Salvador de la Plaza fue un pensador venezolano de profunda formación marxista. Llegó a ser considerado, por diversos estudiosos de la economía venezolana, como uno de los más densos analistas críticos de la política petrolera venezolana. Profundamente nacionalista y anti-imperialista. En abril de 1926, publicó en el periódico mexicano El Libertador, su famoso artículo titulado "El pacto de Gómez con Wall Street", en el cual denunció la intervención del capital petrolero internacional en la soberanía de Venezuela.

Al uno revisar la obra de Salvador de la Plaza, se consigue con una serie de planteamientos que conservan hoy su vigencia y pertinencia. Sobre todo, para quienes creemos que la construcción de una nueva formación social en Venezuela, debe partir de una interpretación de lo que ha sido nuestro proceso sociohistórico, teniendo presente, como elemento fundacional de la misma, lo que es nuestra realidad de pueblo.

Salvador de la Plaza, fue un decidido opositor al oprobioso régimen de Juan Vicente Gómez. Consideraba que lo planteado no era sólo derrotar a Gómez y el gomecismo; sino, transformar el régimen político y económico existente. Para él, Gómez no era más que el representante de un orden "semifeudal", impuesto por la clase dominante nacional y el imperialismo petrolero.

Su visión marxista del negocio petrolero lo condujo a destacar la relación existente entre la economía petrolera y su incidencia sobre el resto de la sociedad venezolana, de manera particular, en la estructura política de la misma.

Fue el primero en plantear que la riqueza petrolera debía ser colocada al servicio del bienestar social de los venezolanos; lo cual, no era posible alcanzar dado el papel depredador ejercido por las compañías extranjeras; así como también, por el papel entreguista y derrochador jugado por las clases dirigentes de la nación.

En tal sentido, "consideraba primordial no sólo limitar su explotación, sino maximizar la inversión de los ingresos que percibía el Estado para construir una sociedad cada vez menos dependiente de esa renta".

En marzo de 1970, cuatro meses antes de su desaparición física, publicó en la revista Rocinante, Caracas, uno de sus últimos artículos sobre el tema petrolero: Concesiones y Contratos de Servicio: En su esencia un mismo sistema de entrega del Petróleo a los Trusts Internacionales. Como se recordará, el gobierno nacido del Pacto de Punto Fijo (1958), demagógicamente enarboló "la consigna de no más concesiones". Como "nueva" política petrolera, se creó la figura de la "celebración de contratos de servicio" entre el Estado venezolano y las empresas petroleras internacionales. Con los cuales, como lo afirmó Salvador de la Plaza, "lo que se ´sustituye´ es la forma de otorgar las concesiones, con ventajas apreciables para los trusts internacionales, y no, podría ser de otra manera, pues fueron ellos los que fraguaron esa figura jurídica en 1958…"

Salvador de la Plaza, fue un fiel defensor de las políticas de la OPEP desde su fundación en 1960. Consideraba que dicha organización le permitiría ejercer a los países miembros, su soberanía sobre la riqueza petrolera. De igual manera, fue partidario de "utilizar la riqueza petrolera como mecanismo de solidaridad entre los pueblos".

Salvador de la Plaza, tuvo una visión integral de la formación social venezolana. Le asigno a la cuestión agraria, un destacado lugar. Consideraba que, para la superación del carácter "semifeudal" de la misma, era necesario implementar una profunda reforma agraria. La cual debía tener como elemento fundamental la abolición del latifundismo. No solo como modo de propiedad del suelo; sino, en función de producir un cambio radical (de raíz), de la manera como estaba estructurada la economía agraria de entonces.

El pensamiento legado por Salvador de la Plaza, nos permite hacernos una visión de nuestra realidad de pueblo, a partir de lo que ella ha sido. Nos conduce a darle sustentación teórica al proyecto del Socialismo Venezolano que nos hemos propuesto construir.