente la resistencia al consenso unipolar. La realidad internacional actual, con sus múltiples centros de poder y la firme resistencia de naciones emergentes, lleva en su ADN la huella indeleble del Factor Chávez: una combinación única de valor personal, estrategia audaz y una inquebrantable voluntad de cambio.

Ojalá nos vaya bien.

Sean felices, es gratis.

Paz y bien.



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José Gregorio Palencia Colmenares

Escritor, poeta, conferencista y articulista de medios

 vpfegaven@gmail.com

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